viernes, 28 de enero de 2011
PERDIDOS
¿CONDENADOS AL ÉXITO?... EN VERDAD ESTAMOS PERDIDOS
Por el Lic. Claudio Valdez
Una población mayoritariamente calificable como ingenua o canalla, cree en la posibilidad de éxito evitando en sus comportamientos “elementales normas” que exigen el respeto a las “leyes de la naturaleza de las cosas”, tanto para las actividades materiales, intelectuales, espirituales como también para las sociales: bienestar/excelencia, orden/progreso, control/seguridad, estabilidad/previsibilidad, producción/esfuerzo, insumo/producto, costo/beneficio, ingreso/gasto, genio/innovación, sensatez/evolución. Complemento indispensable para promover estos “requisitos virtuosos” es el estímulo que mediante gratificaciones y sanciones debe prodigar toda sociedad evolucionada.
La política como imprescindible actividad gubernamental, según ciencia y experiencia, debe legitimar esas “elementales normas” preservando la libertad, potencialidades y dignidad de los gobernados. Para lograrlo nuestra civilización supo disponer del “Derecho” (Directus-Rectus: dirigir, guiar con rectitud). El Derecho, suprema construcción intelectual de los juristas del antiguo mundo romano, orientó y dirigió las relaciones humanas “con la finalidad de que se ajusten a normas de rectitud moral (virtudes) en la búsqueda del bien común”.
Sucesivos gobiernos electivos de nuestro país despreciaron este “fundamento ético”, dando razón a aquellos “graffiti” y “pintadas” anarquistas, aparecidas de tanto en tanto en zonas universitarias: “Nadie cumple...Vote a nadie”. Desde hace décadas algunos “jóvenes intelectuales” comprendieron la burla de oportunistas de un sistema que gustaron llamar “democracia” y que utilizaron para el logro de inconfesables beneficios personales.
Se instaló así con impudicia una renovada oligarquía, que se calificó a sí misma como defensora de los valores populares. Aquellos “jóvenes contraculturales anarquistas”, a pesar de sus restantes contravalores, no estaban demasiado equivocados en su apreciación respecto al pervertido ejercicio del poder político en la mentida República Argentina.
Durante el devenir de este “electoralismo”, no fueron difundidas con seriedad y responsabilidad las distintas “plataformas partidarias”: los candidatos de las parcialidades políticas siempre prometieron mejoras económicas y sociales como concesiones demagógicas. Finalmente terminaron reconociendo que sus fracasos se debieron a que “no era posible”, “no hay otra manera”, “estamos mal pero vamos bien”.
Un presidente votado por dos períodos correlativos supo decir: “Votenme, no los voy a defraudar”. Otro proclamaba: “Voy a ser el maestro, el médico, etc. etc. El muerto, que nadie pudo ver, en ejercicio “de facto” del Poder Ejecutivo de la Nación insistía con sus discursos en que no abandonaría “los sueños”. Los filozurdos criollos parecían entender “a que se refería”, pero como los beneficiaba igualmente lo apoyaron. Hoy con casi desesperación insisten en sostener a “la locuaz marioneta de su viuda”, eventual presidente para una nación que con “el modelo” de acumulación plutócrata amiguista y distribución de mercado desarticulado adrede, continúa intentando embaucar la ignorancia de demasiados y aprovechar los temores e incertidumbres de otros.
La triste verdad es que todos estos desatinos resultan financiados por los contribuyentes de impuestos, incluidos los forzados aportantes al “impuesto inflacionario” que pagan todos, para que legisladores, jueces, funcionarios, “la Señora y su juvenil hija” transcurran cómodamente y, en su caso, visiten a “notables beduinos” y continúen haciendo “turismo oficial” sin ningún proyecto estratégico, propuesto o avalado por el Congreso Nacional como dispone nuestra Constitución.
Sabemos, además, que según “el nuevo testamento religioso” ningún profeta es acepto en su patria, por lo que es de suponerse que “la Señora” necesita encontrar algún eco para sus repetidas simples opiniones y conclusiones económicas, políticas, técnicas y ecológicas. ¿Será este el motivo de sus costosos viajes y estadías por lejanos lares?.
Mientras tanto en nuestro país por mala voluntad de legisladores, como ella supo ser, cualquier asocial termina resultando inimputable por ley, por pervertidas reglamentaciones o virtualmente por excusaciones, recusaciones y eventuales sobreseimientos judiciales: menores asesinos, intrusos domiciliarios, sindicalistas obstruccionistas, piqueteros violentos, consumidores de alucinógenos, sentenciados a perpetua por homicidio, sentenciados por aplicación del 2 por 1, arrebatadores, descuidistas, rateros, vagos y merodeadores.
Inimputabilidad, “garantismo”, tendencia a la despenalización y abolicionismo para delincuentes permitieron que demasiados políticos de nuestro tiempo lograran “aceptación y simpatía”: por lo visto los amorales, inmorales y ventajeros son bastantes y por ello muchos candidatos siguen dedicados a protegerlos. Sin ninguna duda, la perversión política y legal de sus opiniones son las causantes de las tragedias padecidas por el resto de la gente de bien. Este tipo de “dirigentes y dirigidos contraculturales” son los que aplauden con entusiasmo al corrupto régimen “demócrata progresista”.
Si bien las oportunidades mundiales para nuestras actividades productivas resultan favorables, erróneas decisiones y conveniencias de integrantes del régimen político y del “modelo” nos conducen al fracaso financiero, económico y finalmente social: bandolerismo “villero”, asaltantes “nenes bien”, sindicalistas “oficialistas y disidentes”, productores agrarios sin libertad comercial, cultivadores de alucinógenos, artistas “apologistas de malas costumbres”, funcionarios “pudorosamente justificadores” del consumo adictivo personal, pilotos aeronáuticos dedicados al narcotráfico, ministros desinformados pero efusivos sostenedores de inexactitudes históricas, jurídicas, constitucionales, económicas e incluso administrativas.
Tremendas fallas morales de las dirigencias potencian desvíos contraculturales de los restantes sectores. Los “malos ejemplos desde arriba” y la estimulación por medios masivos de comunicación instigan a “progresistas adicciones” (juego, evasión teletrónica mediante teléfonos celulares, mensajes instantáneos, internet y otros equipos). Así los “crecientes adictos” viven enajenados de la realidad; solo se interesan por créditos, descuentos, puntos ganados y premios, además de cualquier subsidio, inmerecidas becas e improductivos “planes sociales”. Todo esto no alcanza para el éxito en la lucha por la existencia, pero suele interpretarse como un exiguo “logro de oportunidad” aunque resulte incapaz de sostener una cierta base material para nuestra nación.
A pesar de esta lamentable realidad, basándose en una engañosa “contabilidad pública” indicadora de superávit, los políticos profesionales usufructúan con irresponsabilidad y en su exclusivo provecho inexistentes beneficios. Las deudas finalmente, por muchos años, deberán ser saldadas por todos los ciudadanos y sus “embargados” descendientes.
Sin proyecto, sin dirigentes aptos, sin pueblo responsable, sin juventud conciente, los recursos poseídos solo sirven para atraer más aprovechadores que se los apropiarán como bienes en detrimento de nuestra gente. Por el momento no hay peligro; el desorden, la falta de credibilidad en nuestros dirigentes y la incertidumbre ante el futuro inmediato nos protegen, pero igualmente...Estamos perdidos.
Con un régimen político que continúa siendo una farsa, como lo demuestran las atolondradas “negociaciones” para lograr “nuevas reglas electorales” a pocos meses de las próximas elecciones; sin duda se percibe que “son manos” de una “ronda de fulleros” jugando con la dignidad de la República. Agregando a estos despropósitos la continuidad de un “modelo”, que resultó estafa para los inversores extranjeros y continúa siéndolo para nuestra gente, también se concluye que...Estamos perdidos.
De no lograrse reordenar la voluntad política con ética, libertad responsable y acción a favor del bien común, seguiremos extraviados en un mundo que necesita de nuestro pujante aporte, pero al igual que nuestra gente con eficiencia y honestidad.
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