jueves, 27 de enero de 2011
LAS MADRES DE CAMPO DE MAYO
Amigos:
Uno de los acertijos pendientes de resolverse y que los medios de prensa no han abordado aún, es el mutismo y la ausencia de la Comunidad Familiar Militar, durante estos desbordes procesales a los que denominan juicios contra los oficiales retirados de las tres armas.
Es probable que una de las explicaciónes más plausibles sea, que se llevan a cabo en jurisdicciónes, muchas veces alejadas de los domicilios de los encausados y por sobre ello, que agrupan en cada uno, a dos ó tres acusados.
Sin adentrarme en el curso de esos enjuiciamientos, se debe de aceptar que son meros trámites formales, porque sin excepción, quienes ocupan su asiento como imputados, son condenados masivamente, con elementos de cargo, digamos circunstanciales e impropios en un estado de derecho que se precie de tal.
La cuestión no transcurre por el resultado merced a la correcta administración de Justicia, porque ese método ha dejado de existir en nuestro país, conforme ha avanzado este carnaval de la democracia.
El estado de indefensión de estos acusados, destratados y sometidos a tormentos psicológicos merced a la omisión de la más elemental asistencia médica obligatoria, es un secreto a voces.
Recibe una más esmerada atención clínica, el chacal que en un enfrentamiento policial es herido, luego de haber asesinado a una criatura, estrangulado a un par de ancianos ó ejecutado al propietario de un automóvil a quien se secuestra, tortura antes de ultimarlo que cualquier miembro de las Fuerzas Armadas, privado de su libertad.
De contínuo surgen voces aisladas denunciando esos discímiles procedimientos, pero sin concitar el interés del circuito periodístico, demasiado envilecido por los sobornos del gobierno, como para avocarse al asunto.
Y esos vasos cominicantes, perfectamente entrelazados, me han llevado a la conclusión, que están corporizados por el desdén que los propios familiares de los militares detenidos exhiben con su falta de desplazamiento para solidarizarse con los caídos en el infortunio.
En estas cosas, los comparativos históricos suelen ofrecernos una brisa aleccionadora.
Para enero de 1945, el Ejército Rojo se encontraba en disposición de hacer trizas la cuenca del Rhur y avanzar por todo el este de una Alemania hecha puré.
Sin embargo, más de veinte divisiónes Panzer -unos cien mil efectivos-, se encontraban aisladas en territorio soviético, en los suburbios de Minsk.
Las noticias que llegaban desde ese solitario frente a cuenta gotas, daban cuenta empero, que la hambruna, la disentería, el tifus y las muertes en combate con los partisanos rusos que los hostigaban sistemáticamente, estaba haciéndo estragos en las filas.
Más de treinta y siete mil miembros de las Juventudes Hitlerianas, que no superaban los diecisiete años, fueron capturados en menos de una semana.
Ante esa desgracia, un conjunto de Madres de esos imberbes e improvisados Soldados, comenzaron a nuclearse en torno de la Alexander Platz, tal vez la Plaza pública más emblemática de Berlín, a los fines de motivar a los delegados de la Cruz Roja suiza que monitoreaban los estragos de la guerra, para que peticionaran a Stálin, un tratamiento para sus hijos como prisioneros de guerra, conforme a los términos de la Convención de Ginebra.
El mítin tuvo una vigencia casi simbólica, porque los bombardeos castigo, arrasaron con esas dolientes progenitoras, víctimas de las bombas fosforadas que por cientos caían como un crepúsculo cada mañana, cada tarde y cada noche sobre la capital del Reich.
Los prisioneros nunca fueron remitidos luego de la rendición., porque integraron las enormes fosas comunes que los rusos dispusieron para ellos.
He traído a cuento esta pincelada, para reseñarle a los familiares de los Hombres de Armas secuestrados, que dejen de claudicar y de lamentarse en ámbitos privados.
Que imiten el ejemplo de esas indefensas mujeres, que pese a la inclemencia de la metralla de las bombas, se hicieron del coraje suficiente, para estar presentes en esos aciagos momentos para revertir la suerte de sus hijos, en su mayoría adolescentes y para entonces, seguramente fallecidos.
Esta cuestión de nuestros Militares, que en definitiva y pese a sus enormes desaciertos, detuvieron por unos años a esta canalla montonera que hoy nos gobierna a su antojo, se resolvería con más decoro, si la Familia Militar que cuenta con más de dos millones de integrantes, tuviera una actitud más desafiante, frente a las minúsculas comparsas de disolventes que se aglutinan como los roedores para la burla, dentro y fuera de los recintos de esos mataderos que conocemos como los Tribunales Orales Federales.
Si desisten de participar y cuánto más ahora que se aguarda la multiplicación de procesos para mejorar la estadística de condenas, no tendrán derecho a reclamar nada, porque evidentemente tampoco hacen lo mínimo para amortiguar estos certeros golpes, contra ancianos que perecerán en las condiciones más infrahumanas.
No importa que ese esfuerzo sea fútil y no modifique un ápice a esas sentencias que ya están encarpetadas
Lo trascendente es no seguir ofreciéndo la otra mejilla.
Que cese repentinamente el temor, porque si persiste se transforma en verguenza.
Pueden hacer muchas cosas, una de ellas podría ser fundar una asociación que nucleara a las deudas de todos los Soldados masacrados por la guerrila.
Tal vez
LAS MADRES DE CAMPO DE MAYO.
Atentamente Carlos Belgrano.-
laautopsiadelbicentenario@yahoo.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario