jueves, 20 de enero de 2011

CONCIENCIA


EL DECESO DE LA CONCIENCIA

Amigos:

Cuando se lanza una proclama, aunque sea deslizada de forma sibilina, se aguarda un resultado, una reacción.
Si ésta no obtiene un decisorio específico, quien se ha encargado de formularlo, al principio percibe cierta frustración, algo así como experimentar lo que más nos incomoda a veces: el fracaso.
Muchos de los que perdemos algo de tiempo, procurándo dar a conocer a nuestros semejantes, lo que consideramos como más apropiado para el futuro de la Nación, vamos perdiendo la vocación, conforme transcurre el tiempo.
Pero una fuerza centrípeta de pronto se apodera nuevamente de nosotros y persistimos en el intento.
Tal vez, porque de una extraña manera, amamos este suelo que nos vió nacer y seguramente nos verá partir.
Quizás porque nuestras raíces, confusas y mimetizadas con el folklore del tango, nos ha dado esta personalidad colectiva, a veces nostálgica y otras indolente a nuestros propios padecimientos.
Sólo así podemos tratar de desentrañar quienes somos en realidad: como cuarenta millones de compartimentos estancos, inconexos.
Debemos de aceptar esta rudimentaria diagnósis, para comprender de una forma, digamos ecuménica, de dónde venimos y en que nos hemos convertido.
Si introducimos un poco el cuchillo en las entrañas de esta azarosa personalidad colectiva, veremos que divagamos noche y día con la misma realidad, sin importar que se encuentre frente a nuestras propias narices.
Hicimos y hacemos lo indecible para no aceptarla.
Y ese es precisamente el mayor escollo de todos los que tenemos delante de nosotros.
Aceptar que no supimos elegir adecuádamente a nuestros representantes por medio del sufragio, desde hace cuánto menos cincuenta años.
Que nos amparamos en mitos, a estas alturas caricaturescos, a saber: Unitarios y Rosistas, Yrigoyenistas y Conservadores, Peronistas y Gorilas etc.etc.
Acaso porque el nacimiento y la vigencia de esos íconos vetustos, no fueron regados más que por unas pocas gotas de sangre.
La Argentina, desorientada como está, es el producido de esos fenómenos, más bien incruentos.
Debemos de reconocer que la mitad de la población y tal vez más que eso, tiene una extracción Justicialista.
Pero que carece en la mayoría de los casos de una convictiva inclinación.
La que supuestamente se ha ubicado enfrente, tampoco ha sabido sortear la orfandad ideológica que los sigue guiándo hacia el más profundo de los abismos.
Radicales y Peronistas son exactamente de una idéntica factura.
Tienen solamente los separa un distintivo estético, no más que eso.
Hoy, ambas agrupaciónes, se encuentran mutadas en diez ó veinte porciones de lo mismo, con distintas caras; más bien máscaras que ocultan los mismos rostros patibularios e insensibles mediante los cuáles seguirán traicionándo a la Patria.
Los discursos, las proclamas y las acusaciónes cruzadas, son el libreto de este sainete democrático, más propio de un conventillo extramuros, que de una identidad partidaria.
Los comparativos son odiosos, porque la mayoría de las veces, los escenarios son diferentes.
Pero encuentro algunos vasos comunicantes, entre la España de 1936 y nuestra Argentina actual.
Exceptuándo claro, que el gobierno de la entonces "República" estaba integrada por intelectuales de fuste como Azaña, Largo Caballero, Sánchez Albornóz, Prieto y Jimenez de Asúa entre muchos otros.
Y del lado opuesto los sucesores del falangismo, encolumnados detrás de un hombre pequeño, con voz aflautada, pero con una perfecta noción del mando: Francisco Franco.
Las circunstancias de esa hispanidad, no era la nuestra por cierto.
En aquéllos días, se debía resolver si la península ibérica, se pasaría al bloque soviético, ó por el contrario permanecería en el occidente.
La miseria hacía estragos en ambos bandos y las reservas auríferas, los republicanos se las habían obsequiado al Camarada Stálin.
Todo ello era muy diferente a nuestra actualidad.
Pero existe una indeleble conexidad entre esa España fragmentada y nosotros.
Desde los tiempos de José Bonaparte, los promonárquicos y los liberales nunca llegaron a enfrentarse.
No había reyertas entre los españoles desde la rebelión de los comuneros a Carlos V.
Una guerra era menester para cerrar todas las heridas que habían acumulado todas las facciones antagónicas a lo largo de casi cinco siglos.
Inglaterra había tenido la suya entre Carlos I y Cronwell.
Francia entre los borbones y los revolucionarios abolicionistas.
Y Estados Unidos, con la de su "Secesión".
Insisto en la dificultad de los comparativos, pero es probable que nuestras diferencias, en apariencia irreconciliables, requieran de una salida similar a los ejemplos descriptos.
Es posible que los gobernantes le mientan a sus pueblos, ya que todos a los largo de cincuenta centurias lo hicieron.
La más reciente, de las Twin Towers es el más cruento emblema de las patrañas de un Presidente como Bush, que ordenó las detonaciones de esos edificios personalmente y con el auxilio de todo su gabinete y los popes de Wall Street, para evitar un segundo viernes negro como el de 1929, que se retrasó tan sólo por siete años.
Pero incluso, si lo analizamos en perspectiva fue una cuestión de Estado, por más canallesca y repudiable que nos pueda parecer.
Ahora bien, si trasladamos esos desmanes a los que esta administración está haciéndo con nuestro destino, de una forma tan soéz, como estar asociada directamente al narcotráfico organizado, debemos apartarnos de los episodios históricos, porque los analogismos son inexistentes, a menos que nos comparemos con los Duvallier en Haití, con los Bokkasa en la república Centroafricana, con los Marcos en Filipinas ó con los Sukarno en Indonesia.
Pero son ejemplos ya demasiado pretéritos.
El único viviente, fuera del de esta gobernante cretina, es el Cavallieri Berlusconi y sus orgías con colegialas.
Pero incluso este siniestro personaje, ya comienza a ser una rémora y tiene sus días contados.
En cambio esta Presidente que supimos conseguir, se siente vigente, viváz y con un promisorio futuro político.
Si aceptamos que ello es una verdad de perogrullo, a poco que advirtamos que ningún funcionario de esta gestión se encuentra entre rejas, ni siquiera el "maletero" Jaime, debemos de aceptar que aquí aún se encuentra todo por enmendar.
Pero tales cambios no surgirán por espontánea generación.
Se requiere de otros métodos, menos sutiles que los esperanzadores votos de recambio.
Porque por ese sendero nadie lo hará.
Ya que sin importar quien triunfe, lo primero que hará el afortunado será negociar todo con todos.
Esa lectura, acompañada de otras muchas, me llevan a una conclusión:
Ó nos encaminamos a equiparnos y adiestrarnos para una verdadera contienda en la que no se tomen prisioneros ó se producirá


EL DECESO DE LA CONCIENCIA.-


Atentamente

Carlos Belgrano.-

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