lunes, 31 de enero de 2011

EPITAFIO


La información dice que el napoleónico mausoleo de Kirchner ocupará 625 metros cuadrados.
Imitando la del Corso tendrá dos plantas, en la baja ocho féretros circundando uno central donde se ubicarán los despojos mortales de quien se creyó inmortal: Néstor.
Sobre él una inmensa Cruz, la paradoja final para quien promovió la quita de crucifijos en los organismos del estado y públicos.
Pareciera que el Mal queda sepultado bajo el Signo del cristianismo para que nunca pueda volver a surgir desde las tinieblas.
En la planta alta curiosos y visitantes podrán circular para ver la fastuosidad de una tumba que refleja dos realidades, una el ego inconmensurable de una familia que se creyó parte de dioses y la otra más dura, la realidad de un destino que en algún momento nos alcanzará a todos sin importar lo grande que podamos sentirnos.
Así en Río Gallegos el monumento dejará desnudo al impostor que sembró el odio entre los argentinos, que deseó el poder sin importarle nada y en ese tránsito hacia la perpetuidad de su poder se encontró con el destino que inexorable marcó su triste final.
Con el tiempo las pasiones convertirán el mausoleo en una curiosidad turística sin importar quien era o que dejó para la posteridad.
También será el símbolo del totalitarismo, de una época oscura donde el estado de derecho estuvo ausente y la Constitución fue violada.
Será refugio de defensores de derechos humanos de los terroristas, allí harán actos madres y abuelas de plaza de Mayo las más beneficiadas economicamente que llorarán la pérdida de su benefactor.
El tenebroso mausoleo cobijará para siempre a quien la Historia juzgará como uno de los infames mayores que ocuparon la presidencia de nuestro país.
A los argentinos nos robó la paz, entre otras cosas, tal vez haya piadosos que pidan por su descanso u otros duros que lo maldecirán por toda la eternidad.
Tal vez su epitafio debería decir: Aquí yace quien en vida destruyó la República Argentina, fomentó la desunión de sus habitantes, compitió en el paroxismo de su locura con Dios... y perdió.

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