viernes, 4 de febrero de 2011
LIBERTAD PARA CUBA
EL EFECTO DOMINÓ DESENCADENADO DESDE EL EXILIO
Por Klaritza Morales Calvo e Ibis García Alonso
Cubanas en Argentina
Los estallidos sociales son fenómenos espontáneos, no organizados ni dirigidos. Son, además, lo que comúnmente llamamos “la gota que rebasa la copa”. A veces pueden ser en sí mismos una nimiedad, pero en consecuencia, y por lo general, se convierten en la chispa que hace estallar esa pólvora que, granito a granito, ha ido generando el interminable descontento popular. Y finalmente, estalla el contenido. Todos se salpican, se contagian; sin proponérselos, inconscientemente, todos desean infectarse de esa plaga liberadora que desde el punto de vista psicosocial les hace despertar cualquier dormida y lejana esperanza. ¡Qué nadie se sorprenda! El hastío no entiende de nacionalidades, y los cubanos, a pesar del obligatorio letargo al que hemos sido condenados por más de medio siglo de dictadura castrocomunista, también tenemos un punto de inflexión.
Los estallidos sociales son tan espontáneos que raramente siguen una línea política. Ellos sólo buscan modificar algo, por lo general la desigualdad, la pobreza, la falta de libertades, entre otras terribles circunstancias y situaciones afines a muchos. De ahí que sean los pueblos quienes se lancen a las calles y no un líder político, con su lineamiento bajo el brazo. Las dictaduras saben perfectamente que estos fenómenos, ocurran donde ocurran, siempre llevan impreso su efecto dominó. En consecuencia en estos momentos hay alerta roja no sólo en el Medio Oriente, también la hay en Cuba, donde persiste a pura saña la más vil y prolongada dictadura iberoamericana. No dudemos ni por un segundo que en todas las instancias del castrismo —en los municipios, las provincias, consulados, embajadas, etcéteras— en estos momentos existe un estado de alerta. Pocos manejan la verdadera información, pero tal y como ocurre en el preludio de un terremoto, la intuición de los pueblos sabe muy bien reconocer los primeros síntomas y signos de la debacle. Sólo resta esperar la estampida, como cuando el Maleconazo, por ejemplo.
Ninguna idea para desatar un levantamiento en contra de la dictadura de los Castro está de más. Todo lo contrario, toda idea es necesaria. Pero sin perder de vista el recurso de la espontaneidad, lo más importante, o primordial, como se lo quiera llamar, sería crear el escenario propicio para que se prenda la “chispa” de la que hablamos al principio. Un simple ejemplo: llamar a nuestros familiares en Cuba y comentarles que en tal o mas cual lugar de la isla hubo una manifestación pidiendo elecciones libres, pidiendo pan, salarios decorosos, libertad (MUY importante: no olvidar nunca mencionar las palabras LIBERTAD, ELECCIONES, DEMOCRACIA). Esto, aunque parezca simple, sería una de las tantas formas con las que se puede desencadenar el efecto dominó sin que se haya caído la primera ficha.
Por supuesto, en Cuba habría que partir de la confianza que se ha de tener en la labor de los opositores y el ejemplo de los presos políticos, no cabe duda de ello. Pero, fundamentalmente, hay que confiar en la acción espontánea de un pueblo cansado de penurias, de opresión, miserias e injusticias. Porque en definitiva será el pueblo el que se tirará a la calle. La labor de la oposición política cubana siempre ha estado reducida a pequeños grupos que, para colmo, nunca han conseguido ponerse de acuerdo. Si vamos a ser del todo sinceros, y fundamentalmente objetivos, por motivos obvios —infiltración, amenazas, cárceles, torturas físicas y psicológicas, entre otros— no existe en Cuba una oposición con principios sólidos que realmente haya logrado captar a un buen número de adeptos dentro de la isla. Y eso es lo que se necesita. No es un secreto para nadie que la inmensa mayoría del pueblo cubano, debido al ostracismo castrista, vive ajeno a la existencia de movimientos cívicos opositores, vive ajeno a los presos políticos que son torturados o mueren en las cárceles, ajeno a todo vive el pueblo cubano; claro, ajeno a todo menos al llamado de sus estómagos (sobre todo el de sus hijos, los niños) y fundamentalmente al deseo innato del ser humano de la búsqueda incesante de la felicidad. Y cuando un pueblo se cansa, se cansa. Vivir para ver.
Sin embargo, en momentos como éste en los que el efecto dominó no puede llegar a los cubanos de adentro de la isla debido a la falta de información, pero sobre todo debido al enmascaramiento y la tergiversación de la información que les llega, es al exilio cubano al que le corresponde hacer fuerza hasta conseguir derribar la primera ficha. El exilio debe incentivar, difundir, exigir y ayudar de acuerdo a como se presenten los acontecimientos dentro de la isla. Pero, fundamentalmente, en nuestros rincones hemos de presionar a los búnkeres castristas: las embajadas y consulados cubanos. Estos sitios nunca han estado para proteger a sus ciudadanos cubanos en el exterior, sino para todo lo contrario: están para vigilarnos, amenazarnos y para, tantas veces como a ellos se les antoje y así lo crean necesario, agredirnos. Hay que presionarlos con manifestaciones pacíficas imprevistas, con alusiones por la radio, la televisión o la prensa plana del país donde nos encontremos. Se pueden hacer muchas cosas para que estos funcionarios empiecen a prever su retirada tal y como, con toda seguridad, la están planificando los castristas y sus acólitos para huir de la isla en el momento preciso.
Los funcionarios de las embajadas castristas sí están informados de todo cuanto se está moviendo en el exilio cubano. Y tienen miedo, seguro lo tienen. Son ratas asustadizas, sólo falta ponerles el raticida que para ellos significa ser desenmascarados en sus mentiras y negocios a pública subasta. Un solo cubano que consiga quitarle la careta a cualquiera de estos funcionarios/reaccionarios, ya sea a través de una nota de radio, en un periódico o en la televisión, es de por sí un pedacito del terreno que necesitamos ganar en nuestro camino hacia la libertad y la democracia en Cuba. Hay que aplastarlos con la palabra justa, con acciones contundentes, efectivas y certeras. ¡Hay que aplastarlos!
Empecemos por exigirles la retirada a los gendarmes del castrocomunismo en el exterior. Hagamos que huyan. Enviemos cartas a las cancillerías de los países donde nos encontremos adjuntándoles videos y fotos de las agresiones que comenten estos funcionarios con los ciudadanos cubanos a los que deberían proteger, y exijámosles a los gobiernos de estos países que se le retire el rango de embajada a estos negocios castristas que lo único que hacen es perseguir, robar y golpear a los cubanos que se manifiestan en contra la dictadura que ellos representan. Enviemos a las cancillerías los precios exorbitantes que cobran estos testaferros castristas a los cubanos exiliados que se ven obligados a hacer el más insignificante trámite en sus recintos. Denunciémoslos sacando a la luz pública todos estos atropellos al bolsillo y sobre todo a la dignidad humana. Cada exiliado debe tener su propia historia al respecto, hagámoslas públicas. Empecemos por eso. Hagamos que huyan los representantes del castrocomunismo. Debilitémoslos. Porque si los exiliados cubanos —sobre todo aquellos que vivimos en países donde existen pluralismo político, libertad y democracia— no somos capaces de derrocar a los representantes del castrismo en el exterior, no podemos pretender que ese pueblo que vive como reo dentro de aquella isla se lance a las calles donde de verdad imperan la intolerancia y el terror, y donde, con toda seguridad, si antes no hemos debilitado a los voceros del castrismo fuera de Cuba y conseguido un pacto de apoyo internacional, las consecuencias podrían ser siniestras. Necesitamos el apoyo internacional para que mermen las probabilidades de un derramamiento masivo de sangre en las calles cubanas.
Después de instalarse la dictadura castrista, en 1959, los cubanos dejamos de nacer con un pan bajo el brazo, eso es más que cierto. Sin embargo, la mayoría continuamos naciendo con un juego de dominó bajo el brazo, y antes de ir a la escuela muchos de nosotros ya nos habíamos convertido en expertos de ese juego. Rentabilicemos, pues, lo aprendido. Tranquémosle el juego a los castrocomunistas en el exterior, tiremos abajo la primera ficha.
Sumemos ideas, propuestas, pero hagamos algo organizado y consistente de una vez y por todas. No estamos convocando ni a la violencia ni a actos ilegales. En libertad y democracia es lícito manifestarse, sobre todo pacíficamente.
¡Abajo las embajadas y consulados castristas!
¡Abajo la dictadura castrocomunista!
¡Libertad para Cuba! ¡Pero YA!
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