sábado, 16 de julio de 2011

FACHOS....


DE ASQUEROSOS Y FACHOS…

Por Gabriela Pousa

“Dar es dar y no fijarme en ella y su manera de actuar. Dar es dar y no decirle a nadie si quedarse o escapar. Cuando el mundo te pregunta del por que, por que, por que… Por que da vuelta la rueda, por que no te detenes, yo te digo que dar es dar y no marcar las cartas simplemente dar, no explicarle a nadie, no hay nada que explicar. Dar es dar, y lo que recibes es también libertad (…)” Fito Páez

Interesante paradoja se da en la Argentina por estos días: las noticias atrasan o hablan de lo evidente como sorprendente, mientras la Presidente no define en qué adverbio de tiempo expresarse para vender lo invendible o justificarse.



Muchas veces se dijo que hay dos países tratando de convivir en una misma geografía. Se aludía así a la realidad palpable de todos los días, en contra partida con el relato oficial tan distante de la percepción social. En una se vive o sobrevive, en el otro solamente se transcurre o se respira, nada sutil diferencia.



Ahora bien, esas Argentinas antagónicas, subsistiendo azorada una de otra, coincidían al menos en la temporalidad: “Tiempo vivido por la conciencia como un presente, que permite enlazar con el pasado y el futuro” (RAE) Sin embargo, esta nueva partición del país difiere también en el sentido temporal. Es decir, ambos subsisten en épocas disímiles como si obrara una licencia literaria, donde simultáneamente puede observarse en un sector, damas vistiendo miriñaque; y en otro, minifaldas, piercing y tatuajes…



Lo extraño es que muchos de nosotros, podemos situarnos – según el momento – en este o aquel espacio como si tuviésemos la magia de cambiar de décadas o siglos acaso. Nos vanagloriamos con lo último de la tecnología, sincronizando datos entre agendas y teléfonos portátiles, conectándonos en décimas de segundo con el mundo todo; y de repente nos cruzamos en pleno centro urbano con un chico descalzo durmiendo en un zaguán cuando el frío hace estragos…



Es complejo vivir en tamaña dualidad. Inexorablemente se pierde noción de la realidad, y todo cuanto acontece es vivido y percibido como un espectáculo en el cuál, lo mejor, es no involucrarse demasiado. No llegamos al asombro magnánimo por el progreso que experimentamos, ni alcanzamos la indignación suficiente como para exigir que el hambre y la intemperie terminen de una buena vez, formando parte del pasado. Quizás por esto, entre otras peculiaridades, es que somos tan extraños.



Pasamos de la “tecnópolis”, a simplemente la polis donde hasta la ciencia se esfuma, como si se tratara de aquella urbe griega caracterizada ahora por grandes trozos de piedras. Un espacio donde lo “tecno” es una apoteosis porque no permite, por ejemplo, que el agua llegue a todos los ciudadanos, ni hay infraestructura para lograr que el gas emane de estas latitudes (en lugar de ir a buscarlo a la otra punta del mapamundi), o que en los hospitales haya gasas, algodones, ¡y camas…! Si no es mucho pedir dadas las circunstancias.



Sin duda, son dos extremos de un puente difícil de atravesar sin perder la cordura, evitando que entre medio se escuche gritar: “asquerosos”, “perversos” o “fachos”. Y es que el asco puede vislumbrarse sin maquillaje en el trayecto donde yace el chico tirado en la calle, y la perversión aflora sin disimulo en ese espacio donde se sitúa la corte de aplaudidores y se habla de desarrollo, “notebook para todos”, fibra óptica y wireless…



Es verdad, en Argentina o en las Argentinas, subsisten asquerosos que dicen gobernar para todos, distribuyendo la riqueza con sintomática rareza: inaugurando obras despampanantes, que amén de servir como grandes negocios inmobiliarios más adelante, representan incluso la mitad del monto de dinero que se ha otorgado a una fundación cuyo fin era, justamente, evitar que unos consuman el software que deslumbra a la Presidente, y otros no tengan ni siquiera un techo para cobijarse.



Los vocablos que tanto debate causaron posiblemente no estaban errados. Lo erróneo ha sido simplemente el target al cual se los ha aplicado. Para encontrar apologistas de regimenes pasados y sentir, con razón, asco, no es necesario dividir escenarios. Basta con mirar hacia un mismo lado, donde se erige comúnmente un palco. Sitio privilegiado donde el negro en vez de significar luto, a esta altura bien puede significar espanto, contrastando con el encandilamiento de un reloj que parece simbolizar ese muro ya inexistente, donde de un lado el tiempo avanzaba, y del otro se estancaba inexpugnablemente.



Si encima desde ese lugar se discursea sobre la igualdad y el modelo de inserción social, es inevitable que se perciba cierta sensación de asquerosidad.



Finalmente, si además desde allí se otorga callando, y en consecuencia asumiendo complicidad con las voces que segmentan al pueblo por la elección que se hace al elegir representantes, no es para extrañarse que, en la maniquea obra en la que estamos, actúen émulos de dictadores, fascistas, ya sean gigantes o enanos que causen náusea o por qué no, sin eufemismo, asco.



Y a quién le quepa el sayo…



GABRIELA POUSA

http://www.perspectivaspoliticas.info

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