http://www.lanacion .com.ar/edicioni mpresa/suplement os/elcampo/ nota.asp? nota_id=964859
Por Miguel Saredi
Para LA NACION
Hace mucho que venimos escuchando el latiguillo de gran parte de nuestros economistas sobre que la causa principal de las retenciones o derechos a la exportación son los controles de precios de los alimentos para consumo interno de nuestros habitantes.
No lo dice cualquier economista sino incluso nuestro futuro ministro, Martin Lousteau: "Las retenciones a las exportaciones cumplen algunas funciones adicionales al aporte de recursos al fisco. En primer lugar, permiten contener los precios internos, actuando así como un subsidio implícito sobre el precio que abonan los consumidores domésticos de los bienes gravados y sus derivados. Dado que los productos gravados (principalmente los alimentos) tienen un peso sustancial en la canasta de consumo de los hogares más pobres se puede argumentar que este impuesto es progresivo".
Dramático
Resultaría gracioso -si no fuera dramático para el futuro argentino- que nuestro próximo ministro dijera que las retenciones son un impuesto "progresivo" , pese a su carácter distorsivo, anticonstitucional y confiscatorio.
Hace tiempo que veía en la experiencia diaria, más allá de estadísticas, que a nuestra gente más excluida y a gran parte de nuestra clase media el gran costo de sus hogares significa la alimentación para sí y sus familias, y que es caro para los ingresos medios argentinos comer en nuestra tierra.
Siempre coincidente con esa flagrante injusticia argentina que permite que, así como los servicios públicos terminan siendo regalados para los sectores más pudientes, lo mismo ocurre con el kilo de lomo o la mejor comida argentina para los turistas extranjeros en nuestros elegantes barrios porteños.
Siempre hemos rebatido esa idea de que las retenciones o derechos de exportación son instrumentos válidos para que haya alimentos baratos para los argentinos como una gran mentira de nuestro gobierno nacional, pues su interés único radica en la centralizació n de la gran recaudación para el Tesoro del gobierno central, y someter voluntades de gobernadores e intendentes como quedó demostrado el 28 de octubre.
Insistencia
Siempre hemos insistido en que lo que necesitamos es: producir más, exportar más, y que haya cada vez más oferta, y subsidiar el consumo directamente, ya sea quitando el IVA de la canasta básica de alimentos como promoviendo la tarjeta magnetizada para compra de alimentos, y muchos otros instrumentos, directamente para vastos sectores de la población argentina (incluso sectores medios).
Sabemos que la fuerte y permanente suba del precio de los alimentos es un fenómeno mundial, y que influyen decisoriamente los precios de las commodities agrícolas, el fenómeno de la incorporación de los mercados de la India y China, y otros motivos de índole internacional, pero si analizamos la suba de alimentos en países en los cuales no hay retenciones o derechos de exportación masivos, como ocurre en la Argentina, veremos que el precio de los alimentos aumentó en menor medida que en nuestro suelo.
Pero, entonces, ¿no era acaso que las retenciones sirven para controlar y tratar de que no aumenten los precios internos de los alimentos?
¿Cómo hicieron países cercanos como Brasil, Chile, Uruguay y tantos otros que no aplican de esta manera este impuesto para que la suba de sus alimentos haya sido tanto menor que en la Argentina durante todo el año 2007?
La verdad es que el índice combinado de corrupción, gasto público desmedido, un control de precios desbordado y ficticio, y una propensión a castigar al que produce y exporta terminan favoreciendo solamente la concentración, y la cada vez menor posibilidad de competir de sectores chicos o medianos.
El autor es presidente del Grupo Pampa Sur.
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