EDITORIAL: LA DOLOROSA Y VENGATIVA REALIDAD
Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse - 20/11/2007
Hay 3 hechos que han sido negados sistemáticamente desde nuestro raro y singular poder conyugal :
1) La inflación 2) La inseguridad 3) La corrupción
No obstante, el 45% de la gente les creyó. O acaso no les importó un bledo seguir conviviendo con esos peligros a su lado por todo el tiempo que fuese necesario… para convencerse de lo contrario.
La realidad, para todos esos votantes, era y sigue siendo la que plantea el gobierno. Indolencia, ignorancia o conveniencia, todo les cabe
Postergar, improvisar y simular, son los tres pilares negros donde se apoyan los gobiernos populistas.
Los tres, son mecanismos usados para esquivar la realidad.
Para patearla hacia delante… o para pasarle por un costado.
Pero la realidad tiene, como la muerte, una majestad propia y augusta.
A la realidad, según ella misma lo exige, hay que darle la parte de razón que tiene … y hacerlo en el acto, sin muchas dilaciones.
Y , si no se le da la razón a la realidad,.. esa que tiene… entonces ella regresa… algún día, vestida con su toga solemne… a buscar lo que es suyo. Y allí, ocurre algo muy curioso :
La realidad se lleva su parte de razón… aquella que tenía. Y se lleva de paso… otra parte de razón… que acaso, no tenía.
Es como si se cobrara unos intereses antojadizos, quitándonos un gran trozo de territorio de razón que era justicieramente nuestro…
Termina llevándoselo para no regresarlo jamás.
Es una venganza dolorosa e inexorable de la realidad.
Se huye por el lado fácil, tratando de esquivar el conflicto sobre la hora próxima, avanzando a ciegas… sin saber a donde se va.
Acaso porque, realmente,… no se va a ningún sitio.
Cuando se trata de lograr la grandeza de una nación, nada más fecundo que el realismo. De él, huyen los demagogos y los populistas.
Escapan del realismo.
Es éste y únicamente éste, el que discierne sobre lo que hay que concentrarse y sobre lo que hay que evitar. El que señala el rumbo a seguir en medio del caos que los hechos normalmente imprimen en la mente, el que no se deja engañar por las apariencias, el que va directo al fondo de los conflictos.
Y esto es, justamente, lo que genera los resultados positivos, porque las cosas se van transformando en la medida en que se obra sobre su naturaleza auténtica.
Y allí está es lo que nunca puede lograr la mentira o la falta de realismo, que terminan siendo… la misma cosa.
Ella es incapaz de modificar positivamente el medio circundante por la sencilla razón de que éste no responde a medidas que nada tienen que ver con su genuino ser.
La vida tiene leyes que rigen su funcionamiento, sobre las cuales, la voluntad humana no tiene ninguna influencia. Aunque crea tenerla
Las cosas son como son, … y el hombre con respecto a esto, puede adoptar sólo dos actitudes, que son la de respeto o la de rebelarse.
Si se inclina por la primera, todo lo que es posible y se proponga lo alcanzará, si opta por la segunda, la propia naturaleza se encargará - a plazo quizá incierto pero inevitable en cuanto a su advenimiento - de tomar represalias por esta alteración, castigo que, no obstante la multiplicidad de sus manifestaciones, ostenta un signo común :
El regreso al punto de partida … y la esterilidad.
La esterilidad o la fecundidad, son las dos consecuencias fundamentales de ser rebeldes a la verdad, o de ser profundamente esclavos de ella.
Las épocas de declinación de un Estado siempre fueron tiempos de mentira y vulgaridad. Por el contrario, cuando suena la hora luminosa que comienza a surgir un gran Estado, el realismo, el talento, la originalidad, florecen en una venturosa comunión con la vida.
Ahí se puede ver, el espectáculo de los hombres que se entregan con fervor a sus leyes y la forma en que ellas les retribuyen con mil dones que acrecientan, de un modo maravilloso, las fuerzas transformadoras que todos tenemos.
¿ Qué derecho tienen a hundir la República si no es solo el de explotar en forma desalmada estas trágicas falencias de la democracia porque saben que, pese a cualquier cosa, siempre ha de ser preferible para la gente asistir a un hundimiento que caer en el totalitarismo o a la dictadura ?
¿ Y cómo estar seguros de que no nos arrojan justamente a esa ciénaga ?
Elegir es discernir.
Discernir es comprender.
Comprender es dominar las leyes que rigen las cosas.
Aquellos que tienen la misión de transformar muy respetuosamente la realidad , dándole, a cada paso, la razón que ella tiene, deben entonces enfrentarse a la necesidad de elegir para poder realizar sus aspiraciones.
Pocos hechos demuestran más acabadamente el debilitamiento de la voluntad y la lucidez de los dirigentes de una nación, que su intento por lograr, simultáneamente, metas que son contradictorias entre sí.
Sería ciertamente mucho más grato, más cómodo y más fácil, si por un arte milagroso todo lo que deseamos pudiera lograrse sin tener que pagar por ello ningún sacrificio.
Para desgracia o para ventura nuestra, la vida no tiene piedad de los sentimientos humanos… y sus leyes casi nunca respetan los deseos de los hombres.
El que quiere algo… debe estar dispuesto a pagar el esfuerzo requerido, esfuerzo que siempre implica renunciar a otra finalidad.
Cuando así no sucede, es porque el espíritu de los dirigentes no ha llegado a aquel grado de evolución que les permite distinguir tajantemente entre el mundo de la fantasía y el mundo de los hechos tal cual son.
Esta es una distorsión tan grave para el que tiene a su cargo los difíciles trabajos del gobierno, que ningún Estado puede salir adelante con una dirección tan incompetente.
Cuando los que dirigen manejan realidades pero sólo tienen en la cabeza abstracciones, el resultado no puede ser otro que una catástrofe.
Si se ve claro la dolorosa alternativa que plantea toda elección, pero se actúa como si no se la viera, se entra en el terreno resbaladizo de la demagogia, cuya naturaleza esencial es negarse de antemano a un planeamiento realista de los problemas cruciales.
Las herramientas del populismo y la demagogia, sostenidas por esos tres pilares negros, pueden durar bastante tiempo… por mil razones.
Por la mansedumbre social, por no querer caer en una dictadura, por el miedo a las mayorías equivocadas, por la necesidad de creer en algo.
Pero un pueblo cuyos gobernantes están entregados a la demagogia está hipotecando continuamente su futuro.
Vive del capital y no de las rentas, destruye sistemáticamente los pilares espirituales y físicos que hacen a una sociedad sana y pujante.
El desorden, la anarquía y el hundimiento de la nación, son los frutos naturales de esta política propia de los tiempos decadentes.
Lic. Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo. com.ar
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