domingo, 18 de noviembre de 2007

MIENTRAS DURE................

PANORAMA SEMANAL

MIENTRAS DURE LA CEGUERA…

Por Gabriela Pousa (*)




“Los únicos límites son los de tu mirada” Voltaire

La reelección encubierta que significó la última elección y el triunfo de Cristina Kirchner en la Argentina, fue corroborada una vez más, al conocerse en los últimos días, quienes integrarán el gabinete nacional. En rigor de verdad, la permanencia de los actuales funcionarios de Néstor Kirchner vuelve a ratificar: 1) Qué no hay cambio alguno en materia política 2) El magro cuadro de hombres de confianza que posee el matrimonio presidencial 3) Qué cualquiera puede aspirar a un ministerio sin importar cual sea. La idoneidad y el conocimiento no son requisitos indispensables en todos los casos. Así se explica, por ejemplo, que una tardía licenciada en Ciencias Políticas se ocupe, desde el próximo 10 de Diciembre de la salud de los argentinos. La sorpresa que generó el nombramiento de Martín Lousteau al frente de Economía, sólo puede justificarse por la formación pertinente que detenta puesto que, si bien se mira, en los últimos años, el Ministro de Economía de la Argentina ha sido el mismísimo Presidente.

Lo cierto es que mucho ruido y pocas nueces, generó el futuro gabinete. Cristina Fernández de Kirchner logró lo que ningún otro mandatario: tuvo su primera crisis política (crisis ministerial) antes aún de asumir el cargo. De la noche a la mañana debió llenar casilleros para evitar que los conflictos internos terminen jaqueando lo que aún no había ni ha empezado, al menos en lo formal, es decir su mandato. No es un dato menor esta premura y este apurar los tiempos. Desde la elección hasta la fecha, el panorama político se ha ensombrecido aún más, y los problemas no resueltos durante la gestión de su marido le comenzaron a estallar sin solución de continuidad a la Primera Dama. También es cierto que la responsabilidad de toda esta “previa” no es ni más ni menos que culpa de Cristina. Si la senadora se hubiera mantenido al margen de la administración de Néstor Kirchner hubiera sufrido menos el cimbronazo que generó, por ejemplo, el desdén y la demagogia con que se manejó el tema Botnia.

Sin contemplar los tiempos constitucionales ni un protocolo mínimo, la Presidente electa asumió por su cuenta y se puso a la par del jefe de Estado jugando un rol que no le corresponde pero con la impunidad que da formar parte de la estructura de poder en un país donde las reglas se ignoran o se violan sin consecuencias. Basta observar el manejo de Cristina Fernández de Kirchner durante la Cumbre Iberoamericana en Chile. Obró como una suerte de Presidente paralela. La transición así, es sólo una cuestión cronológica ya que la gestión de la dama comenzó, posiblemente, antes de que la ciudadanía pudiera darse cuenta.

Este debate fútil sobre la permanencia de funcionarios de la talla de Guillermo Moreno o de Hugo Jaime no encuentra mucho fundamento si se considera la trayectoria que han tenido otros hombres que seguirán al frente de los ministerios. De hecho, el ministro más cuestionado y sospechado de la gestión kirchnerista, Julio De Vido, se perpetúa en su cargo con un “sorprendente” apoyo de gran parte del arco empresario. El Caso Skanska, sin ir más lejos, pasará a ser material preeminente recién cuando los Kirchner queden fuera del tablero. Hoy por hoy, la causa no sólo quedó sin acusados ni detenidos sino que no posee siquiera juez ni fiscal que la movilice. Estos son los “éxitos” de Néstor Kirchner. Paralizó las instituciones de manera tal que, todo aquello que lo salpique quedará en el más absoluto silencio, perdido en la noche de los tiempos.

No es difícil vaticinar un próximo gobierno caracterizado por el mutismo y la metodología de un manejo discrecional de los temas y las noticias. La estrategia de acallar los problemas le ha dado resultado al Presidente, habrá que ver cuánto tiempo más se mantienen. Hay que considerar también que, la “jurisprudencia” devela el misterio como estrategia haciendo que se prevea cómo será la gestión Cristina, con sólo observar el pasado. Así como Néstor Kirchner comenzó, desde su asunción misma, con una suerte de campaña proselitista para armarse de poder, su esposa parece estar convencida de que este nuevo período presidencial es o debe ser un pasaporte a la reelección indefinida. No debe asombrar que comience apenas asuma con inauguraciones de obras públicas, anuncios de nuevas infraestructuras y un remarcado énfasis en la política de Derechos Humanos que les ha sido funcional durante los últimos 4 años. La fotografía de la futura Presidente con las Madres de Plaza de Mayo o en el predio de la ESMA será un hecho en las portadas de los diarios apenas asuma. Y en breve, Santa Cruz será otra beneficiada por la actual Primera Dama.

En otro orden de cosas, el país parece estar dispuesto a mantenerse en las polémicas de entretenimiento. Es decir, la oposición hasta la fecha no ha dado signos de madurez y de seguir debatiendo la cuadratura del círculo le regalará otra vez, 4 años más, a los Kirchner en el poder. Lamentablemente, el pueblo argentino ha demostrado que no tiene interés en saber el patrimonio de sus funcionarios ni el nivel de vida que éstos poseen y si acaso pueden o no costearlo. No ha habido reacción social ante evidencias concretas de enriquecimientos ilícitos: ni las imágenes de fastuosas mansiones ni la revelación de investigaciones que hablan de cuentas abultadas ha causado estupor en la ciudadanía. Debatir si Elisa Carrió vive de dádivas o si el Jefe de Gabinete vive acorde a sus ingresos es una utopía y una pérdida de tiempo en la Argentina. Puede que no deba ser de esa manera pero la realidad es inexpugnable. El individualismo de la dirigencia hizo mella en la calle. Cada cual atiende su juego y la crítica sin denuncia concreta distrae sin aportar un ápice al desarrollo de un país en serio. Esta claro que hay funcionarios que no deben serlo, que la democracia implica una alternancia de fuerzas en el escenario político, que la ética y la prolijidad debería ser una regla inamovible de juego pero, la administración Kirchner demostró que las “excepciones” sirvieron a los fines de un matrimonio. De allí que esperar cambios en el manejo o en la metodología política no encuentra demasiado asidero.

Posiblemente sea interesante observar lo sucedido con los mandatos de Carlos Menem. Una primera Presidencia que enarboló como bandera proselitista la convertibilidad, y ésta que le dio el triunfo en los siguientes comicios. Hasta ahí, la tregua. No se le facturó a Menem en la reelección la ostentación, la pista de Anillaco ni la “pizza con champagne”. Tampoco se le facturó a Néstor Kirchner ahora la corrupción, la falta de institucionalidad y el poder hegemónico que construyó. En rigor, ambas reelecciones (la de Menem y la de los Kirchner hoy) se caracterizaron por un pueblo que hace la vista gorda a los problemas en pro de un modelo económico que le vino cómodo. El 85% de quienes emitieron sufragio el pasado 28 de Octubre lo han hecho por similares parámetros si tenemos en cuenta los equipos de los principales candidatos (Javier González Fraga, Alfonso Prat Gay, ahora por el oficialismo el “heterodoxo” Martín Lousteau) No había grandes divergencias en el fondo, sí en las formas claro. La gente tiene termómetro propio para facturar, pero la vista se agudiza tarde o temprano. Así fue como, culminando el segundo mandato, la gente comenzó a demandar lo que no se le había dado y a ver en la “fiesta” menemista un exceso de gasto. Puede que este sea el camino que ha de seguir el kirchnerismo con una salvedad. Kirchner ha superado el método de su antecesor en la forma y en el fondo. Una cosa es realizar negocios teniendo de pantalla al gobierno y otra es hacer que el gobierno mismo sea el negocio.

De todos modos, todavía no comenzó formalmente el segundo mandato del matrimonio, y la ceguera colectiva es aún un mal que ha de durar, al menos mientras el corto plazo aventure un buen verano.

(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade) y con postgrado en Sociología del Poder en Oxford University, es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de la autora, quien se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.


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