lunes, 11 de agosto de 2008

CLASE MEDIA

Clase media: ¿muro de contención contra el socialismo? (I)


Los socialistas han tomado el poder en siete países de América del Sur a los que se sumará dentro de poco Paraguay. Las primeras cabezas de Brasil, Chile y Uruguay, también los son pero no tanto, quizás nada, convencidas, con seguridad, de que la ideología es un éxtasis que no cuenta a la hora de gobernar, credo al que siempre aluden los que se encuentran inmersos en la pendiente de un tobogán intelectual. Es la diferencia que existe entre los pueblos que son conducidos por blabletas que se desgañitan y engañan desde las tribunas públicas efectuando perpetuas invocaciones hacia un destino de grandeza y aquellos otros que no tienen necesidad de escuchar promesas porque viven realidades.

La dirigencia socialista argentina actual -la que se encuentra en el poder y la que con leves variantes aspira a sucederlo, incluso la de un indefinido centro-social white collar que gobierna esta ciudad- tiene por norma quejarse del imperialismo norteamericano al que imputa orquestar golpes de Estado y continuas desestabilizaciones económicas e institucionales. Sus integrantes, nacidos en los 40 y 50; malformados sus mentes en los 60; agentes comunistas de la revolución castroguevarista y ricos exiliados en los 70; defensores en los 80 de la democracia que quisieron clausurar a sangre y fuego diez años antes; aborrecedores de los 90, y jueces estalinistas en el 2000, se encuentran en plena tarea de llevar a la práctica la teoría que dicen sustentar. Le va bien. Al pueblo, creemos, no tanto: “Por los frutos los conoceréis”.

Al encontrarse ausente un partido de oposición que enfrente desde el Congreso las prácticas populistas, estatistas-dirigistas-prebendarias, despilfarradoras de los dineros públicos, antimilitarista, exaltadora de todas las revoluciones marxistas en el mundo a través del canal televisivo del ministerio de Educación, pro indigenista y de prácticas sexuales “diferentes”, garantista delincuencial, y en los últimos tiempos defensor del libre consumo de droga, el único parate notorio que pueden tener esas experiencias disociadoras son las clases medias, ya que, al no tener por costumbre el suicidio, tarde o temprano suelen presentar batalla, incluso, aunque en forma tibia, frente a los “ejércitos de camisas negras o rojas” sostenidos con fondos estatales para defender la “revolución” que creen fue abortada el 24 de marzo de 1976.

Hace dos años CORREO DE BUENOS ARES advirtió que “cuidadores de platas exóticas habían desfilado por la avenida Corriente entremezclados con entidades murgueras”. La población se enteró después que un juez había citado al jefe de la Policía Federal para inquirirle si estaba al tanto de que bandas de narcotraficantes extranjeros se mataban por el negocio de la droga en las villas miserias. Y quien dice Policía Federal dice ministerio del Interior, y quien dice ministerio del Interior dice el Ejecutivo. Actualmente, ciertas versiones indicarían que organizaciones que defienden al Gobierno y que cuentan con incuestionable laissez faire Rosado, judicial y legislativo para sus actividades, estarían haciendo acopio de armas en algunos barrios como el de Congreso con el objeto de “defender la democracia” en los tiempos por venir si es que la situación toma un cariz no deseado por los cultores del “campo nacional, popular y antiimperialista”. La ecuación estaría en condiciones de cerrar visto que para la represión de opositores en gran escala el Gobierno ha mostrado su inoperancia y temor por las consecuencias que ese accionar podría despertar en la población como sucedió en Gualeguaychú después del arresto de Alfredo De Ángelis por parte de la Gendarmería, y que, además, las Fuerzas Armadas se encuentran en estado vegetativo. También porque el largo trecho que media entre las villas miserias del conurbano y la simbólica Plaza de Mayo retarda la llegada de los grupos de choque para el instante en que se los necesita.

Difícilmente pueda afirmarse los concurrentes a las multitudinarias manifestaciones en apoyo a los agropecuarios en su declarada guerra contra los Kirchner, estaban en un todo de acuerdo con la dirigencia rural en su parada contra la evidente estafa que intentó implementar el Gobierno con el aumento de las retenciones móviles a las oleaginosas. La mayoría aceptó a regañadientes el pecaminoso corte de rutas a los que siempre se había opuesto a la par que se contentaba por el deterioro del Gobierno; otros debieron soportar en el escenario del acto que se llevó a cabo en Rosario la presencia de una Madre de Plaza de Mayo, y todos escucharon absortos los continuos mandobles del presidente de la Federación Agraria que llegaron hasta la médula espinal de la misma Sociedad Rural por su pasado de tolerancia y colaboración con los militares (mejor hubiera sido explicar qué empresarios, sindicalistas, jueces, periodistas o guerrilleros capturados -y de los otros- no fueron capaces de encandilarse con esa oferta). Y los menos, luego de la victoria, aceptaron como una nota de color la entrega de ganado al Raúl Castels por su “participación” en las movilizaciones, no obstante otro hubiera sido el cantar la votación en el Congreso se hubiese perdido. Lo cierto es que en esos cuatro meses de escaramuzas por la Casa Rosada pasó un temblor que se hizo sentir hasta en Santa Cruz.

La nueva fiesta está próxima a terminar. La reseca comienza a hacer estragos. Y muchos compradores de plasmas, cero kilómetros que duermen en la calle, celulares de lujo para el “Hola, ¿todo bien? ¿Qué hiciste ayer?” y cultores de la comida delivery se preguntan por qué habremos bebido tanto y ahorrado tan poco. Ahora llegan los servicios con aumentos y el máximo prócer cobra el quince por ciento de interés por los papeles basura que emite el Gobierno cuando otros países consiguen financiamiento a la mitad de ese valor. Desde un disco de 33 RPM, Rafaella Carrá, imperturbable, eterna, canta: “Fiesta, qué magnífica la fiesta”.
(continuará)
SALINAS BOHIL

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