domingo, 3 de agosto de 2008

EL RETROCESO

La Argentina fue otrora una Gran Nación. Le otorgó al conocimiento universal cinco premios Nóbel. Ningún país de habla hispana, aún nos ha superado, incluyendo a Brasil por su proximidad y estatura continental. En la década del cincuenta, los españoles, leían sus clásicos, porque se los editábamos nosotros. Pudimos alcanzar cualquier meta. Ausencia de problemas étnicos ó religiosos. Los cuatro climas y una geografía de privilegio. Cuando conocí los polders holandeses, recuperados del océano, compuestos por tierra arcillosa y gris, producto de una lucha titánica contra el Mar del Norte, en los que se las ingeniaron para desarrollar sus cultivos, recién comprendí la bendición celestial que nos había tocado en suerte. Pero también pude apreciar otros comparativos, en la entonces Unión Soviética, sobre todo en Ucrania; la tierra más rica del orbe. Advertí la inconsistencia del socialismo, en el que convivían por un lado, el politburó del partido, con lujos desmesurados y una población que ya era famélica desde el tiempo de los zares. El país más con mayor abundancia de suelos fértiles, sumido en la miseria más incomprensible. Dicen que nos parecemos a los uruguayos. Por el tango, la tonada y cosas así. Nade de ello es cierto. Sólo son nuestros vecinos. Nuestras similitudes son aparentes. Uruguay, al igual que Chile, es un país pobre que no puede dilapidar sus pocos y limitados recursos. Por ello, estos "terroristas retirados" que lo gobiernan, continúan un trazado, equivalente al que los militares delinearon hace décadas. No nos parecemos a ellos en nada. Sólo en lo folklórico. Con capitales argentinos y el acertado imaginario de un judío, desarrollaron su industria más pujante: el turismo. Hoy tiene estatura internacional. Nosotros que conocimos el esplendor, el buen gusto y las buenas formas, sólo contamos con vestigios de ese pasado, que hoy se ha transformado en un mero recordatorio. Nuestro parecido sustancial es con los rusos. En ellos debemos encontrar a nuestro modelo. Nuestro espejo. Hasta hace una década, el País más rico del mundo, con el más alto índice de la indigencia en paralelo. Retornándo a lo nuestro, a comienzos de los sesenta desarrollamos la industria automotríz, la metalmecánica, la agrícola, la nuclear y por último, la más importante de todas ellas: La de la investigación científica. Salvo en el pequeño poblado de Sunchales, en el centro de Santa Fé, no he visto en otra parte de la Nación, un busto en homenaje a Don Arturo Frondizi. El Hombre. El Estadista. El que gobernó para la siguiente generación. El que desarrolló el polo petroquímico de la Patagonia. El que conectó la Mesopotamia con el resto de la Patria, a través del túnel subfluvial de Santa Fé- Paraná. El que logró el autoabastecimiento petrolero y siderúrgico. El que consolidó la instrucción universitaria privada, para descomprimir a la pública. El que desarrolló el complejo de Fabricaciónes Militares. Y que recibió como ofrenda y recompensa por todo ello, más de treinta pronunciamientos castrenses. En fín. Tal vez el único Presidente Argentino que hizo tanto por tan poco. A través de él tuvimos una oportunidad. Malograda por un concurso de imbéciles, del que formaban parte, los propios militares de entonces, los peronistas y el partido radical. Respecto de lo que había que hacer en nuestro Sur, accionó los planes ideados por Ramos Mejía, en la década de 1880. Tenía en alta estima a los Conservadores, porque áunque antipopulares, supieron como tramar el armazón de un futuro promisorio. De la mano de Don Arturo, conocimos algo de una trascendencia, que ningún historiador atinó todavía a resaltar: De lo que somos capaces, detrás de un conductor. De un Intelectual en serio. Una oportunidad similar y anterior, se perdió el 4 de junio de 1943. Las elecciones serían en unos meses. El candidato del gobierno era Robustiano Patrón Costa. Un morocho con ideas. En la mierda esa de los bosques salteños, desarrolló un complejo de proporciones, como el San Martín del Tabacal. Imagínense si le hubieran conferido la responsabilidad de administrar un País, que era inmensamente rico, liquido en reservas y con todo por hacer. Por eso Amigas y Amigos, reconfortémosnos con la idea, que si lo pudimos hacer una vez, podremos intentarlo de nuevo. Lo que tenemos hoy es un Retroceso. Será pasajero. Nuestra propia decadencia ha creado hace más de sesenta años, un monstruo, que aún está vivo: El Justicialismo. El de Perón. El de Menem. El de Duhalde y el de éste Néstor. Terminará como la novela de Mary Shelley y su creación de la criatura: Frankenstein. Su hacedor ya murió en 1974. Sus diseños humanoides están atrapados en el castillo. La hoguera los consumirá a todos ellos. Pronto. Muy pronto. Cordialmente Lucio Catano (h).-



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