domingo, 17 de agosto de 2008

LA MENTIRA....

La mentira indigna
No recuerdo en mi corta vida (28 años), a un solo gobierno que no haya mentido al pueblo en mas de una ocasion. Militares, Radicales, Peronistas, Alianzas... La mentira indigna.

Por Agustin de Azcuenaga

La mentira degrada. Sitúa a la persona engañada en un nivel más bajo que el mentiroso. El mentiroso es astuto, vivo. El engañado es ignorante, tonto. De esta manera, el mentiroso ejerce un cierto control sobre el engañado. El engaño mismo funciona como medio para someter a aquéllos que carecen de herramientas para descubrirlo. La mentira indigna.

La política argentina está asociada directamente (y creo, sin error) con la mentira. Campañas mentirosas, encuestas mentirosas, políticas mentirosas, actos mentirosos, discursos mentirosos... No recuerdo en mi corta vida (28 años), a un solo gobierno que no haya mentido al pueblo en más de una ocasión. Militares, Radicales, Peronistas, Alianzas... La mentira indigna.

Por supuesto, en un país subdesarrollado, con una gran parte de la población carente de recursos educativos y culturales, necesidades básicas insatisfechas, como la alimentación, el trabajo y la vivienda digna, se hace fácil mantenerse en el poder mintiendo. Cuando estas necesidades no son cubiertas, y la desesperación invade a los más carenciados, cualquier promesa es válida, cualquier acto de caridad es bienvenido, cualquier plan "trabajar" es recibido como una salvación. La mentira indigna.

Pero la mentira tiene sus desventajas. No puede sostenerse por sí misma, por lo tanto necesita de más mentiras para su sustento. Es este proceso el que tarde o temprano hace caer a la mentira. Cuando el vaso rebalsa, no hay forma de contener al líquido. Y la mentira escurre como el agua cuando es descubierta, y se convierte precisamente en un baldazo de agua fría, que nos despierta de forma desagradable. La mentira indigna.

Después de tantos años de mentiras, con los mismos protagonistas que sólo cambiaron de papeles sin resignar un lugar en el poder, el vaso ha rebalsado. Tantos engaños acumulados, algunos más elocuentes que otros, han dejado a la mentira en una posición ridícula. Es insostenible. Es evidente. Nos mienten sobre una realidad que nos explota en la cara. Imposible de creer. En este caso particular, el del descaro de quienes engañanan, la mentira indigna.

El pueblo quiere honestidad. Necesita honestidad. La verdad, por más descarnada que fuera, sólo inspira confianza hacia quienes la profesan. Ese tiene que ser el pilar básico de acción. Decirle la verdad a la gente es ponerse de su lado, hacérle saber que se está consciente del problema y dispuestos a solucionarlo. Y el pueblo siempre reconocerá a la honestidad de un gobernante como una virtud, cuando en realidad no debería serlo. Pero es tan rara la honestidad en estos tiempos que, cada vez más, la mentira indigna.

En los últimos tiempos, las mentiras descaradas del gobierno nacional, ya pasaron a ser algo parecido a un número de comedia. Nadie les cree. Los números del INDEC, los actos "multitudinarios", las quemas de pastizales, las actitudes desentendidas del matrimonio K, las contestaciones soberbias e irónicas; son algunas de las estrategias para mantener el poder. Pero el pueblo ya les demostró que no come vidrio. Porque la mentira indigna.

Hasta se osó tratar de golpistas a ciertos sectores productores, que hacen al patrimonio más grande de nuestro país, por reclamar el diálogo para llegar a un acuerdo. Y el pueblo una vez más, le demostró a sus gobernantes, que la gente sí aprende de sus errores: nadie pidió un golpe, nadie pidió una renuncia, nadie pidió una destitución. Se ahogaron en un vaso de agua. Porque la mentira indigna.

La llave para abrir la puerta que separa al gobierno nacional del pueblo, la tienen los mismos gobernantes. Ellos son los únicos que pueden revertir esta situación. Sólo deben dar vuelta la página y comenzar a escribir con la verdad. Construir confianza no es tarea fácil hoy para un gobernante, pero puede convertirse en un imposible si no se apela a la total honestidad. El pueblo quiere ser escuchado. El pueblo quiere ser entendido. El pueblo no quiere más mentiras. Porque la mentira indigna.

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