lunes, 26 de abril de 2010
UN PAÍS EN SERIO
ESPIONAJE, INSULTOS Y FALTA DE CORDURA
¡Qué semana!
Por Malú Kikuchi
¿Puede un país entrar en estado de locura explícita y seguir funcionando mal, pero funcionando como si nada pasara? Si, Argentina K es la prueba.
Los K han puesto de moda la conjugación del verbo “espiar”. Yo espío, tu espías, el espía. Nos espían, ellos espían. Intervienen teléfonos, “hackean” correos electrónicos, y cada tanto aparece un espía profesional como Ciro James y ahora Roberto Larrosa.
Argentina K es la envidia de James Bond y el que no es espiado no existe políticamente. El espía, si viene del incorrecto lado del arco opositor, es rápidamente desenmascarado y oficialmente acusado. Del lado del gobierno, espiar es considerado lógico. El problema es que a todos, espías y espiados, les parece normal. No lo es.
Así como no es normal en ningún país del mundo civilizado espiar a todo aquel que significa algo en la sociedad, tampoco se usa en ningún lugar que la presidente, ministros, políticos y representantes de algunos sectores insulten al que moleste por la razón que fuera.
La presidente llama al vicepresidente, “croupier”. Todos los FPV llaman a Cobos, “traidor”. Aníbal Fernández le dice a Pino Solanas “cachivache”, Pino le contesta que es un “ministro delincuente”.
Sin olvidar que Aníbal Fernández le dedicó su atención ultrajante a Elisa Carrió calificándola de “pirucha”, y que “no tiene todos los patitos en fila”. Llamó a Macri y a De Narváez, “vagos”. ¡Qué boquita! ¡Y es el jefe de gabinete de ministros!
De los dichos de D´Elía hacia todos los que no piensan como él, y de las declaraciones de Hebe Pastor (el ex marido le tiene prohibido usar su apellido, Bonafini), para no avergonzar al lector, no se repiten.
Es irritante vivir entre espionajes reales e inventados, insultados diariamente por gente a la que la ciudadanía le paga un sueldo para que trabaje por el bien común. Un bien que en la Argentina K, ha sido mal privatizado, en beneficio de unos pocos y en detrimento de los más.
Al espionaje generalizado y a los insultos de cada día, se le suman actitudes francamente fuera de toda normalidad. Dicen que la locura es contagiosa y todavía no hay vacuna que la prevenga.
Los asambleístas de Gualeguaychú, incumpliendo todas las normas nacionales e internacionales, desde hace 4 años, por Botnia, cortan el puente que une la ciudad entrerriana con Fray Bentos.
A pedido de los asambleístas, el gobierno K recurre a la Corte de Justicia de La Haya, cuyo fallo es inapelable. Es la única vez que Argentina lleva a La Haya un conflicto internacional.
La Corte falla a favor y en contra de los dos países. Al Uruguay le dice que incumplió con el tratado del río Uruguay y a Argentina le dice que Botnia no contamina. Los asambleístas no aceptan el fallo.
Los que insistieron para que la Corte de la Haya juzgara, le hacen un corte a la Corte y continúan con el corte del puente “hasta las últimas consecuencias” (¿qué quiere decir eso de las últimas consecuencias?) Todo esto es un claro acto de falta de cordura.
Lo que los periodistas políticos no se animan a responderle al jefe de gabinete de ministros, lo hizo Amalia Granatta, hasta ahora famosa por su espectacular físico. Con altura, sin medir las palabras y con una verdad que conocen todos los que habitan Argentina, pero oculta el gobierno, Granatta, dejó malparado a Aníbal Fernández.
Platón decía que todos los males de la República venían de que cada cual no se ocupaba de los suyo. Algo raro sucede cuando una panelista de espectáculos reemplaza, con honores, a los periodistas especializados en política. Suena a locura. ¿Será?
Argentina forma parte del FMI. No le pide dinero prestado y no le debe nada. Pero para estar dentro del FMI hay que permitir que el fondo audite las cuentas del país. Y eso es algo que los K no están dispuestos a permitir. No es cuestión que se haga público que el INDEC miente descaradamente y que la plata de los contribuyentes no va a parar a donde debe, sino a lugares inconfesables.
Pero para salir del default, no basta con el canje a los hold out, hay que pagar la deuda con el club de París. Para eso el FMI debe auditar las cuentas y Argentina se niega. En reunión internacional, Boudou aclara: “no vinimos aquí a buscar una revisión ni está en nuestra agenda el hacerlo”.
Si no se hace, no se sale del default. Si no se sale del default no hay posibilidades de recibir las inversiones que el país necesita. La falta de coherencia y el querer cambiar las reglas internacionales como lo hacen con las locales, es infantil, es ilegal y no lleva a ninguna parte.
Hebe Pastor, denunciando a Cobos por traidor en Comodoro Py, llevando la bandera de los DDHH es el paradigma del disparate. Los humanos tienen derechos, por el hecho de ser humanos, sin tener en cuenta género, edad, raza, religión, inclinación sexual o ideología.
Politizar los DDHH, además de bastardearlos, es demencial.
Y ahí entran los periodistas de Clarín escrachados en afiches anónimos, que serán juzgados en la plaza pública por “mamá Hebe” dueña absoluta de la única verdad revelada, jueza inapelable, apologista del odio.
¡Cómo para no estar locos con esta madre nacional!
Y los hijos de Ernestina Herrera, víctimas por ser huérfanos (de desaparecidos o no), afortunados por haber encontrado un hogar, que tienen que salir públicamente a defenderse, para no seguir siendo víctimas de una venganza sin sentido.
Y el escrache a Hilda Molina en la feria del libro donde no pudo presentar “Mi verdad”, porque entre estudiantes de la UBA, asociaciones de izquierda y cubanos fidelistas, no le permitieron olvidar la intolerancia de la feroz dictadura cubana.
Todo en una semana. ¡Es mucho! Y eso que fue una buena semana para el arco opositor; el congreso empezó a moverse y a intentar ponerle límites constitucionales al ejecutivo.
El poder judicial dio algunos pasitos tratando de buscar justicia en varios casos. Pero no basta. Volver de la locura a la salud mental, cuesta. Es un largo camino. ¿Podrá Argentina salir de la sinrazón y volver a ser simplemente, y en serio, “un país en serio”?
De nosotros depende.
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