martes, 28 de septiembre de 2010
DOS EN UNO
Dos hechos que sucedieron en Nueva York y que nos involucran como argentinos llaman a otras tantas reflexiones.
Por Carlos Mira (*)
El primer caso se refiere a la felicitación del presidente Barack Obama a las Madres de Plaza de Mayo, en su discurso ante las Naciones Unidas. Surgen frente al hecho dos consideraciones. La primera es la duda acerca de si el presidente norteamericano sabrá que algunas de esas madres que ayer merecieron su reconocimiento celebraron brindando con champán el derribamiento de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001; y la otra es si estará al tanto también que los hijos de esas madres -y hoy en día muchas de ellas también- lucharon y luchan para ver desaparecido de la faz de la Tierra los valores y las ideas que el país que él preside representa.
Se trata de dudas profundas que, según sean sus respuestas, provocarán consideraciones diferentes.
En el caso que el presidente desconozca las celebraciones de las madres por la tragedia que su país vivió hace nueve años, la reflexión pasa por una preocupación retórica que consiste en preguntarse si los EEUU en general y Obama en particular, tienen un entendimiento cabal de lo que ocurre fuera de sus fronteras, en América Latina en particular y, en particularísimo nivel, en la Argentina. Si la conclusión es que no lo tienen, los temores se profundizan cuando se trata de interpretar cómo ese país procesa los conflictos regionales y las ocurrencias de los países y gobiernos del hemisferio.
Si en cambio, el presidente Obama estaba al tanto de las celebraciones que hacían las Madres cuando más de 3000 inocentes morían como consecuencia de los atentados a New York y Washington, habrá que concluir que es siempre la democracia, la libertad y sus líderes los que están dispuestos a tender una mano de conciliación a los que representan el totalitarismo, la agresión, la servidumbre y el odio. Nunca es al revés, quienes buscan la imposición de un régimen de esclavitud, jamás dan un paso atrás, jamás concilian, jamás aflojan sus garras de violencia. Será en aras de una diplomacia que muchos considerarán hipócrita, pero en definitiva, es siempre la democracia quien está dispuesta a conversar y es siempre el totalitarismo quien está dispuesto a matar. Los partidarios de la servidumbre interpretan esas palabras de conciliación de la democracia como manifestaciones de su debilidad y, en todo caso, aprovechan para arremeter con mayor violencia aun. Que nadie se engañe acerca de que esos ejemplos de civilización serán aprovechados para construir un mundo más apacible.
El segundo caso tuvo como protagonista a la presidente Cristina Fernández. En una aparición ante algunos periodistas, Cristina, en lo que seguramente fue un adelanto del contenido de parte de su discurso ante la Asamblea General, dijo que “no podía ser que los países no cumplieran con las resoluciones de la ONU y que ese incumplimiento era aun mucho más grave cuando provenía de naciones que integran el Consejo Permanente de Seguridad”, en una obvia alusión a Gran Bretaña por el conflicto de las Malvinas.
No sé si la Presidenta se estaba escuchando a sí misma mientras pronunciaba esas palabras, o si tuvo la oportunidad de hacerlo luego en algún resumen de noticias que su gente de prensa le haya preparado. Pero al escucharla uno no podía dejar de emitir una ligara sonrisa y tampoco evitar preguntarse: ¿y por casa cómo andamos?
Porque la verdad que escuchar a CFK toda ofendida porque Gran Bretaña no cumple con lo dispuesto por las resoluciones de la ONU cuando su gobierno declara publica y orgullosamente que no piensa acatar ni dar cumplimiento a los fallos de la Corte Suprema de Justicia que ordenaron reponer al Procurador Sosa en su cargo en Santa Cruz, causa gracia.
En realidad uno se pregunta cómo no se dan cuenta hasta qué punto la decisión del gobierno de no cumplir con la ley y la Constitución debilita, de aquí en más, toda postura oficial que pretenda asentarse en la fuerza de la ley para hacer cumplir lo que al gobierno sí le interese que se cumpla, como en este caso son las resoluciones favorables a la Argentina que dictó la ONU.
Y ello con el agregado de que, en el orden internacional, sí estamos, en realidad, frente a un orden jurídico muy sui generis de alcance voluntario, en donde no existe el nivel de aplicabilidad de la ley que es típico de los órdenes jurídicos internos de los países. Esto es, en el orden internacional, la capacidad de un país para hacerle cumplir a otro lo dispuesto por una resolución de la ONU, es muy relativa. En cambio se supone que en el orden jurídico interno, las leyes y las sentencias de los tribunales, deben acatarse y cumplirse porque de lo contrario se ponen en funcionamiento mecanismos de fuerza para que lo dispuesto legalmente se cumpla.
Por ello resultó bastante bizarro escuchar la queja ofendida de la presidente por la conducta inglesa cuando el gobierno que ella preside se ha declarado en rebeldía frente a lo resuelto por el máximo tribunal de justicia del país, que como ella dijo respecto de los países que integran el Consejo de Seguridad, debería ser el primero en dar el ejemplo de cumplimiento.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Carlos Mira por gentileza de "Economía para Todos"
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