viernes, 24 de septiembre de 2010

PEDRO MERCADO


EL MAYOR PEDRO MERCADO

Por Carlos Manuel Acuña


El mayor retirado Pedro Mercado habló hace unas horas frente a las escalinatas de la Jefatura del Estado Mayor del Ejército y sede del ministerio de Defensa. Rodeado de su familia y un grupo de hombres y mujeres argentinos, lo hizo por medio de un micrófono que llevó su voz hasta los despachos de sus camaradas en actividad que pudieron escuchar detalles de la situación de los que están presos, en tanto quienes lo respaldaban con su presencia crearon un cementerio simbólico mediante cruces identificatorias de los muertos políticos en las cárceles argentinas. Más de un centenar de militares y hombres de las Fuerzas de Seguridad, ancianos enfermos y privados de su libertad o impedidos de estar en sus domicilios pese a las disposiciones legales vigentes, se convirtieron así en otras victimas del terrorismo que asoló a la República. Fueron recordados con ese símbolo universal transformado en la expresión de dolor pero también de protesta por lo que sucede y es innecesario explicar.

Pedro Mercado es un hombre joven que sabe expresar los sentimientos de otros jóvenes que llevan sus uniformes con idalguía y tristeza. Pertenecen al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea donde se formaron en los mismos principios, valores y capacidades que tantas veces supieron demostrar quienes los precedieron. Lo hicieron a lo largo de la historia patria y más recientemente en la lucha contra el terrorismo y el intento por recuperar las Islas Malvinas. Conocieron la muerte, la victoria y la derrota, amplios componentes de la vida y vocación militar.

Más allá de la política, nuestros hombres de uniforme volvieron a transitar por el trillado camino de la adversidad como sucedió tantas veces hasta que se recuperaron para volver a empezar en lo que parece un repetido destino de quienes juraron defender a la Patria Argentina. El discurso de Mercado fue otra etapa de ese renacer inevitable, inexorable y difícil que se extenderá en el tiempo y crecerá hasta los límites necesarios para lograr el éxito. Los últimos decenios dieron testimonio de esta conducta que ahora avanza nuevamente en busca de la rectificación. Podríamos explayarnos con diversas consideraciones acerca de lo que todos sabemos y resulta innecesario abundar. Quienes escucharon las palabras de Mercado sobre el cumplimiento de la ley determinante de sus combates en la novedosa Guerra Revolucionaria a cuya modalidad supieron adaptarse, saben muy bien de lo que se trata. De pie en los pasillos, sentados en sus oficinas del edificio Libertador, los hombres del Ejército estuvieron vedados de cualquier expresión de solidaridad a esa verdadera pieza representativa de una conducta que insiste en persistir, ahora a traves de la voz de un joven oficial. ¿Estaban de acuerdo con lo que Mercado desgranaba con su voz firme de soldado? ¿Cuales fueron sus reflexiones más íntimas y seguramente dolorosas para la mayoría?

El posterior silencio periodístico es una elocuente demostración del temor que existe en los altos niveles sobre estos sentimientos. Un temor sordo que sólo mereció un breve mensaje de circunstancias por parte de la ministro de Defensa; un temor que se extiende por todos los rincones y genera comentarios proporcionales a los esfuerzos por ocultar lo que sucede. Hay una movilización social en torno de lo que sucede. Las mujeres, los hijos, las familias y amigos de los presos políticos y los deudos de los muertos, escriben con su presencia un precedente portador de futuro. Su contenido es fundamentalmente moral y no hay nada que pueda oponerse a esa fuerza, a ese impulso incontenible.

Los grandes sucesos históricos se forman con la suma de hechos más pequeños. Los abogados agrupados para bregar por la concordia dentro de la ley son otra elocuente demostración de los sentimientos que comentamos. Juntos, la ley y el uniforme adquieren una dimensión inevitable. Los jueces lo saben y no son pocos los que adquirieron ese temor al que aludimos. La palabra crisis, incluso en su acepción exacta indicativa de una preparación para el cambio, no alcanza para describir los momentos que vivirá la República. Salvo aquellos que no quieren verlo, esto lo sabemos todos además de los responsables de la situación creada; también aquellos que tratan de eludir esa responsabilidad como si la realidad descripta fuera inexistente y sobre todo, hay que subrayarlo, aquellos militares de jerarquías superiores que se han convertido en verdaderos cómplices con su silencio y la ausencia de las decisiones ajustadas a las tradiciones honorables.

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