viernes, 24 de septiembre de 2010

REGRESO FORZADO




23 de Septiembre de 2010 | 7:32 pm
Regreso forzado de la UCR
PODER VACANTE : Ante la cíclica perversidad del peronismo.

Regreso forzado de la UCR
Redacción final de Carolina Mantegari
Sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
Introducción

El peronismo, para unificarse, necesita del fracaso del próximo turno radical.
Corresponde, al tratar el forzado renacimiento radical, partir desde la envolvente perversidad del peronismo.

Los opositores internos, nucleados en el cisma del Peronismo Federal, producen un perjuicio decisorio para el oficialismo kirchnerista.
A la agrupación cismática no le alcanza, al menos hasta hoy, para vencerlo. Pero, con lo que tiene, es suficiente para facilitarle la derrota.
El beneficiario indirecto de la secesión -a criterio de Consultora Oximoron- es del tercero en discordia.
El pan-radicalismo socialista. Transformado, por las disidencias, en el adversario sustancial.

El tajo del Peronismo Federal consigue que el kirchnerismo se desangre.
Le obstruye que aspire a eternizarse en el ejercicio -siempre abusivo- del poder. Y acelera el proceso irreparable de la sistemática autodestrucción.
En su percepción del conflicto innecesariamente permanente, el kirchnerismo suele obstinarse en boicotear hasta las propias recuperaciones.
“Se viene otra 125, pero interna”, certifica la Garganta. Ampliaremos.

La implosión de la complejidad kirchnerista deja de ser un mero acto de la voluntad. Lo inesperado es que se estrelle ante el radicalismo que no termina, aún, de percibir que la historia, otra vez, les golpea la puerta. Con la bandeja del Poder. Servido.
El delivery compulsivo del Poder se les viene, a los radicales, invariablemente encima.
El forzado renacimiento de la UCR no sorprende a sus militantes en el más conveniente estado físico-político. Se encuentran necesitados tanto de claridad, como de tiempo. De vestuario.
Es de esperar que los radicales hayan aprendido las lecciones prácticas. No debieran regresar para que se resuelvan, de nuevo, los cíclicos dilemas del peronismo. Es el fenómeno envolvente, que busca oxigenarse con la asfixia del adversario. Purificarse, desde la incomodidad de la oposición (con lo que le cuesta, nunca olvidar que el peronismo, después de varias resistencias, tiene que asumirse como la ideología del poder).
A los efectos de obstaculizar, por presencia estructural, la existencia de otro estilo posible de gobernabilidad.
Para quebrar, de raíz, la dinámica devastadora, los radicales tendrían que hacer el esfuerzo desmedido de elevarse. Poner la actitud a punto caramelo. Encarar la proyección superadora que pulverice el circuito previsible. El estigma del fracaso.
Documento Dos
REGRESO FORZADO DE LA UCR

Sosa y Strassera. Dos casos puntuales. Juristas que subrayan el perfil de principal opositor que adquiere, de pronto, la Unión Cívica Radical.
Marcan, aparte, ambos ejemplos, la magnitud del aislamiento interno del kirchnerismo.
Justamente cuando el canciller Timerman, con la luz verde presidencial, se multiplica en gestualidades para terminar con la imagen instalada del aislamiento externo.

Pese a las virtudes plenipotenciarias que brinda la chequera, la soledad política emerge, aquí, como uno de los males prioritarios que el kirchnerismo padece. La opacidad del interior. El vacío del “adentro”.

El primer jurista, Eduardo Sosa, lo deja, al gobierno, en el irresponsable offside. Pero no sólo con la Corte Suprema. Es la ley, que le levanta la bandera roja.
Quien precisamente tiene que representar la legalidad, y asegurar el cumplimiento de las normas, transgrede y se coloca enfrente de la vereda del derecho.
La alteración induce a los radicales, en expresiva simbología, a trasladarse hacia el lugar del delito. El origen de los vicios locales que se nacionalizaron. Río Gallegos. Santa Cruz. Adonde los radicales acuden para situarse del lado exclusivo de la legalidad. En antagonismo con el desconcierto del gobierno bandeado, dispuesto a violar las normas que debiera velar.

El segundo jurista, Julio César Strassera, representa, en cambio, la vocación por el litigio deportivo, insólitamente innecesario.
Muestra que los Kirchner ya no saben, siquiera, con quién más pelearse. Hay que ser un político vocacionalmente golpeador para embestir contra el doctor Strassera.
Es el emblema que conmueve, perfectamente exportable, del “nunca más”, aunque aquí transformado en “el abuelito de Heidi”. En otro colaboracionista de la Dictadura. Por haber realizado, inapelablemente, su trabajo de Fiscal. Adherido a las acotaciones del facto. Estimulado por las aperturas que brindaron los altibajos institucionales del país.

Muestra, aparte, el Caso Strassera, que los radicales, con unanimidad, homenajean al emblema humanitario que el peronismo, en la patología kirchnerista, denigra. Y degrada.
Mientras se expande la legitimidad del radicalismo, en su rol opositor, la señora Carrió debe, desesperadamente, apretar el acelerador. En cuanto la sociedad percibe que es desplazada, del cetro de jefe de la oposición. Entonces Carrió, pobre, se convierte en la hipótesis que certifica la tesis desarrollada en el Teorema de Baglini. La tendencia a radicalizarse, a medida que se le alejan las posibilidades de llegar al gobierno.
“Entre Cobos y Alfonsín” (cliquear)

En la fotografía coyuntural, Ricardo Alfonsín aparece mejor perfilado que Julio Cobos.
Aún se encuentran inconformistas que mantienen esperanzas en Ernesto Sanz. Aunque Sanz debiera cuidarse de no persistir en el estado de perspectiva incierta. Podría derivar en una especie de Reutemann, pero de los radicales. Porque Sanz crece, comparativamente, merced a las reticencias que presentan los lanzados. Como Reutemann, entre los cismáticos del Peronismo Federal.

Cobos o Alfonsín evocan, en un país bastante menos candoroso, las vísperas electorales de 1983. Cuando se extinguía la debacle del militarismo, a través de la Comisión Liquidadora del Proceso, que presidía el general Bignone.
Para enfrentar al peronismo, que en los 80 se presumía imbatible, los radicales se debatían entre Raúl Alfonsín -el padre-, y Fernando De la Rúa (y también León, el Bicho, que pretendía anotarse, pero no le alcanzaba. Es León el antecedente, en versión ochentista y radical, de los peronistas actuales que se anotan en el cisma. Como Das Neves, Solá).

Hoy es Ricardo Alfonsín -el hijo-, y el vicepresidente Cobos. En pleno desarreglo institucional.
Ambos decidieron construir la fotografía de juntarse. En un almuerzo celebrado en Tucumán. El único beneficiario fue Cano, el simpático anfitrión.
Los apasionados por el fragor de la interna sostienen que el encuentro le convino mucho más a Cobos que a Alfonsín.
Después de dos años de reinado, en el circuito cerrado de las encuestas, Cobos venía paulatinamente en baja. Por la pendiente. Con la “tristeza de saberse derrotado”, si es que decide enrolarse en una pugna interna. Contra la clonación transformadora. Alfonsín.

De todos modos, el acontecimiento gastronómico de Tucumán, derivó en otra berretada habitual. Bastaba con la fotografía para los diarios. Con el abrazo para le televisión. Nada original, ni gravitante. Otra versión del vacío.
La mayor parte del almuerzo se dedicó, según las vertientes, a tratar de ponerse de acuerdo. De ningún modo para acordar los lineamientos estratégicos del radicalismo del siglo veintiuno (deberes hogareños para inspirar el ocio de Rodolfo Terragno, infortunadamente hoy suplantado por Ludolfo Paramio, catedrático español, ampliaremos).
Debían acordar qué cosas iban a decirles a los periodistas. Al objetivo real, la prensa. Destinataria del encuentro. Intermediaria inexorable ante la sociedad.
Era traumático, sobre todo, porque ni Alfonsín ni Cobos nada tenían para comunicar. A los movileros abnegados que se amontonaban en la puerta. Con deseos de recibir -menos que grandes conclusiones de estadistas- siquiera una empanada.

Carolina Mantegari,
sobre informe de Consultora Oximoron,
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