domingo, 26 de septiembre de 2010

RECHAZO AL CAPITALISMO


RECHAZO AL CAPITALISMO

Por Elena Valero Narváez (*)

Uno de los mayores inconvenientes que Argentina tiene para progresar es el rechazo que la mayoría de los argentinos tiene por el sistema capitalista. La animadversión llega a tanto que al candidato que represente ideas relacionadas con este subsistema económico se le retacean votos. Las ideas nacionalistas, socialistas y populistas entre otras cuantas que incluyen las antiglobalización se oponen vigorosamente a su avance indeclinable en el mundo.

El desprecio por el capitalismo, motor de la sociedad de alta complejidad en la que vivimos, se nota en el descrédito que tiene en nuestro país el comercio, el dinero, el mercado y los valores que defienden la propiedad privada y el capital extranjero.

El crepúsculo argentino va de la mano de ideas contrarias a las de próceres de la talla de Alberdi, Mitre, Sarmiento y la de todos a los que les debemos la aparición de una sociedad moderna. Eran ciudadanos del mundo por eso se preocupaban de problemas universales y no vacilaban en copiar ideas modernas que adaptaban a las necesidades de nuestro país. Así, con progreso y orden, se llego a la ley Sáenz Peña que democratizó el sistema político.

Cuando todo hacía pensar que no había techo para la prosperidad de los argentinos, las ideas comunistas, socialistas y nacionalistas bajo distintos ropajes se incrustaron en la universidad, en sectores de la Iglesia y en intelectuales que despotricaron contra la cosmovisión moderna revitalizando ideas anticapitalistas que arraigaron fuertemente en sectores medios y altos obstaculizando procesos fundamentales para la vida social como son el mercado, la propiedad, la división del trabajo y el capital, entre otros, provocando desempleo y pobreza.´

La idea de planificación suplantó a la de mercado y las experiencias socialistas y nacionalsocialistas fueron aceptadas junto a la racionalidad que proponía la planificación de líderes autoritarios frente a las decisiones libres y responsables de la gente y a sus azarosas consecuencias.

Se aceptó que el producto de las elecciones no fueran compromisos de la gente, se prefirió la voluntad de los planificadores que la hacía irresponsable de las elecciones que se tomaban en su nombre. Se pretendió sepultar la inseguridad típica de los sistemas democráticos por la certidumbre que da un gobierno que decidía por todos.

Con Perón llegó la “sociedad organizada” donde el líder la manejó como quiso despojándola del pluralismo típico de una sociedad abierta provocando con políticas intervencionistas un enorme avance del estado sobre la sociedad civil. Un pñuchero de ideas fascistas y socialistas se presentaron de la mano de Perón como alternativa razonable frente a las ideas capitalistas y liberales.

La realidad ha mostrado no solo en nuestro país que las ideas tanto nacionalistas, socialistas o populistas que tienen como denominador común el anticapitalismo no han dado buenos resultados. Provocaron graves consecuencias en la estructura económica.

Donde el capitalismo fue decapitado por las elites gobernantes o coartada su extensión, la pobreza se diseminó fatalmente como sucede aún en varios países africanos, Cuba o Corea del Norte.

Sin embargo estas ideas permanecen aún, en amplios sectores que aún rechazan la sociedad de alta complejidad en la que vivimos. Ejemplos paradigmáticos son tanto la juventud universitaria de nuestro país que se agita al ritmo de ellas como el gobierno actual que limita peligrosamente el desarrollo de fuerzas productivas destruyendo con su acción normas y valores que estimulan la capacidad de trabajo e iniciativa individual.

La historia de nuestro país demuestra que quienes fueron considerados excelentes presidentes como es el caso de Marcelo T. de Alvear, no hicieron mucho más que dejar aprovechar la conveniente situación internacional para los bienes que producían los argentinos: el dinamismo, la espontaneidad, y la capacidad de creación de la sociedad civil, hicieron el resto. Argentina ocupó un puesto muy importante entre los países más avanzados del mundo.

No se puede esperar: si queremos progresar y disminuir los niveles de pobreza y desocupación debemos integrarnos al mundo democrático y capitalista donde la reciprocidad, la competencia, la cooperación, la paz, la responsabilidad, y un estado garante de los intercambios lo hacen posible.

El partido que tenga como líder a Kirchner será siempre un antipartido: aceptara provisionalmente esta estructura hasta que cuente con la fuerza suficiente para suprimir mediante coacción y tácticas mafiosas a sus contrincantes. Su partido será en la práctica enemigo de la opinión pública institucionalizada, trabarán las elecciones de alguna manera o intentarán enviciarla y por supuesto la competencia entre políticos profesionales. De este modo hiere profundamente a la democracia y a la posibilidad que ese sistema da para resolver pacíficamente el conflicto político.

El problema de Argentina no es económico, es político. Mientras China e India sigan comprando nuestras producciones, con altibajos aguantaremos hasta el final kirchnerista pero desaprovecharemos una oportunidad de crecimiento sumamente acelerado que nos permitiría seguir los pasos de Chile , Colombia, Perú y Uruguay.Lamentable.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autora, Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere. 2006)

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