La Comunidad Política
Las actitudes individuales, al margen de la propia ciudadanía siembran sospecha sobre sus planes de gobierno. En días pasados, era necesario mirar bajo el agua para entender el panorama político. Bastaba tomar nota de declaraciones como las de los Kirchneristas, Radicales K y Peronistas desidentes o de los sectores que comentaban el resultado de las elecciones o el malestar de un candiadato contra otro por el manejo de la corporación política a la que todos pertenecen, para que uno se preguntara por el significado de estas coaliciones o frentes que brotaron al unísono en distintas direcciones.
Los malestares de distinto orden que se produjeron en el seno de las corporaciones políticas se acallaron pronto. En tanto, se mantienen en primera plana y dieron que pensar los hechos con posterioridad a las declaraciones que rompieron con los lineamientos de los futuros bloques en la H.C.D de la Nación. Este episodio nos deja un sabor amargo en la medida en que reaparece en nosotros la sospecha sobre las razones de fondo de muchas acciones en el campo político y porque volvemos a enfrentarnos con la duda de si el comportamiento de los políticos –porque, finalmente, uno duda de todos – se explica por una motivación social o por interés personal. Esta permanente interrogante debilita nuestro compromiso con el sistema social y el quehacer político.
Hoy en día, más del 50% de la población no se identifica con los partidos y las organizaciones vinculadas al poder político han perdido su fuerza y, en algunos casos, hasta su legitimidad. Por lo mismo, se tiende a mirar con buenos ojos los planteamientos que logran destrabar los obstáculos que permiten tomar decisiones pensando en el país y que perfilan nuevas posibilidades. Vale decir, las actuaciones que rompen los esquemas clásicos son celebradas por muchos de los que conforman dicho porcentaje. Pero, cuando éstas ponen en entredicho la credibilidad y la coherencia de quienes las impulsan, su respeto se ve menoscabado.
Plantear el valor de la iniciativa individual al margen de su propio grupo supone preguntarse, al mismo tiempo, por el peso que ésta puede tener cuando se trata de llegar a acuerdos extra-partidos. Este tema nos lleva a reflexionar sobre cómo se conjugan las posiciones personales dentro de las instituciones del mundo político.
No hay duda de que hay líderes que pueden recalentar la política cuando se atrevan a ser más libres, si no tienen temor a discrepar, a plantear posiciones distintas y a disentir de los propios compañeros de ruta. Nada más legítimo que abrir nuevas oportunidades, que intentar caminos no explorados y, por esa vía, buscar el bien de todos. Si así sucede, uno espera que el aire se renueve. Esto es siempre positivo y estas posturas pueden ser el anticipo de buenas noticias.
Sin embargo, la experiencia reciente dice que los esfuerzos personales no logran generar esa atmósfera fresca, que revitaliza, y seguimos dependiendo de la situación y de sus objetivos. Cuando se trata de buscar acuerdos, los protagonismos sólo caben al interior de las instituciones. Imposible llegar a un pacto si no se cuenta con contrapartes alineadas con quienes negociar y establecer las acciones que se apoyarán en conjunto. Mal que mal, las instituciones son la base del orden social. Los esfuerzos individuales al margen de éstas vuelven a sembrar la sospecha sobre sus motivaciones y, quien los hace, puede ser fácilmente descalificado y quedar en la posición de un francotirador.
Esta ocasión es una oportunidad para evaluar nuestro apoyo a las instituciones políticas. Los que renegamos tantas veces de ellas deberemos pensar en la importancia de su rol. Para que las acciones sean relevantes para construir acuerdos, está claro que no se las puede saltar sin correr el riesgo de destruir más que de aportar. A la vez, no tiene sentido apreciar su importancia sin exigirles un mayor compromiso con la ciudadanía. Nos gustaría que los partidos políticos y el Gobierno –que es el que debe valorar las instituciones – nos dieran motivos para confiar en que son socialmente responsables, que van más allá de sus propios intereses y que piensan en el bien de nuestra patria.
Hugo Sirio
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