Por Nicolás Márquez
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“Es más fácil que un político cambie de ideología antes que de personalidad”, suele decir, con razón, el politólogo Rosendo Fraga.
Ante los reiterados fracasos políticos del matrimonio presidencial, mucho se especuló con la posibilidad de un cambio tanto de actitud, como de personajes y lacayos que “trabajan” en los diferentes ministerios y secretarías dependientes del PEN. Nada cambió, excepto la renuncia del gastado Alberto Fernández y algún personaje menor.
Los elementos más cuestionados prosiguen atornillados a sus cargos, y lo seguirán haciendo, tal como lo confesó la mujer de Néstor Kirchner en la paródica conferencia de prensa, sugestivamente ofrecida el mismo día en que la Sociedad Rural inauguraba oficialmente su exitosa exposición.
De estos ocho meses de gestión en dónde el régimen cayó en los sondeos de opinión pública de manera dramática, de nada se arrepiente la delegada de Néstor, e incluso, esta ratificó todas las tropelías cometidas en los últimos tiempos, afirmando incluso que volvería a impulsar la resolución 125.
No en vano encabezamos la nota de marras con la certera frase de Fraga, puesto que los Kirchner fueron militaristas durante el último gobierno de facto, menemistas en los años 90´, duhaldistas después del 2001, y montoneros de juguete en el hoy. Como si fuesen un corcho, los Kirchner siempre están flotando por más que cambie la corriente. No nos olvidemos que son peronistas de raza, y por ende no hay patrón ideológico, filosófico ni moral que los contenga.
Las ideologías mutan para el matrimonio felón, empero, la soberbia, el resentimiento, la insistencia en el error y las trampas perviven inmutables, no sólo porque dichas mañas son connaturales a su talante, sino porque estas praxis le permitieron al matrimonio trepar políticamente a gran velocidad. Pero esta tendencia no sólo se ha detenido sino que se está revirtiendo. Por ende, las mismas prácticas que otrora le trajeron tantos éxitos, hoy son las causas de sus fracasos.
El cambio de contexto político y de humor social, sumándose los agujeros financieros y estructurales que padece el país (de los que la actual administración es culpable de manera plena), ha ocasionado que la eventual insistencia en las prácticas de otrora podría acarrear en los Kirchner un desgaste fatal. Sólo un intervalo lúcido podría hacerles pegar un brusco golpe de timón y salvarlos del harakiri político, algo que por ahora no se avizora en lo absoluto. El problema no es cometer un error, todo el mundo lo hace, el problema reside en cometerlo, agrandarlo, y lo que es peor, justificarlo.
Los espíritus vulgares no aprenden ni con la experiencia ajena ni con la propia. Por ahora, la tensa calma que está viviendo el kirchnerismo tras la tormenta acaecida por el conflicto con el campo, no se debe al talento político del matrimonio en cierne, sino al salvavidas que le tiró Julio Cobos al votar a favor del sector agropecuario. La obstinación es tal en los detentadores del régimen, que a su involuntarios benefactor lo tildan de traidor, cuando es sabido que si Cobos votaba a favor de las retenciones, las consecuencias sociales se hubiesen tornado impredecibles y muchos analistas no descartaban un escenario de inmanejable violencia.
El kirchnerismo, tal como están las cosas, tiene mucho para perder y poco para ganar. Veremos si tienen la suficiente destreza política como para resurgir de este progresivo deterioro, o si el poder que supieron disfrutar, construir y manejar de modo despótico durante el último quinquenio, ha sido parte no del talento maquiavélico, sino de un irrepetible golpe de suerte. Nicolás Márquez, periodista, abogado, escritor. Autor de los libros “La Otra Parte de la Verdad” y “La Mentira Oficial”. Próximo libro del autor “El Vietnám argentino – la guerrilla marxista en Tucumán”.
Disponible en todo el país a fin de agosto. www.nicolas-marquez.com.ar Gentileza en exclusiva para NOTIAR
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