sábado, 3 de abril de 2010

ILUSIONES PERDIDAS


El país de las ilusiones perdidas
POR JORGE HÉCTOR SANTOS

Cuando se hablaba que el país gozaba de los beneficios de la economía mundial, el recordado viento de cola, los Kirchner dilapidaron la fortuna que les deparó ese ciclo. Las apetencias de poder, las acciones populistas y la falta de políticas de Estado llevaron sin rumbo a malgastar tiempos de inconmensurable bonanza.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). La férrea voluntad de sentirse como niños dueños de la pelota con la que se jugaba el partido es el 1er. problema de un larga lista de estimulantes de una enfermedad que se fue y continúa alimentándose en todo el cuerpo social de la Nación.

También

> su sentido antidemocrático del ejercicio del gobierno;

> su violencia que contrarresta las posibilidades del constructivo y necesario diálogo;

> la incapacidad de sus ministros que más que hablar mal de los mismos expone la forma ser del matrimonio presidencial;

> los arrebatos coléricos contra todo y todos que los dejó aislados de la mayoría en el orden local e internacional y los alejó del mismo pueblo al que dicen defender; el desprecio por las instituciones del país;

> la irrespetuosidad a las leyes y a las normas constitucionales;

> la corrupción enquistada en el seno de la administración central;

> las enormes cifras erogadas en publicidad oficial, en subsidios innecesarios como el del fútbol, al transporte, etc.

componen enunciativamente un larga lista de estimulantes de una enfermedad que se fue y continúa alimentándose en todo el cuerpo social de la Nación.

A ese listado interminable de disparates hay que sumarle que cuando las complicaciones empezaron a aparecer la mentira fue instalada, a partir de 2007, en las cifras oficiales de un avasallado Indec.

La negación de lo evidente, como la inflación y el sentido inhumano de gestión como el seguir cobrándole IVA a los productos de la carísima canasta básica de alimentos. Un ejemplo contundente de tal afirmación es que en la carísima Europa la leche y el agua resulta, hoy, más barata que en este país.

Bien le cabe a este gobierno el dicho famoso del escritor y periodista estadounidense Mark Twain (1835-1910) “Hay tres clases de mentiras: La mentira, la maldita mentira y las estadísticas”.

De ninguna de las 3 se libra el gobierno nacional que desde diciembre pasado suma a tantas dificultades una nueva e ilegítima traba, imposibilitar el acceso a la información pública de la gestión del matrimonio únicamente capaz de mantener relaciones compradas con dineros públicos.

La mentira, la negación y lo inhumano de reconocer los niveles de una desmesurada pobreza resultan ser la lógica consecuencia de la inexistencia de ilusiones.

Las ilusiones perdidas son la expresión máxima del estado de crispación que se exhibe en todos los estamentos sociales. A nadie, ni al gobierno, le importa nada del prójimo. Cada uno piensa en sí mismo. El pensamiento colectivo, como Nación, ha sido sepultado.

Algunos tímidos rasgos de esperanza se anidan aún en algunas pocas almas. Sin embargo, ni estos casos aislados sirven para poner paños fríos a la frustración. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) plasma esta realidad en sus palabras “La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”.

El gobierno de los Kirchner juega con fuego frente a un aumento estimado, hoy, de 32% de la canasta básica, cuando el títere ministro de Economía del gobierno nacional, Amado Boudou, insiste en negar la existencia de un proceso inflacionario, culpando a los medios y a la oposición de instalar esa percepción en “doña María”.

Justo en “doña María” que hace milagros para poder comer o comprar un medicamento.

Qué es más violento que seguir negando descaradamente la existencia de una inflación que hoy llega a una estimación anual de 34.3% en alimentos y bebidas.

Se darán cuenta los Kirchner que cuando muchos sostienen que su tiempo está culminado no se los quiere “desestabilizar”, sino que ellos se desestabilizan solos.

Arthur Miller (1915-2005), el recordado dramaturgo y guionista estadounidense esbozó es este dicho la mejor forma de definir lo que los habitantes de Olivos tienen aquí y ahora, aunque se resistan a admitirlo “Una Era se puede decir que se termina cuando las ilusiones se han agotado”.

Como el mundo de recordadas y sabias frases se ha metido en este texto y sin pecar de ser agorero sino realista, muchos son los que avizoran un futuro encarnado por otras 3 magistrales referencias:

Una del poeta español Jorge Guillén ((1893-1984): “Cuando uno que pierde la esperanza se vuelve reaccionario”.

La otra del psicólogo francés Gustavo Le Bon (1841-1931): “Los pueblos viven sobre todo de esperanzas. Sus revoluciones tienen por objeto sustituir con esperanzas nuevas las antiguas que perdieron su fuerza”.

La última del dramaturgo, director, guionista y productor de cine español Jacinto Benavente (1866-1954) “La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final un disgusto grande”.

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