sábado, 3 de abril de 2010

LA NEOLIBERAL


Río Negro - 03-Abr-10 - Opinión

http://www.rionegro.com.ar/diario/opinion/editorial.aspx?idcat=9542&tipo=8

EDITORIAL
Cristina, la neoliberal

A veces, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner brinda la impresión de estar transformándose en una "neoliberal". Un síntoma del cambio que está experimentando se hizo notar cuando, para indignación de la izquierda local que da por descontado que la deuda pública es mayormente "ilegítima" y que por lo tanto hay que repudiarla, la presidenta se mostró tan resuelta a cumplir con los acreedores extranjeros que, luego de librar una furibunda batalla parlamentaria y judicial, comenzó a entregarles dinero procedente de las reservas del Banco Central. Para reivindicar su postura, Cristina ha hecho gala de sus dotes retóricas para embestir contra las ilusiones de aquellos populistas que tomaron el default por un triunfo patriótico y ha hablado de lo urgente que es que la Argentina se reintegre al sistema mundial. También ha hecho suya otra causa considerada propia de "la derecha liberal", la de la eliminación del impuesto al cheque. Desde hace años, los contrarios a dicho gravamen insisten en que es "distorsivo". Cristina coincide con ellos, ya que el lunes pasado empleó el mismo adjetivo para descalificarlo, lo que sorprendió gratamente a los ortodoxos y dejó perplejos a quienes habían confiado en que los Kirchner seguirían mofándose de los principios reivindicados por la mayoría de los economistas. En países como Estados Unidos es común oír decir que muchos conservadores eminentes son ex progresistas que un buen día se vieron asaltados por la realidad, contratiempo que los obligó a reemplazar sus fantasías utópicas por algo menos idealista. Aunque la metamorfosis de Cristina en tal sentido dista de ser completa, su voluntad actual de congraciarse con los mercados de capitales internacionales puede atribuirse a la conciencia de que al gobierno y al país les convendría mucho tener acceso a créditos a tasas de interés que sean menos leoninas que las exigidas por prestamistas inescrupulosos como el "amigo" venezolano Hugo Chávez. Es imposible estimar los costos reales del default festivo y de la hostilidad con la que durante sus más de cuatro años en la Casa Rosada Néstor Kirchner trató a los "holdouts", pero habrán sido decididamente superiores a los eventuales beneficios supuestos por el canje. En cuanto al deseo declarado de Cristina de eliminar el impuesto al cheque que se introdujo en marzo del 2001, cuando el país se precipitaba en una crisis profunda y el gobierno quería encontrar el modo de gravar la economía negra, la mayoría supone que se trataba sólo de una jugada maliciosa destinada a incomodar a aquellos gobernadores provinciales que reclamaban una tajada mayor de lo recaudado. Puede que los muchos que piensan de tal manera estén en lo cierto, pero así y todo llama la atención que la presidenta haya entendido que el impuesto de marras acarrea tantas desventajas que a la oposición le sería difícil defenderlo.

En esta ocasión, el escepticismo que tantos sienten puede justificarse. Al fin y al cabo cuesta creer que un gobierno que, para mantener llena la tristemente famosa caja que constituye la fuente principal de su poder, procuró despojar a los agricultores de una parte sustancial de sus ingresos mediante retenciones móviles y al fracasar debido a la oposición del campo y el voto "no positivo" en el Senado del vicepresidente Julio Cobos optó por apropiarse de los fondos de jubilación privados pueda estar sinceramente dispuesto a prescindir de los 20.000 millones de pesos aportados anualmente por el impuesto al cheque. De perderlos tendría forzosamente que emprender un ajuste aún más severo que el que, merced a la inflación, ya está en marcha. Por lo tanto, es razonable suponer que Cristina, fiel como siempre ha sido a la consigna de "todo o nada" que guía el accionar de su marido, al plantear la alternativa de eliminarlo sólo advertía a los gobernadores provinciales y a los legisladores que comparten sus intereses de que, a menos que siguiera contando con el grueso del dinero procedente del impuesto, haría lo necesario para asegurar que nadie se vea beneficiado. Desde su punto de vista, la "coparticipación" significaría perder el control político sobre los gobernadores, senadores y diputados del interior que todavía se afirman comprometidos con su "proyecto", una eventualidad que para ella y su marido sería intolerable.

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