domingo, 4 de noviembre de 2007

VULNERABILIDAD DE LA DEMOCRACIA....

UNA VULNERABILIDAD DE LA DEMOCRACIA

EN LOS PAISES EN DESARROLLO



No caben dudas que la democracia representativa constituye hoy por hoy, el mejor sistema democrático. Existen infinidad de definiciones de democracia y acepciones de toda índole.

Tanto es así, que esta vapuleada palabra, democracia, es utilizada tanto por los gobiernos liberales occidentales, como por los gobiernos autoritarios socialistas y comunistas, en el extremo absolutamente opuesto al de los primeros.


Una de las tantas formas de caracterizar o definirla es la siguiente: Democracia es el sistema de gobierno donde el poder, solo es legítimo si procede del pueblo y está basado en su consentimiento. Lo contrario a democracia es en consecuencia la autocracia.


La democracia implica la posibilidad que los ciudadanos puedan elegir libremente quienes los van a representar y quienes los van a gobernar.

Este simple enunciado encierra uno de los principios, el de la igualdad, que fuera proclamado en la revolución francesa. También se identifica a la democracia con el sufragio universal.

La gran virtud de la democracia radica, que permite que cada ciudadano, pertenezca al estrato socioeconómico que pertenezca, se exprese a través del voto en los comicios, de acuerdo a sus propias y particulares necesidades y visión de futuro para sí, para su familia y para el país. Podría sintetizarse en lo siguiente: “Cada persona sabe donde realmente le aprieta el zapato”. Ello es sin ninguna duda una verdadera y positiva virtud y una cualidad distintiva de la democracia.

Desde el magnate más poderoso, el empresario más prospero, el intelectual de mayor prestigio, hasta el más humilde trabajador del campo o inclusive aquel relegado e indigente sin trabajo, están posibilitados para elegir a sus representantes y futuros gobernantes en un pie de igualdad y de acuerdo a sus particulares puntos de vista y preferencia personal.

Los comicios o elecciones libres sin condicionamientos o proscripciones, constituyen uno de los pilares básicos del sistema democrático.

Es así que cada persona habilitada para votar, lo hace de acuerdo a su propia ideología o simple preferencia

Pero esa virtud o cualidad encierra al mismo tiempo una vulnerabilidad (para su aplicación en los países en desarrollo), en particular aquellos que tienen crisis de participación o un bajo nivel socio económico y cultural.

Lo expresado en el párrafo precedente, en países como el nuestro, es también su principal factor de debilidad.

Según algunos analistas políticos existen condiciones favorables o propicias para asegurar el éxito de un régimen democrático. Una de estas, es el estado de desarrollo socioeconómico. “Cuanto más bienestar económico existe en una Nación, mayores son las posibilidades que en ella se afiance la democracia”, sostiene Lipset.

Si nos atenemos a ello, podemos afirmar que cuanto mayor es el índice de riqueza media, de industrializació n, urbanización y el nivel de educación media, las posibilidades que ello ocurra son más probables.

A la luz de estas afirmaciones analicemos nuestra ahora la situación de nuestro país. Cerca de la mitad de la población bajo el límite de pobreza, de estos cerca de un 30% de indigentes. Una situación educacional, que en el pasado fuera un verdadero orgullo; está cada vez más deteriorado y con resultados verdaderamente alarmantes a la luz de lo que se visualiza en los exámenes de ingreso a las universidades y un estado de industrializació n colapsado y estancado por las erróneas políticas del gobierno que desalientan las inversiones productivas, tanto nacionales como extranjeras. Una economía en peligrosa inestabilidad. Desempleo y desocupación.

¿Por qué esta dura afirmación? Porqué en nuestro país, que muy pocos años atrás se vanagloriaba de su importante clase media; hoy los que deciden en forma mayoritaria y terminante en las elecciones es el estrato socioeconómico más bajo en la pirámide demográfica.

Este estrato es más de la mitad del país. Es el que habíamos caracterizado en uno de los párrafos anteriores. Los ciudadanos de este segmento están abocados básicamente en solucionar sus necesidades primarias. Precisamente las del día o de la semana siguiente. Es lógico que así sea, pues de ello depende su subsistencia y supervivencia. En ello vuelcan prácticamente todo sus esfuerzos sin ocuparse de otros aspectos .

Pero hay otro factor a considerar. Cuando hay una crisis profunda como la que ocurrió en nuestro país, una simple mejoría en el aspecto económico permite un alivio, fundamentalmente a las clases más deprimidas. La baja del desempleo y el aumento del poder adquisitivo influyen notablemente en el comportamiento electoral, priorizando la situación económica sobre otros aspectos que hacen a un sistema democrático de un país.

Es así como aspectos fundamentales como la institucionalidad, la libertad, la libertad de prensa, la justicia, la división de poderes y otros temas que configuran un país democrático son relegados y pasan a un lejano segundo plano.

Lamentablemente a consecuencia de lo prioritario de sus necesidades, y a la “anestesia” que produce el circunstancial mejoramiento económico, estos sectores son las que más fácilmente son arrastrados y engañados por la prédica demagógica de políticos inescrupulosos.

Con un simple análisis de las zonas geográficas en las que se impuso el oficialismo podemos apreciar que son aquellas que corresponden a los sectores socioeconómicos y culturales más deprimidos.

No tiene en consecuencia que sorprendernos, que gran parte de nuestra sociedad sea un terreno propicio para la manipulación política, el clientelismo, la prebenda, el “amiguismo” y otras formas de “compra y venta” de voluntades, consciente o inconsciente, por parte de la ciudadanía.

Si a lo expresado le sumamos los desvergonzados gastos en fondos públicos y bienes del Estado utilizados en el proselitismo y en la publicidad oficial, es fácil de entender, porque un gobierno que a lo largo de cuatro años no ha podido pacificar el país, que ha demostrado su ineficacia, corrupción escandalosa, ineptitud manifiesta, un verdadero desmanejo de la cosa pública y un desprecio por las leyes y la Constitución, se haya impuesto en las recientes elecciones presidenciales.



01-Nov-07

Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL

alfredo@weinstabl. com.ar

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