Por Carlos Berro Madero
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“Cualquiera puede ponerse furioso...eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta...eso no es fácil” (Aristóteles, “Ética a Nicomaco”).
Con el recuerdo de estas palabras, comienza su tratado sobre la inteligencia emocional el psicólogo norteamericano Daniel Coleman.
En los fundamentos de su obra nos recuerda que “el impulso es el instrumento de la emoción; la semilla de todo impulso es un sentimiento que estalla por expresarse en la acción. Quienes están a merced de él –los que carecen de autodominio-, padecen una deficiencia moral: la capacidad de controlar los impulsos son la base de la voluntad y el carácter.”
Al mismo tiempo, nos gustaría recordar aquí que muchos investigadores han determinado además que las emociones negativas suponen un enorme riesgo para la salud, y terminan por deteriorar la vida y la conducta de quienes se ven atrapados en su telaraña.
Néstor y Cristina Kirchner están destinados a fracasar porque no comprenden este problema. Más aún, parecería que sus impulsos han pasado a la fase de la “compulsión”, y esto comienza a crearles una grave imposibilidad de serenarse, ordenar su juicio en alguna dirección y abrir su mente a la realidad.
Su historia política está llena de ejemplos de su particular autismo, que fue interpretado erróneamente alguna vez como coraje político. Hace algunos años, en los albores de su aparición pública en Buenos Aires y viéndolos sumamente agresivos en el decir, recordábamos nuestros años juveniles y algo que aún tiene vigencia: en cualquier pelea callejera, “el que pega primero pega dos veces”. Esto es, el vándalo lleva la ventaja de la sorpresa, porque la primera reacción del hombre civilizado, que respeta las normas de convivencia, es tener presente al otro como un semejante digno de respeto.
En la vida, como en las peleas callejeras, lleva ventaja, -aunque solamente “inicial”-, quien por su temperamento, impulsividad, mala educación ó poca reflexión, no tiene posibilidades de contenerse a sí mismo. Su eventual inteligencia se ve así frustrada, y todo lo bueno que podría obtener si apelara a las buenas maneras para desarrollarla, le impide con el tiempo avanzar sin tropiezos.
Debemos confesar que estamos convencidos que Néstor y Cristina, son un caso perdido. Llevan toda una vida incurriendo en la desagradable y temeraria costumbre de llevarse todo por delante, y parecería que lo que fue en algún momento sorpresa para sus rivales y opositores, se ha convertido finalmente en una fuerte repulsa.
La reacción que parece anidar en su espíritu recalcitrante es propinar a quienes se les oponen más violencia, dándoles así más motivos para exacerbar su rechazo.
Dicen los psicólogos que la infancia y la adolescencia constituyen la época fundamental de nuestra formación y de la correcta aparición de la crítica, que debería extenderse de adentro hacia fuera. Es nuestra capacidad de ejercerla de tal modo lo que nos permite con el andar del tiempo una cierta serenidad y un balance de nuestros impulsos emocionales.
Nos gustaría recordar nuevamente lo que dice el ilustre pensador Juan José Sebreli en “Historia de las Ideas Políticas en la Argentina”, en el sentido de que muchos de los fracasos ocurridos en la historia, no sólo nuestra, sino de la humanidad, se han debido en gran medida a las características psicológicas de sus protagonistas, más que a cualquier otra cosa. Dicho esto sobre todo en circunstancias en que uno no llega a explicarse cómo en medio de eventuales “vientos a favor”, los mismos giran y se vuelven tempestades y truenos de camino inverso.
Algo de lo que está ocurriendo en nuestros días.
No creemos que la ideología ni el “confesionalismo” sea el problema. El asunto está referido a un modo de ser y ver la vida que impide claridad de pensamiento, y que, a medida que se van desarrollando los acontecimientos, empujan al impulsivo a acentuar su aislamiento de la realidad y su furia al comprobar que no puede controlar la naturaleza de la misma.
Lo antedicho vuelve el momento que vivimos como sumamente peligroso. Cuando la razón desaparece y el discurso político comienza a transitar el camino de las emociones patológicas, se habrá perdido la última chance de encontrar el equilibrio IMPRESCINDIBLE para lograr un análisis intelectualmente correcto.
Es cierto también, que la pretendida “capacidad” de formación personal tanto de Néstor como de Cristina, son de una enorme precariedad esencial. Si es que pudiera denominarse así. Su cerrazón comprensiva, viene de antaño: han sido parte de su educación. El mundo dialéctico y “discursivo” de los 70. El de los que reclaman contra el orden establecido y jamás nos han dicho qué podría hacerse para cambiarlo que tuviera algún viso de éxito posible. Y que cuando se suben al tren de las oportunidades, suelen saquear a los demás pasajeros en provecho propio.
Si necesitáramos algún ejemplo, tenemos a Evo Morales como una buena muestra de estas supuestas reivindicaciones que transitan por el camino de la fantasía y están llevando a Bolivia a caminos sin retorno.
Río Gallegos tardó en “expulsar” a sus hijos adoptivos K. El provinciano es más contemporizador, más sereno e infinitamente más misericordioso que los habitantes de las grandes urbes, sometidos a una presión de urgencias diarias que destruyen muchos vestigios de humanidad. Sin embargo, la realidad que tenemos a la vista es que luego de quince años de tolerar la contumacia que se les imponía, dijeron basta, y hoy ni Néstor ni Cristina son bienvenidos allí y han tenido que “fugarse” al silencio del Calafate.
Muchos que leen estas líneas se estarán preguntando el por qué del éxito aparente y temporario de este gobierno. Respondemos: siempre que aparece un “corajudo” que “se manda al frente” en un salón adonde no ha sido invitado, es seguido por los oportunistas que están al acecho para seguirlo y “meterse” con él. Muchas veces hemos oído en circunstancias diversas esa típica expresión de algunos: “y bueno está loco, pero yo lo sigo, porque me permite hacer la mía”.
La política está llena de medradores, oportunistas y desclasados, que desplazan de un mandoble a los que hacen de ella una actividad sana, noble y absolutamente necesaria.
Todo esto motiva un cierto tiempo de parálisis de la sociedad, que se ve arrollada por la nueva corriente, hasta que las incongruencias comienzan a ser protagonistas, y se producen los estallidos.
Esta es nuestra historia. La de hoy y la de antes. Quizá también por nuestra imposibilidad de integrarnos colectivamente e idolatrar tan ciegamente a quienes han hecho del individualismo y la arbitrariedad pura un culto para su ascenso.
Los Kirchner, que deberían haberse tratado hace mucho tiempo de sus manías persecutorias, sus fobias, sus críticas indiscriminadas hacia quienes no piensan como ellos y su violencia contenida, nos han llevado a este nuevo camino sin retorno.
Ellos, con seguridad, no cambiarán mientras no se curen. Somos nosotros quienes tenemos que abrir los ojos y comenzar a planificar un futuro diferente.
“El tiempo, ni vuelve ni tropieza” (Góngora).
carlosberro@arnet.com.ar
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