domingo, 27 de abril de 2008

EL APORTE DEL CAMPO

Por Alejandro Gómez
Desde el momento en que el hombre dejó de ser cazador-recolector para dedicarse a cultivar la tierra y domesticar animales, pudo establecerse en forma permanente en determinadas regiones del planeta para empezar a desarrollar formas civilizadas de vida. En este sentido, la producción de alimentos organizada y previsible es condición necesaria para el desarrollo de cualquier tipo de sociedad que pretenda pasar del estado de subsistencia a uno que le permita satisfacer necesidades más complejas y elevadas.



Junto a la sedentarización evolucionó el concepto de propiedad privada, y con éste el incentivo para la producción de excedentes. El derecho de propiedad es condición necesaria para promover la creación de más y mejores bienes, pero para la producción de éstos también debe existir el trabajo y el riesgo empresarial que asumen los productores cada vez que deciden sembrar la tierra con la esperanza de que la misma genere la cantidad esperada para ser vendida en el mercado.



Son los hombres de campo, con su esfuerzo y conocimientos, los que producen alimentos para miles de millones de personas, liberando a éstas de la preocupación diaria de tener que procurarse su propio alimento. Ahora bien, la existencia de tanta cantidad de alimentos no se da por arte de magia, sino que es fruto de un largo proceso de ensayo y error que tuvo lugar a lo largo de la historia. Precisamente, y ante las pesimistas predicciones de Robert Malthus, fue recién hacia mediados del siglo XIX que se pudo empezar a producir suficiente cantidad alimentos como para poder satisfacer la demanda de la creciente población mundial.



Argentina no escapó a este lento proceso de evolución, desde la época en que Manuel Belgrano era Secretario del Consulado de Buenos Aires se trató de promover mejoras para la producción agrícola en el Río de la Plata , luego llegaron los tibios intentos de la Asamblea del Año XIII y la experiencia rivadaviana en la década de 1820. Pero el país no logró consolidarse como un estado moderno hasta el último tercio del siglo XIX, y fue a partir de ese momento con la incorporación de tierras, infraestructura y población, que Argentina comenzaría tomar su perfil agrícola-ganadero como la conocemos hoy.



Es importante destacar que el cambio que se opera en la forma de producir en aquellos años se debió al trabajo mancomunado del estado y de los productores privados, teniendo en cuenta las necesidades del mercado interno y externo. Más allá del clima y de la geografía favorable con la que cuenta nuestro país, la gran explosión productiva del sector agropecuario argentino se debió a los cambios promovidos en esa época por el gobierno y por la Sociedad Rural Argentina. Bastar con mirar los diarios de sesiones del Congreso Nacional para ver los proyectos que se promovían tratando de mejorar las condiciones del campo argentino, así como los artículos de los Anales de la Sociedad Rural en los que se discutía todo tipo de mejoras técnicas que pudieran aumentar la capacidad productiva del sector.



Sólo el trabajo conjunto del estado y el sector privado lograron cambiar la fisonomía de un desierto improductivo que en tres décadas se convirtió en el granero del mundo. No es castigando a los que generan excedentes que se sale de la pobreza sino incentivándolos a producir más riqueza. Los países que progresan, como lo hizo Argentina hace cien años, no castigan a los sectores más productivos de sus economías con impuestos confiscatorios, sino que tratan de incentivarlos para que sigan generando riqueza.
fuente. atlas

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