CIUDAD DE BUENOS AIRES (JorgeAsísDigital)
La “putinización”
En el primer cordón de Buenos Aires, la provincia natal, y en el adverso artificio de la Ciudad Autónoma , La Elegida pasó, de los 53 puntos de imagen positiva que mantenía en febrero, a los 23 puntos de la lamentable actualidad. Cabe consignar que, en el ámbito nacional, según fuentes, el descenso de la estadista hostigada es ostensiblemente inferior. Merodea, en general, los 30 puntos.
En informe privado, de los que Consultora Oximoron no divulga (y al que el Portal tuvo privilegiado acceso), se consigna que el impresionante drenaje numerológico, de La Elegida, no lo afecta, paradójicamente, al conyugue. Néstor Kirchner fue, nadie lo desconoce, el impulsor que la catapultó. Pero que contradictoriamente es el promotor, en apariencia involuntario, del fantástico derrumbe que debiera conmover a los estudiosos de las ciencias sociales. Y de la sociedad que las sustenta.
En efecto, como corolario de la perversa noción de la caballerosidad, mientras asiste al desmoronamiento de la imagen de su mujer, Néstor Kirchner conserva, hasta hoy, guarismos envidiables para cualquiera que planifique proyectarse.
Cuenta con un 54 por ciento de adhesiones, que lo habilitan a figurar, en el imaginario colectivo, como un eventual Piloto de Tormentas. Una especie de “neo Duhalde”. Para colmo, cualquier conjeturador de pizzería se atreve a lanzar la idea del recurso. Que tendría que ser, en todo caso, el último. La “putinización” del kirchnerismo.
Es decir, significa que Kirchner debiera anticiparse al modelo que Vladimir Putin, su creador, en Rusia, aún no llevó a la práctica. Para ser el Primer Ministro del sucesor. Medyedev, El Elegido. A los efectos de garantizar, desde la cosmética del cambio, la continuidad.
Desastres seriales
Hasta la tarde de hoy, 23 de abril, los abundantes sociólogos estomacales, acaso por encontrarse explicablemente alquilados, se obstinan en ocultar, sin mayor pudor, las cifras.
A través de la ética irreprochable, los sociólogos estomacales suelen elaborar diseños de optimismos rentados. Destinados a consolidar la autocomplacencia del gobierno autista, que los contrata.
De todos modos, trasciende que La Elegida debiera culpabilizar, cotidianamente, y con fuertes fundamentos, a su marido. Por la densidad aluvional del descenso. Generado, indudablemente, en la acumulación de los “desastres seriales del gobierno trivial”, que La Elegida, calladita y sin quejarse, heredó. Sin atisbos, siquiera, de resolución. Y con una tendencia liminar hacia el agravamiento.
Trasciende, aparte, que los conyugues suelen insultarse. Con un énfasis regulado, más político que matrimonial, que desborda la acotación de la intimidad. Y del buen gusto. Desfilan, según nuestras fuentes, responsabilidades. Las que suelen atribuirse, según nuestras fuentes, a las solapadas distracciones del poeta post romántico Alberto Fernández. Al que se le factura la estremecedora inocencia del ministro Lousteau. Con el vago aspecto angelical de un Sir Alfred Douglas, aquel que atormentara a Oscar Wilde. Y lo enviara, desprestigiado, a la cárcel de Reading.
El derrumbe también puede deberse a las carencias, que se descubren, en La Elegida. A las fallas de “El Factor Humano”, como titulara su novela Graham Greene. Pero sobre todo influyen, en exceso, la concatenación de los errores, acumulativamente escalonados, de “lesa ingenuidad”.
Desde la reacción por la marroquinería de Antonini Wilson, en adelante. Y por la caravana de horrores antológicos que motivaron el estallido del prestigio de La Elegida.
Que no son, por arbitrariedades de la lógica, transferibles, hasta hoy, al consorte que diariamente la audita.
Números
Sin embargo Kirchner, aunque se mantiene en la órbita afortunada de los 50 puntos, debiera percibir, con más resignación que desagrado, que Scioli, a esta altura, lo supera. Ante el silencio abrumador de la sociología estomacal, que no lo registra.
Y que lo tiene a Macri, según el informe exclusivo de Oximoron, casi a la par. Reitérase , en la provincia de Buenos Aires y en el artificio autónomo.
Scioli mantiene los 57 puntos de imagen positiva (que Duhalde, parsimoniosamente, registra). Tres puntos más que Kirchner, que tiene, como se dijo, 54. O sea, Kirchner tiene 31 puntos más que La Elegida. Los que ella, precisamente, perdió. Porque, a través de los horrores de “lesa ingenuidad”, la bajaron. A Scioli y Kirchner los sigue Macri, en el tercer lugar, con 51.
Con el cuento redituable, hasta hoy fructífero, de la gestión. Consiste en hablar de la gestión pero sin gestionar. Macri plantea un dilema para los lingüistas. Como si la gestión de referencia se agotara en el discurso implícito que la celebra.
De todos modos, el “relato” presentable de la gestión oculta, en Macri, según fuentes indignas, la sistemática tendencia a entregarse, de costado, hacia los esquemas pragmáticos, ya impuestos, de la “real politik”. Ampliaremos.
El nuevo Ruckauf
Los Kirchner ingresan -según el Informe Oximoron-, a una larga “instancia Chapadmalal”. En un contexto que difiere del desborde inmemorial de aquel Chapadmalal, versión 2001. Sin embargo Scioli debería calcular, en adelante, la significación de sus pasos.
A los efectos de no convertirse, por ejemplo, en una reencarnación de Carlos Ruckauf. Trátase -Ruckauf- de aquel ídolo justamente olvidado. De sonrisa cautivante y consistencia de barro. Téngase en cuenta que, entre el 2000 y el 2001, el gobernador Ruckauf reinaba, risueñamente, desde la provincia de Buenos Aires, en las encuestas.
Igual que el gobernador Scioli, titular de la Línea Aire y Sol, cultor de la ideología del vitalismo, reina en el 2008.
“Con fe, con esperanzas, siempre para adelante…”.
Entonces parecía que a Ruckauf, la posteridad, le quedaba chica de sisa. Hasta venirse, pobrecito, y en tiempo record, con la posteridad abajo. Con el drenaje paulatinamente cruel, apenas superado, en materia de intensidad, por La Elegida.
Otra curiosidad, para el análisis, del Informe Oximoron. El “sesgo predemocrático” del desmantelamiento articulado de La Elegida no es capitalizado, desde el punto de vista numérico, por la señora Carrió.
La frontalidad de la líder contestataria sirve, apenas, para sumar desmembrados radicales. Seres sensibles que atraviesan “El desierto de los Tártaros”, como en la novela de Dino Buzzatti. O socialistas sueltos, desorientados de ocasión. O algún lopezmurphista recuperable, pero desangelado. Propinas. “Obsequios de la casa”, como en el cuento de Asís.
Tampoco, por supuesto, la caída es capitalizada por el cuarto vértice del rectángulo. El que representa Hermes Binner. Quien se ubica, en el imaginario evaluativo, como alternativa. Junto a Scioli, Macri, y Carrió. En ese orden.
Aunque Binner, en las proximidades tácticas de Carrió, mantiene el escudo del perfil bajo. El socialista de aparato carece, hasta esta tarde, de la suficiente inclinación espiritual para mostrarse, persistentemente, en campaña.
Binner puede caminar por Florida sin ser reconocido. Como si fuera un turista europeo. O un Das Neves, sin ir más lejos. Quien pugna, con billetera cargada y sin mayor suerte, por introducirse, en la primera de cambio, en el polígono, y crear, lícitamente, otro vértice.
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