sábado, 15 de noviembre de 2008

KOBARDES

Por Carlos Mira
Cobardes
Aunque deberían ser un ejemplo y asumir su responsabilidad como formadores de opinión, muchos empresarios prefieren hacerse los distraídos antes que enfrentar los dislates del Gobierno.


Entre el miércoles y el sábado pasado se desarrolló en Mar del Plata el coloquio de IDEA, como todos los años en esta época. Desde hace dos años dejé de ir porque la última vez, en 2006, salí bastante asqueado de allí. Recuerdo que no esperé el regreso hasta el sábado: por suerte había rechazado la opción aérea que se nos da a los periodistas y había ido con mi propio auto... el viernes al mediodía decidí volver.

Había visto tanta hipocresía, tanto felpudismo, tan poca valentía, tanta baratura que me pregunté para qué iba a despotricar, si los propios interesados en defender el sistema que hace que sus empresas sean posibles, se esconden como rastreros cuando sería necesario salir a defender el puñado de ideas que permiten la vida en libertad.

En 2005 ya había sido testigo del desagradable episodio "Alfredo Coto". El ahora y entonces presidente Kirchner, después de calificar el evento como una reunión de cipayos que se juntaban para delinear el robo a los bolsillos de los argentinos para el año próximo, vapuleó al presidente del Coloquio, que simplemente había cometido el delito de estimar que la inflación para 2006 sería del 12%.

Me consta que una minoría de empresarios intentó suscribir un documento de apoyo a Coto. No tuvieron quórum. La mayoría miedosa esquivó el compromiso..

Otros como Enrique Pescarmona, el presidente de IDEA, se dio el lujo de "cargar" a Coto enfrente de todo el mundo diciendo que, "después de todo, los problemas con Kirchner los tenía él" y no otros empresarios (se puso él mismo como ejemplo) a quienes "el presidente ayudaba".

El doble standard de sus conductas es patético. Algunos se dicen y se muestran "preocupados" por la situación y (en los pasillos) de la Convención, hablan pestes de éste y de aquél. Pero cuando llega el momento de poner la cara, subir al escenario y decir lo que hay que decir, arrugan.

La "clase empresaria" de la Argentina no ha estado a la altura de las circunstancias. Con excepciones notables, por su puesto, la mayoría ha preferido el silencio y la agachada antes que la bravura de enfrentar desde la razón y desde los principios, los distintos fascismos que han saqueado la Argentina.

Han entrado en compromisos con quienes le echaban la soga al cuello con tal de que "no la apretara tanto". No se han rebelado contra la soga sino que se conformaron con negociar "el nivel de presión" como creyéndose confiados en que es posible "negociar" con un adicto al poder.

El problema es que estamos hablando de la vanguardia del país; de los que toman decisiones. No nos estamos refiriendo a los seguidores, sino a los líderes.

Ellos han llegado –por supuesto, en la enorme mayoría de los casos, gracias al sacrificio y al esfuerzo– a lugares de privilegio en el país. Su roce, su instrucción y sus relaciones les permiten tener contacto con una visión del mundo no solo desde la practicidad de resolver problemas sino desde el sentido común y desde las reglas generalizadas de las buenas prácticas. Ellos saben cómo son las cosas.

No son burócratas que viven del erario público y de los demás. Salvo aquellos que nunca faltan, que arropan sus negocios a las sombras del poder, la mayoría es gente de trabajo que sabe perfectamente como distinguir la razón de la locura. Si ellos han decidido renunciar a la denuncia pública de un ataque severísimo a la libertad, qué quedará para el resto.

Es triste arribar a la conclusión de que una de las principales reservas que debería tener la sociedad argentina, ha decidido abdicar de la responsabilidad que le cabe.

Por eso estas asambleas no recuperarán su brillo hasta que quienes las integran y convocan no asuman el deber cívico que su posición de privilegio les impone. Ojala esa devoción por el compromiso suceda pronto. Aquella conocida melodía de los futboleros cuando el equipo no pone los genitales en juego, parece sonar de fondo para los que quisiéramos que ese "equipo" se juegue un poco más. Deberían saber que, aunque ellos no lo quieran asumir, constituyen una esperanza que me resisto a dar por perdida. © www.economiaparatodos.com.ar

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