sábado, 18 de septiembre de 2010

CORSO A CONTRAMANO


TODO ES UN CORSO A CONTRAMANO

Por el Dr. Jorge R. Enríquez (*)

COLEGIOS TOMADOS

Hace más de un mes que numerosos colegios secundarios públicos de la ciudad de Buenos Aires están tomados por algunos de sus alumnos. Hace más de un mes que miles de estudiantes no tienen clases. Si tenemos en cuenta que la actual es muy deficiente, los resultados serán catastróficos. Esto se traducirá en una peor calidad educativa.

El motivo original de las tomas fue el reclamo por mejores condiciones edilicias.

No puede negarse que la larga decadencia de la Argentina ha tenido su efecto en el ámbito educativo. Los problemas de infraestructura son de larga data y no se originaron en la actual gestión.

Pero esos problemas existen y deben ser encarados. Los estudiantes hacen bien en ponerlos de manifiesto. Además, las personas nos adaptamos rápidamente al confort. Quienes tenemos algunos años tomábamos el frío de nuestras escuelas en invierno y el calor en el verano como datos de la realidad. Mal o bien, los superábamos. Hoy son considerados vejámenes intolerables.

No critico que así sea. Los tiempos cambian. Pero lo que no logro comprender es que para realizar un reclamo sea necesario tomar el colegio.

Nadie tiene derecho a tomar una escuela, como así tampoco a cortar una calle o un puente. Las escuelas, las calles y los puentes son bienes públicos. Es decir, son de todos, no de un grupo en particular que, al comportarse como su dueño, excluyendo a otros, en verdad los privatizan.

Para peor, se trata de grupos que no representan a la mayoría, sino a corrientes políticas de la izquierda no democrática que encuentran en estas actividades el sustituto de los votos que las urnas se empeñan en negarles.

Estos grupos radicalizados le toman examen al ministro, consideran el plan de obras del gobierno de la Ciudad y deciden si lo aprueban o no. Por ahora, lo han rechazado.

Se han erigido, de hecho, en una Legislatura paralela.

Esta recurrencia de las vías de hecho es un virus que será muy difícil combatir. Corroe lentamente todo el edificio institucional. Quien pretende encauzar las cosas conforme a la ley es un "represor". Es más cómodo entonces no hacer nada.

El pronóstico de una sociedad que actúa así es reservado.

Con el correr de los días se incrementó el número de colegios tomados y el número de los reclamos, que ahora se extienden a becas y otras cuestiones.

El conflicto suscitado por las tomas de algunos colegios, lejos de solucionarse, se ha ido agravando.

Los colegios tomados son cada vez más numerosos. A la vez, otros estudiantes, secundarios y universitarios, que no sufren problemas edilicios, toman también sus centros educativos, por solidaridad.

La solidaridad argentina es contagiosa. Ya los gremios docentes anuncian paros.

Nadie recuerda muy bien cuáles eran los problemas originales, porque a la falta de calefacción y las paredes mal pintadas se han agregado el imperialismo, el neoliberalismo, la invasión de Irak y la deuda externa.

Todos se solidarizan. ¡Qué Argentina solidaria! Desde hace unos días la ciudad se ha tornado intransitable de tanta solidaridad.

¿Y si alguna vez se canalizara ese espíritu fraterno y generoso en actividades constructivas? ¿Por qué los alumnos, sus padres, sus docentes, los ordenanzas y todos los que ahora se llaman "la comunidad educativa" no dedican algunas horas del fin de semana a trabajar para mejorar los colegios?

¿Para qué tantas marchas, tomas, discursos inflamados, evocaciones disparatadas del Mayo francés? ¿Por qué no transformar esa energía inútil en tareas provechosas para la comunidad?

Así demostrarían que su compromiso con la educación pública no es meramente retórico.

No seré original, pero no puedo dejar de recordar una vez más aquella admonición que con tanta clarividencia nos lanzara hace varias décadas Ortega y Gasset: ¡Argentinos, a las cosas!

NÉSTOR Y DANIEL, UN MATRIMONIO DE CONVENIENCIA

Como en aquellos viejos tiempos de monarcas y nobles, en los cuales las casas reales se emparentaban para no perder espacios de poder, la política mantiene los matrimonios por conveniencia.

Son uniones que no se basan en el amor, sino en el interés. El caso más notable en nuestros días es el que protagonizan Néstor Kirchner y Daniel Scioli.

La Celestina fue Eduardo Duhalde, a principios de 2003, cuando el caudillo bonaerense creyó que el gobernador santacruceño, desconocido para el gran público nacional, sería su carta de triunfo ante Carlos Menem, luego del misterioso rechazo a su candidatura de Carlos Reutemann y de la dificultad de levantar cabeza en las encuestas de José Manuel De la Sota.

¿Qué unía a Kirchner y Scioli? Su pasado menemista. ¿Qué los separaba? Sus personalidades. La moderación de Scioli contrastaba con el espíritu siempre combativo del abogado de Río Gallegos.

Desde el inicio de su presidencia, Kirchner se ocupó de marcar bien la cancha: sólo él era el que mandaba. Los demás debían subordinarse enteramente y no tener opiniones propias. Cuando el ex pìloto náutico osó hacer algunas declaraciones sobre las tarifas de los servicios públicos que no se ajustaban totalmente al libreto oficial, lo trató de mala manera. No le habló por un tiempo y pidió la renuncia de funcionarios vinculados a él.

Más tarde, en plena sesión del Senado, la entonces senadora Fernández de Kirchner acusó a Scioli de organizar operativos oscuros contra los señores de El Calafate.

Scioli nunca contestó y siguió apelando a su latiguillo predilecto: "estamos trabajando".

Pero los Kirchner lo necesitan. Scioli tiene una imagen positiva mucho mayor que la de ellos. Por eso le exigieron que se prestara al sainete de las candidaturas testimoniales.

El disciplinado y correcto Scioli siempre busca evitar conflictos. ¿Por qué? Porque teme que cualquier actitud de independencia implique que no le giren los fondos que necesita para la provincia. Ese es el federalismo de los Kirchner.

Pero la pareja gobernante no se caracteriza por su gratitud. La semana pasada, en un acto en el que estaba presente Scioli, Kirchner lo retó en público, pidiéndole que dijera quién le ataba las manos, expresión que, según parece, había declarado ante los padres de una víctima de la inseguridad.

Sin embargo, el tiro le salió por la culata a Kirchner. Scioli no le contestó, pero muchos intendentes de la provincia de Buenos Aires empezaron a decir en público lo que hace tiempo dicen en privado: que ya están hartos del mandamás patagónico.

En esta ocasión, no piensan perder sus cargos ni las mayorías en sus concejos deliberantes por seguir la estrategia de multiplicación de candidatos pergeñada en Olivos para solo beneficio de Kirchner.

¿Cuándo decidirá Scioli el divorcio? Es sólo cuestión de tiempo.

CARNAVAL KIRCHNERISTA

La Presidenta anunció el envío al Congreso de un proyecto de ley destinado a reordenar los feriados. En verdad, no es un mero reordenamiento, ya que se incrementa el número de feriados.

El sector turístico ha recibido con beneplácito la iniciativa, ya que aumenta los feriados largos. Todos los feriados, salvo unos pocos, serán dispuestos los lunes o viernes si caen en otro día de semana.

Se agregan como feriados el Día de la Soberanía y se incorporan dos días en febrero como feriados de carnaval.

Esto último venía siendo requerido por algunas murgas, pero es un verdadero anacronismo. Por más que los viejos carnavales despierten la nostalgia de quienes tenemos algunos años, no se puede legislar a contrapelo de la realidad.

En Buenos Aires, por lo menos, y en casi todo el país, es muy escaso el número de personas que participa de los festejos de carnaval. Estos feriados proyectados no redundarán en mayor público para las murgas y comparsas. La gente se quedará en sus casas, irá a sus clubes, a las piletas, al cine, al teatro o a centros turísticos, pero, en general, no hará lo que no hace sin feriados.

Parece una medida demagógica, sin mayor sentido.

Pero no deja de tener cierta coherencia. Al fin y al cabo, el gobierno kirchnerista es un corso a contramano.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autor el Dr. Jorge R. Enríquez - Abogado - Periodista y ex legislador porteño

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