domingo, 19 de septiembre de 2010

DESACATADOS


Tras el peligroso desacato a la Corte, se devalúa la política

por Hugo E. Grimaldi

Cuando el juego se les pone peligroso, los malos jugadores de ajedrez o aquellos a los que no les gusta perder a nada o aun los que se creen muy intrépidos o pícaros, se hacen los enojados y, para negar la realidad, tiran de arrebato las piezas por el suelo. A eso se le llama patear el tablero, el recurso extremo de hacer volar todo por el aire antes de que llegue la noche. Lo singular del proceso es que quienes proceden así dejan de ser jugadores atildados que siguen las normas establecidas, para transformarse en dictadores de nuevas reglas. No hay negociación posible, se acaba el arte de la política. Hay destrucción.

Y en verdad, no hay más remedio, no puede ser de otro modo, ya que, en su compulsión, los jugadores han cruzado casi todos los puentes y los han dinamitado a su paso y sólo les cabe la fuga hacia adelante, arrasando lo que se cruce en el camino. Eso los obliga a seguir disfrazando la realidad, aunque redoblando de modo permanente apuesta tras apuesta. Decir que una sentencia de la Corte es de “cumplimiento imposible” es notoriamente patear el tablero y dejar la puerta abierta para descalabros institucionales mayores.

La pregunta que surge de los sucesos de la semana, en relación con el sexto fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que la provincia de Santa Cruz reponga en su cargo a un ex procurador al que el gobernador Néstor Kirchner hizo echar hace 15 años, es si este grave episodio que plantea un mayúsculo conflicto de poderes y una desobediencia flagrante a la Constitución es punto de partida o si se trata de un escalón más de prueba y error, para observar hasta dónde se manifiesta la tolerancia social.

Tras una escalada de muchos años que se ha fogoneado desde la ideología y que la sociedad ha consentido pasiva y hasta casi folclóricamente, están los casos de las empresas recuperadas, las asambleas barriales, los cortes de calles, puentes y rutas, los bloqueos de las empresas, las tomas de escuelas, etcétera, que se han situado invariablemente por encima de la Constitución y han cambiado, por lo menos, el paradigma de convivencia. En verdad, después de negar una orden de la Corte, aún no se visualizan los próximos pasos que, por definición, deberían ser aun más graves que los anteriores. ¿En el extremo, y con estos antecedentes, qué pasaría si algún día, algún gobierno de cualquier signo, decide desconocer un resultado electoral?

En cuanto a que la orden de la Corte sobre Santa Cruz es de “cumplimiento imposible”, el concepto no resiste el menor análisis.

El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, autor de la ya célebre frase, sabe muy bien que en el mundo de la política los imposibles no existen. Es verdad que en la provincia hay una traba legislativa que subsanar, ya que el cargo en disputa ha sido desdoblado, pero sólo se necesitaría un nuevo proyecto de ley del gobernador, al que está obligado en su carácter de “agente natural del Gobierno Federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación” (artículo 128) y sobre todo su voluntad.

Lo que ocurre es que en este caso, como en tantos otros donde manda lo ideológico o aún los caprichos personales o el deseo de mostrar fortaleza, la política ha quedado de lado, salvo que haya un próximo tablero a demoler, a partir del ninguneo de las instituciones democráticas.

El caso es que no se puede reponer a Eduardo Sosa porque hacerlo significaría desairar a Kirchner, ya que el ex procurador investigó el pago de altos honorarios que el gobierno provincial de entonces le hacía a los abogados que tramitaban el pago de fondos petroleros a la provincia y fue echado sin miramientos por meter su nariz donde no debía. Está claro que, en Santa Cruz, hoy nadie va a mover un dedo para negociar nada. De allí, las apelaciones del gobernador Daniel Peralta al chauvinismo del terruño, a cuestiones de autonomía o a que “se pretende invadir Santa Cruz por el hecho de que aquí salieron dos presidentes (sic)”.

En tanto, desde el Gobierno nacional hasta se llegó a hablar de “golpe de Estado” y ya se le ha puesto fecha a un acto, adonde estará Kirchner y se verá cuántos gobernadores, para convalidar el desacato de Peralta y para rechazar la intervención federal (total o parcial) que se tramita en el Congreso, desde que la Corte impulsó a los legisladores a actuar.

Otro dolor de cabeza

También los ministros han sido noticia esta semana por un segundo fallo que le ha dado un dolor de cabeza internacional al Gobierno. Después de muchos años sin lograr una definición sobre la extradición de un ciudadano chileno, Sergio Galvarino Apablaza Guerra, ahora el Tribunal le ha bajado el pulgar a su estancia en la Argentina, pero no tanto a la situación legal del ex guerrillero, sino a la desidia con que el Ejecutivo siguió el caso, más para dejarlo dormir que para definir una estrategia.

Los delitos por los cuales la Justicia chilena reclama a Apablaza, dirigente de la organización armada Frente Patriótico Manuel Rodríguez, son el homicidio del ex senador de derecha Jaime Guzmán, quien fue baleado, y el secuestro de Christian Edwards del Río, gerente del diario “El Mercurio”, a quien se lo mantuvo durante cinco meses encerrado en una especie de féretro y fue liberado tras el pago de un rescate. Ambos delitos fueron cometidos en 1991, cuando en Chile ya se había restablecido la democracia, por lo cual se le cae el argumento de la lucha contra un gobierno dictatorial.

Ahora, la situación del asilo solicitado por el chileno, quien está casado con una argentina que trabaja en la Casa Rosada y tiene tres hijos argentinos, deberá definirla durante la semana la Comisión Nacional de Refugiados (Conare), que depende del ministerio del Interior. Sin dudas, el episodio ha golpeado la relación con el país trasandino, adónde viajó Cristina Fernández y dónde tendrá que poner la cara para explicarle al presidente Sebastián Piñera la posición de la Argentina, hoy tironeada entre el pedido del país hermano y la militancia de sectores afines, como las Madres y las Abuelas, que sacaron la cara inmediatamente por Apablaza. No hacerle caso a la Corte en este tema sumaría otro lunar a la relación.

Tales resistencias hacia las decisiones del Tribunal Supremo de la Nación conllevan también un notorio capítulo de presión hacia futuros fallos que, como el que involucra a la Ley de Medios o a Papel Prensa, resultan esenciales para el Gobierno. Si hoy se desconoce un fallo como los dictados en estos días y la cuestión pasa de largo, qué ocurriría entonces si la Corte opina algo diferente a lo que el Gobierno imagina para avasallar a la prensa que no se alinea.

Para generarle un nuevo apriete a los jueces, la Coalición por una Radiodifusión Democrática está llamando a un acto en Tribunales para apurar la sentencia y lo más llamativo es que lo ha está haciendo a través de la Televisión Pública en los partidos de fútbol, donde sólo se emite propaganda oficial. Hasta su propio blog está atrasado de noticias, ya que no se menciona siquiera la convocatoria para el día 28.

Otra patada al tablero, en este caso de carácter social y ya se verá con qué resultado en votos, la propició la propia Presidenta, cuando en el acto del Luna Park que organizaron los jóvenes K el martes pasado olvidó el drama de la pobreza y habló con cierto desdén de la clase media, la que cree que “separándose de los laburantes, de los morochos, le va a ir mejor”.

Seguramente este repiqueteo destinado a recordarle al sector que mejor la está pasando en la fiesta kirchnerista que no sea ingrato, hubiese sonado mejor sin la crítica de que “muchas veces no entienden” o que son “volátiles”. La clase media es tradicionalmente adoradora del consumo, del tipo de cambio bajo y tiene resortes para surfear la evolución de los precios, mientras que la clase más pauperizada, que no tiene ni tiempo ni condiciones para mostrarse “volátil”, ha quedado atrapada en las redes del clientelismo y diezmada en su poder adquisitivo por la inflación.

También en el mismo discurso la Presidenta repicó sobre la cuestión de la deuda de modo bien ambiguo: “Toda mi juventud y parte de mi vida adulta en la política, fue la consigna contra la deuda externa y el Fondo Monetario Internacional”, dijo. Aquellos argumentos setentistas ponían por delante el pago de la deuda social interna (pobres, jubilados, escolarización, el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel, etcétera), aunque en la ocasión Cristina cambió el “contra” por la justificación de “haber abordado el problema central que tenía la Argentina en materia de endeudamiento”.

Sin embargo, un día después, en la presentación del Presupuesto que se hizo en el Congreso, todavía quedó mucho más claro el concepto de que los especuladores se pueden quedar más que tranquilos, ya que la Administración pagará hasta el último bono con las Reservas del país, lo que ha generado una corriente especulativa similar a la que siempre se criticó por ser nada productiva.

Si de espantar clase media se trata, la quema del muñeco de Mauricio Macri frente a la jefatura porteña, que llevaron a cabo docentes en huelga, estudiantes secundarios porteños y otros universitarios que fustigaban a la administración nacional mientras decían que defendían a la educación pública y propiciaban que no hubiera clases, le ha dado algún rédito al jefe de Gobierno ya que hizo recordar al cajón que incendió Herminio Iglesias en el cierre de la campaña proselitista de 1983. Pero además, puso al gobierno nacional en alerta por lo que se le ha comenzado a revertir sobre su cabeza, sobre todo después que se hicieron escuchar voces, como las de la Presidenta y su esposo, que sonaron más que comprensivas con los estudiantes porteños.

El tema Scioli

Lo que ha ocurrido en la semana con Daniel Scioli, también podría entrar en el rubro pateaduras de tablero, al menos para la mecánica paranoica del ultrakirchnerismo. Claro está que, en este caso, hay que computar el medido estilo Scioli, quien no quiere salirse ni un milímetro de las senales que él mismo ha resuelto entregar. Al igual que el senador Carlos Reutemann, si hay algo que ha logrado el gobernador, lo que le da cierta ventaja por ahora en la diferenciación que busca hacia afuera sin que se note hacia adentro, es que los tiempos en que se está jugando el partido son los suyos.

Después de aquel reproche público a Scioli para que dijera quién le ata las manos, Kirchner tuvo que observar cómo el gobernador fue a una fiesta de la Editorial Perfil, se sacó una foto con Mauricio Macri y otra con el intendente de La Plata, Pablo Bruera, saludó a directivos del Grupo Clarín y se prestó a un reportaje en Todo Noticias. En contrapartida, el sciolismo salió a aclarar con mucha enjundia situaciones que el gobernador intuyó como operaciones de prensa de alguien para sacarlo de su estrategia, como el desdoblamiento de las elecciones provinciales o un involuntario error de transcripción en un Despacho de esta Agencia.

El domingo pasado, cuando esta columna llegaba a los lectores, Kirchner ya había sido intervenido de la oclusión parcial de una arteria del corazón, tras haber sentido algunos mareos y haber claudicado en la cinta donde se le hacía una prueba de esfuerzo. Por la noche, se fue a su casa, el martes ya estaba en el acto del Luna Park y el miércoles se reunió con directivos de medios de todo el país. En esos tres días, la obsesión del Gobierno fue mostrarlo políticamente fuerte y físicamente activo. Una de las características esenciales de los pateadores habituales de tableros es que no tienen tiempo para mostrar ni un solo signo de debilidad.

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