jueves, 16 de septiembre de 2010

DOS DESORBITADOS




La irracionalidad de

dos desorbitados

Por Carlos Berro Madero

“Donde se ventilan los altos negocios del Estado, donde se falla sobre los grandes intereses de la sociedad, no debiera resonar otra voz que la de una razón clara, sesuda, austera. La verdad es siempre la misma, LA REALIDAD DE LAS COSAS NO SE MUDA PORQUE SE HAYA EXCITADO EL ENTUSIASMO DE LA ASAMBLEA DE LOS ESPECTADORES, y se haya decidido una votación con los acentos de un orador fogoso.


ES O NO VERDAD LO QUE SUSTENTA, ES O NO ÚTIL LO QUE PROPONE: HE AQUÍ LO ÚNICO QUE SE HA DE ATENDER; lo demás es extraviarse miserablemente, olvidarse del fin de la deliberación, es jugar con los grandes intereses de la sociedad y sacrificarlos a la mezquina vanidad de arrancar aplausos”

(Jaime Balmes)



Si las consideraciones que preceden estas líneas fueran aplicadas a los métodos desorbitados y grandilocuentes de los Kirchner (Néstor y Cristina por igual), habría que contestar: a) que no han conseguido “mudar” la realidad en lo sustancial, y b) que han carecido –y carecen-de razones “claras, sesudas y austeras” para dirigir su conducta.



Por tal motivo se han enfermado ellos mismos física y psíquicamente.



No hay otra explicación que sirva para comprender mejor los motivos de una locura “in crescendo” con la que trataron de impregnar a la sociedad toda, para ponerla a los pies de sus inocultables ambiciones personales.



Estamos viviendo ahora la llegada de los desengaños y los escarmientos.



Desengaños para quienes –como la “pareja real”-, pudieron imaginar por algún instante que una política conducida por sus manifiestos desequilibrios conceptuales e historias trucadas podía transformar a la sociedad.



Escarmientos por partida doble: para ellos mismos, a través de una salud que comienza a resultarles esquiva (a los dos); y también para quienes se sintieron protagonistas de una epopeya, “embotados” en los vahos de una gloria buscada a través de la arbitrariedad.



Muchas veces antes de ahora hemos enfocado la “cuestión Kirchner” desde este ángulo. La realidad ha ido confirmando paso a paso nuestras apreciaciones personales.



El tiempo, que “ni vuelve, ni tropieza”, vuelve a ponernos entre las manos la posibilidad de recobrarnos del veneno que pretendieron hacernos beber Néstor y Cristina con sus insensateces y perversidades.



Comienza una etapa en que la tendremos que hallar el “antídoto” adecuado.



El primer paso, consistirá en recobrar el valor de la sinceridad y volver a respondernos con una mano en el corazón y la otra en la cabeza (sacando ambas del bolsillo), si un estado de alienación colectiva como el que vivimos hasta hoy no puede conducirnos a nosotros mismos a una obstrucción arterial definitiva.



El segundo, terminar con la fantasía de que vivir “con lo nuestro” -ignorando olímpicamente al mundo entero-, esté sustentado en un análisis del que podamos obtener constancias de validez, y resulte “claro y sesudo”, rescatando los valores tradicionales de un orden que debería regir siempre en cualquier circunstancia de la vida.



Tendremos que abandonar además el engaño y la tendencia a fracturarnos por deporte. Y por sobre todo, los “felices auspicios” de una Argentina poblada por insensatos y deliberantes consuetudinarios.



Dejar para siempre, en fin, “la ilusión causada por pensamientos revestidos de imágenes” (Balmes nuevamente).



En un mundo que crece en incertidumbre día a día, puede arrojarnos alguna luz al respecto de nuestro futuro inmediato, la historia de la caída final de la Cortina de Hierro y el comienzo del colapso del comunismo, ocurrido en su momento por acontecimientos absolutamente imprevisibles, aún para los analistas políticos más avezados.



Ese día en que el pueblo berlinés se levantó finalmente, y con picos y palas comenzó a demoler con sus propias manos el muro que separaba a oriente de occidente.



Ni los esfuerzos ni las presiones de los organismos internacionales en su lucha contra un sistema perverso, habían sido suficientes para provocar el fin del fanatismo ideológico soviético.



Todo cambió en forma repentina un día que el ciudadano común se dijo a sí mismo: “hasta aquí hemos llegado con el engaño; esto es demasiado para mí”.



Fue una verdadera implosión que se replicó como reguero de pólvora.



“Un pueblo que sufre, que protagoniza una revolución ¿no tiende acaso a escuchar con atención al vecino, al testigo próximo, mucho más que al profeta lejano?" (Víctor Massuh)

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