lunes, 13 de septiembre de 2010

EL ESTANCIERO SE LES VA DE LAS MANOS



Moyano se les va de las manos

lanueva.com

por Eugenio Paillet

.

Néstor Kirchner comentó cierta vez, durante un viaje a Nueva York, mientras tomaba café en el hotel con miembros de su comitiva, entre los que había funcionarios, dos diputados nacionales y los responsables de la prensa oficial de entonces, además de un par de enviados especiales, que no desconocía los riesgos que tomaba al aceptar caminar de la mano de Hugo Moyano. Pero adujo que era un producto de la necesidad y no de la simpatía que le profesaba, en tiempos en que recién comenzaba a construir la maquinaria de poder que todavía hoy, pese a algunos tropiezos, mantiene en pie.

¿Cómo hacer, ahora, para evitar que se le vaya de las manos a Kirchner ese verdadero monstruo de siete cabezas que es el camionero y que él mismo alimentó y ayudó a crecer? Es la pregunta que se hacen, por estas horas, en algunos despachos del poder, donde las sospechas de todo tipo por los movimientos del líder de la CGT y principal sostén sindical de los Kirchner y todo su gobierno, pero, en especial, por las consecuencias que ello pueda tener, en el futuro, para el liderazgo del santacruceño, están a la orden del día.

Ahora mismo, Kirchner ha retomado aquel análisis entre filosófico y resignado sobre Moyano. Lo hizo, noches pasadas, delante de un grupo de dirigentes e intendentes del interior bonaerense, que preparan el armado de una nueva corriente kirchnerista en la Provincia, para apuntalar las chances del oficialismo en las elecciones de 2011, en las que participarán, además, legisladores, concejales y simples punteros barriales.

Kirchner sabe que, a estas alturas, Moyano le ha tendido lo más parecido a una trampa. Sin su apoyo, el poderío que supo construir y las chances de por sí comprometidas de ganar las elecciones presidenciales del año que viene, sea él o su esposa el candidato del espacio, se desmoronarían como castillo de naipes.
Como contrapartida, sabe (y escucha a quienes se lo machacan en su entorno) que los últimos movimientos de Moyano, como la toma de fábricas, bloqueos a empresas y autopistas, amenazas a hombres de negocios y el extemporáneo proyecto para que los trabajadores reciban un porcentaje de las ganancias de sus empleadores son un pelotazo en contra en su afán de recuperar el favor del voto de la clase media y de los sectores rurales, los dos grandes protagonistas de su decadencia política y electoral, a partir de 2008 y hasta la fecha.

¿Cómo combatir esos verdaderos disparos al corazón de esa estrategia si, al mismo tiempo, tiene que pararse en la foto junto al hombre que dice que todo lo hace en defensa del gobierno de Cristina Fernández y en contra de los mismos enemigos del matrimonio? Es otra de las preguntas crueles, cargadas de paradojas de la política, que se hacen quienes, en el gobierno, sospechan que ya es demasiado tarde para acomodar respuestas.

Como en el juego del gato y el ratón, Moyano conoce de esas cuitas y ha comenzado a obrar en consecuencia. Ha dejado trascender, entre su círculo de sindicalistas aliados, muchos de los cuales hablan semanalmente con periodistas, que le prepara una nueva demostración de fuerza al santacruceño, que es no cederle el sitio de orador de fondo en el acto que se hará en el estadio Monumental el 15 de octubre, para celebrar el Día de la Lealtad. "Hugo hablará al final; eso está decidido", confesó uno de esos dirigentes.

El discurso, para más datos, terminaría de redondear la idea fuerza que viene impulsando el camionero sobre la supervivencia del movimiento sindical que encabeza más allá de la suerte que corran los Kirchner en las elecciones presidenciales de octubre de 2011. Lo más parecido a la vieja liturgia partidaria que aconseja acompañar a los líderes de turno sólo hasta las puertas del cementerio.

En Olivos se espantarían, si se enterasen de que, en covachas del sindicalismo moyanista, se habla, también allí, de escenarios de "final de ciclo" y de "necesarios preparativos" para una etapa poskirchnerista.
El dirigente portuario Juan Carlos Schmid, uno de los más cercanos colaboradores de Moyano, no ha tenido empacho en decirlo con todas las letras: "Desde el sindicalismo, estamos detrás de la construcción de un espacio de poder político que excede al kirchnerismo, va más allá".

Apenas la excusa de que no es tiempo de hablar de candidaturas es la que esgrime Schmid para no responder cuando se le pregunta si Moyano verdaderamente quiere emular a Lula y presentarse, el año que viene, como candidato a presidente o a gobernador de Buenos Aires, en una primera escala.
Para más datos: Kirchner deberá aceptar sin derecho al pataleo que Moyano ponga el hombre que será candidato a vicegobernador de Buenos Aires en la fórmula que, seguramente, encabezará Daniel Scioli.
Y le llegan datos de que Moyano, en algunos arranques, hasta suele deslizar que el sindicalismo debería poner al número dos de la fórmula presidencial para el año que viene o influir en ese armado.

Por si le faltaba algo, Kirchner ha sido depositario resignado de las quejas de aquellos y otros visitantes a sus alcobas por el avance de Moyano sobre todo el peronismo de la Provincia, a contrapelo de su proyecto de armar una conducción colegiada debajo de la presidencia que asumió el capo sindical por la prolongada convalecencia de Alberto Balestrini.

Suerte para los Kirchner que Moyano ha salido a desmentir que aspire a alguna de aquellas candidaturas en las elecciones del año que viene. Claro que, para las elecciones internas de los partidos, faltan todavía doce meses, de modo que el matrimonio no debiera dormir demasiado tranquilo.

En medio de esas tribulaciones, el gobierno estaría encontrando, por estas horas, severas dificultades para avanzar en la justicia con la causa contra Papel Prensa.
Para decirlo de otra manera y de acuerdo con lo que se ha escuchado en despachos del poder: no habría, a estas alturas, ningún sustento jurídico de peso ni, mucho menos, testimonios valederos e insospechados, para armar la causa por la que Cristina Fernández prometió que se juzgaría a los dueños de "Clarín" y de "La Nación" por delitos de lesa humanidad.

Aquel desmoronamiento que produjeron en la construcción de la estrategia los testimonios contradictorios con la versión oficial de miembros de la familia Graiver se habría profundizado, ahora, con las dudas que el propio procurador General del Tesoro, Joaquín Da Rocha, habría elevado a sus jefes sobre la inconsistencia de ese entramado. El funcionario habría agregado más problemas al armado de la estrategia oficial, con argumentos que los Kirchner, a estas alturas, no están dispuestos a escuchar: cuestiona que sea Guillermo Moreno el que se presente como querellante en nombre del gobierno.

El secretario de Comercio Interior ha resistido esos cuestionamientos y, según allegados a Da Rocha, no lo ha hecho con las mejores formas, según su conocido estilo. La posibilidad de que el empuje de los Kirchner detrás de la causa contra aquellos diarios se diluya en el tiempo, y provoque, para colmo, efectos políticos contrarios a los deseados por el descreimiento de la sociedad, se ha instalado en despachos oficiales. Tanto, que uno de los hombres que siguen de cerca estos tropiezos reconoció que la guerra sin retorno de Kirchner contra "Clarín" , a través de la denuncia por la compra de Papel Prensa, hoy, con lo único que cuenta es con el proyecto de ley para declarar de interés público la fabricación de papel para diarios, que navega con suerte variada en el Congreso.

De hecho, la oposición ha logrado congelar, al menos por ahora, cualquier avance en comisiones de la iniciativa. Y se perfila certero el comentario que recorre los pasillos parlamentarios: No hay muchas esperanzas para el oficialismo de que la ley salga este año. Y el que viene, teñido por la dureza de la campaña electoral, es menos prometedor todavía.
Tampoco parece abrigarlas Da Rocha, quien reclama a Olivos el desplazamiento de Moreno de todo lo que tenga que ver con el armado de la causa. Pero el matrimonio no le atiende el teléfono, si de eso se trata.

Kirchner insiste con tirarle toda la carga a la Corte Suprema, a la que ha colocado, sin disimulos, entre los enemigos del gobierno y de sus intentos por extender "el modelo" más allá de diciembre de 2011, tal como quedó evidenciado en el durísimo discurso que pronunció, el jueves último, durante un acto partidario en La Boca. El ex presidente disparó contra todos por igual, jueces, periodistas, empresarios, la oposición y, por supuesto, contra el grupo multimedios autor de sus mayores desvelos de estas horas.

Ese discurso, de todos modos, pasará a la historia por la inesperada y formidable humillación a la que sometió, en público y delante de sus propias narices, al gobernador Daniel Scioli.
Aníbal Fernández hizo, horas después, en privado, una revelación que explica, por si hacía falta, el reto casi vejatorio del santacruceño a su dócil gobernador. Dijo que lo llamó la misma noche en la que familiares de Carolina Píparo revelaron que el gobernador les había confesado que tenía las manos atadas, para reprocharle el gesto y apurarlo a alguna aclaración. "Vos sabés lo que va a pensar la gente si no aclaras quién te ata las manos", le disparó. Se refería a lo que, efectivamente, quedó flotando en el ambiente: el que le ata las manos a Scioli es Kirchner, porque no quiere endurecer las medidas para combatir la inseguridad para no desairar a sus aliados de la izquierda o del campo progresista.

Scioli, se recuerda, se quedó a mitad de camino y habló veladamente de la justicia, y no de toda, sino de algunos jueces, a los que, encima, no identificó, pero nada más. Eso enojó a Kirchner, quien entrevió un intento del gobernador por diferenciarse de la Casa Rosada en aquello de avasallar otros poderes y declararle la guerra a todos los que se planten; simplemente, por no pensar como ellos. Por eso Kirchner no fue nada inocente cuando, en La Boca, le reclamó que revele con nombre y apellido quién le ata las manos. El increíble estómago del gobernador para soportar una y otra vez los ninguneos a que lo somete Kirchner hizo que la explicación que ordenó difundir a sus colaboradores fuese que había interpretado ese humillante señalamiento público de su jefe como "un respaldo" a sus gestiones para combatir la inseguridad.

En el medio, el gobierno ya no disimula que se ha montado encima de la toma de escuelas y facultades por parte de los alumnos que reclaman mejoras edilicias, para desgastar a la administración de Mauricio Macri. Desde Cristina Fernández y Néstor Kirchner para abajo, con la batuta del siempre listo Aníbal Fernández, el gobierno no ha desperdiciado oportunidad para dispararle munición gruesa al jefe de gobierno porteño. No es casual que, en todos esos mensajes, haya quedado picando un latiguillo: todos acusan a Macri por "falta de gestión".

El apoyo a los estudiantes no ha reconocido grises, más allá de algún exabrupto como el de Fernández, quien se congratuló por la "toma de posiciones políticas" de los protestantes.
No le importó al jefe de gabinete que, entre las manifestaciones estudiantiles, se haya instalado un fuerte mensaje que apunta, lisa y llanamente, a provocar la renuncia de Macri, como fue el caso de la proclama de los estudiantes enrolados en el Polo Obrero.
La tarea de hostigamiento y desgaste ordenada por el matrimonio de Olivos contra Macri quedó probada frente a una nueva desgracia que le ha tocado en suerte al intendente, como fue el derrumbe de un local de fiestas del barrio de Palermo donde murieron dos jóvenes, mientras se encuentra en viaje oficial por Europa.

Lo primero que dijeron Aníbal y Randazzo, además de chicanearlo por esa ausencia, fue que la responsabilidad es de Macri. A esa hora, todavía ni los peritos habían ingresado al local ni los bomberos habían terminado de remover los escombros.
La orden de embestir contra el jefe de gobierno parece tener su punto de partida en aquellas encuestas que leyó Kirchner a comienzos de agosto. Los trabajos muestran que, frente a la sempiterna indefinición del peronismo disidente y las peleas de cartel entre radicales, socialistas y la Coalición Cívica por las candidaturas, el único dirigente que podría estar en condiciones de pelearle las presidenciales el año que viene, como eventual postulante de una coalición de la centroderecha y el peronismo antikirchnerista, sería, justamente, el líder de Pro.

Todo el cuadro no logró tapar los estrépitos de las peleas internas en el gabinete de Cristina Fernández. El jefe de gabinete criticó la ley sobre salideras que aprobó el Congreso y metió en la volteada a sus legisladores. Agustín Rossi le respondió con fiereza en una comunicación que tuvieron. Lo mismo pasó con Randazzo, a quien Aníbal trató de desinformado por dar la bienvenida a la norma. Un hombre que acompaña a los Kirchner desde hace 25 años dijo que, a estas alturas, el lenguaraz quilmeño le estaría haciendo más mal que bien al matrimonio.

No hay comentarios: