miércoles, 2 de abril de 2008

CASI UNA DESPEDIDA

Habló Cristina Fernández de Kirchner (que volvió a ser Kirchner por tener apoyo masculino) en la Plaza de Mayo.
Nada para destacar, más de lo mismo con algunas sutilezas.

Por Juan Carlos Sánchez

¿Cómo se dice adiós? Suele hacerse memorando aquellos viejos tiempos. Como el lock aut patronal del 24 de Febrero de 1976 un mes antes de que derrocaran al gobierno legítimo de una mujer que gobernó elegida por el voto popular del 60% de los argentinos, María Estela Martínez de Perón. Cristina de Kirchner lo olvidó en su discurso y pretendió ser la primera mujer que ocupó el cargo. Un recuerdo trágico, ¿premonitorio?

Cuesta hacer periodismo de opinión desde la nada, desde la repetición constante de lo mismo, sin nada novedoso. No queda más remedio que repetirse también y es aburrido. Cuesta un poco más cuando, mirándose al espejo el escriba se descubre de piel clara y ojos verdes, gringo con apenas un trazo de la vieja sangre india de la bisabuela comechingona de quien heredó las orejas patentes. Cuesta porque se siente esa extraña sensación de no pertenecer a la realidad oficial que en la oratoria atrilera es negra, tostada, mestiza. (¿Qué soy? Mezcla de criollo y gringo con ese color de piel que no cede a la posmodernidad progresista).
Para colmo periodista y no de los complacientes. Culpable de mirar y ver, ¿oligarca de la pluma? Igual que esos gringos del campo que impiden que el pueblo se alimente mientras ellos disfrutan de la mesa repleta de manjares que traen directamente desde al corral o la huerta. Esos y este periodista no son pueblo, son oligarcas.
Cuesta escribir una nota desde el vacío y la confrontación. Cuesta entender.

Los enemigos de la Patria son los campesinos, los empresarios del agro, los periodistas y el 75% del pueblo que no voto a Cristina o que no concurrió a votar o que anuló su voto. Casi nada. Ese es el mensaje de hoy de la PresidentA. Los amigos de la Patria son los que subieron a colectivos y camiones y fueron llevados a la Plaza a disfrutar de “un día peronista”. Tormenta sobre Buenos Aires, ¿escuchó y se enojó el General?


Habló una PresidentA que no es la más agredida de la historia del país aunque le agradó decirlo, peor le fue a Perón y a Isabelita. A Perón le mataban su gente, le mataron a Rucci; a Isabel le hicieron imposible el gobierno algunos de los que estaban hoy en el palco de los notables y los hijos de las Madres del pañuelo blanco, referencia de la Patria dinamitada por el odio y el marxismo. A María Estela Martínez de Perón no la volteó la oligarquía ganadera ni nativa, la voltearon la confluencia de dos poderes e ideologías internacionales unidas en el final del círculo: El terrorismo internacional y los capitales internacionales. Los militares fueron nada más que el instrumento. Y coincidimos con la PresidentA: Nadie quiere volver a esos tiempos, ni a los del golpe ni a los que le precedieron. Por eso es preciso que la PresidentA calle, que use el pañuelo manchado de sangre e insultos que le entregó Hebe de Bonafini para cruzar su boca y callar, callar no lo que debe decir sino lo que no debe decir, que es diferente.
Callar los agravios, callar la mentira, callar los slogans, callar la violencia.

La PresidentA habló del próximo bicentenario. En los albores de los 200 años de historia de la Patria es bueno recordar la asonada popular o revolución de los orilleros de Buenos Aires que eran los agricultores y criadores de ganado de entonces diseminados por el actual conurbano bonaerense. Fue en la noche entre el 5 y el 6 de Abril de 1811 y cayó un gobierno. Los trabajadores del campo se congregaron en la Plaza de la Victoria, hoy de Mayo, en silencio, a la noche, sin cacerolas.
¿Cómo nos encontrará el bicentenario? ¿Unidos o dominados?

Dividió de nuevo la PresidentA, se afirmó en voluntades adquiridas a precio de aparato oficial y gremial, esa masa no es pueblo, se equivocó de nuevo. Está condenada a hacerlo, es Kirchner.
Recibió el pañuelo blanco que representa un sector, antes, en el discurso, ratificó a sus legítimas usuarias como paradigma de las mujeres en lucha. Obvio que debía recibir el pañuelo. ¡Lávelo, Señora! ¡Lávelo bien! ¿Se le ocurrió pensar por un momento que hay otro país que no admira ese pañuelo? Y no por cuestiones de facción ni por indiferencia al dolor de las madres que perdieron a sus hijos sino porque recuerda las muertes injustas de tantos inocentes, la prepotencia de las armas contra el pueblo, el intento de instalar una dictadura gorila de izquierda en el país.

No hay más que decir, diluvia sobre Buenos Aires, la Plaza se vació rápidamente por un frente de tormenta que avanzó sobre la ciudad. Se acabó el día peronista. Es que al viejo General no le gusta que lo usen.


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