domingo, 6 de abril de 2008

DERROTA DE LA SOBERBIA

Paro del campo: derrota de la soberbia presidencial*


Un 11 de marzo de 1973, la fórmula Cámpora-Solano Lima llegó al gobierno con esa “juventud maravillosa” repleta de “ideales” que hoy, bastante más ajada pero con mucho más dinero a cuestas, se enseñorea en los principales lugares de conducción de la República. 35 años después, quizás como festejo de esa fecha, otro 11 de marzo sirvió de excusa para intentar asestar un último mazazo recaudatorio-ideológico al único sector que el primer kirchnerato no había vacunado lo suficiente en sus cuatro años y medio de gestión, más allá de alguna que otra afrenta presidencial y ciertas actitudes malevas de algunos de sus seguidores pagos con dinero de los contribuyentes. Salió mal.

Como en la Edad Media, el campo se rebeló contra las continuas exacciones del Recaudador. Y no fue Fuenteovejuna señor. Atrás habían quedado otros grupos sociales a los que el Gobierno, en su búsqueda de encontrar responsables para su ineficiencia, se había atrevido a intentar contarles el número de ventiladores existentes en cada edificio de departamentos a través de los sindicalistas agrupados en el gremio de la Delación.

La insubordinación se produjo en todo el país y el matrimonio de nuevos chacareros santacruceños cosechó tempestades después de haber sembrado vientos por donde habían querido. En otras palabras: los ruralistas le hicieron probar al dúo presidencial su propia medicina y el gusto debió ser lo más parecido a la hiel que pueda imaginarse. Sin embargo, que la Presidente se viese en la obligación de suspender por la gravedad de la crisis un viaje a Londres para asistir a una cumbre de partidos “progresistas”, con seguridad tendrá sus consecuencias. Hay cosas importantes con las que no se deberían jugar.

CORREO DE BUENOS AIRES describió en varias oportunidades lo equivocado del proceder del sector agropecuario que se jactaba de llorar tranqueras adentro las consecuencias de las leyes y decretos que se aprueban afuera de sus campos a la misma hora que ellos se levantan a ordeñar las vacas. También nos referimos a que considerábamos a esa porción de la producción como una verdadera burguesía nacional con olor a bosta, en las antípodas de los vividores fabriles que se caracterizan por buscar con afano subsidios y devaluaciones.

Pero hemos observado con estupor los cortes de rutas y hasta las requisas de transportes que los huelguistas llevaron a cabo. Creíamos, sinceramente, que esos menesteres eran patrimonio de quienes impiden el acceso a puentes internacionales o toman por asalto comisarías, teniendo ambos grupos una declamada venia Ejecutiva que desde aquí se criticó hasta el hartazgo porque es manifiestamente ilegal que un “derecho humano” Rosado pueda justificar esa metodología de protesta.

Esa actitud desvirtuó en parte el reclamo y alejó, para alivio del Gobierno, a algunos sectores moderados del apoyo al paro corta caminos. Fue una equivocación que, aunque los dirigentes no la sopesen, pudo resultar clave a la hora de sumar más voluntades a la medida de fuerza. No había en los caminos ni en las calles oligarcas, golpistas o defensores del general Videla como parece ensoñar la Presidente cada vez con mayor nervio desde la tribuna popular. La verdadera oligarquía argentina es otra. Está formada por los empresarios del subsidio generoso, los créditos blandos y las pérdidas fáciles; los políticos y partidos borocoteados al por mayor; la dirigencia universitaria; el sindicalismo-empresarial y los funcionarios que funcionan en base al verde óleo non santo. Los sectores oficialistas cargaron las tintas sobre esa debilidad. No toda la población está contra el Gobierno y tampoco con la gente de campo. Sería bueno tenerlo en cuenta.

En el conflicto el Gobierno quedó atrapado en la telaraña que el mismo tejió con los hilos de la permisividad con los que siempre alentó a los piqueteros de toda laya, a cuyos jefes pudo corromper a tal punto que logró incorporarlos como funcionarios al gobierno nacional o bonaerense.

Fueron varias las razones por las cuales se vio impedido de reprimir como asustaron algunas figuras ministeriales. Una de ellas fue la exorbitante cantidad de cortes de rutas que se produjeron en todo el país para los cuales las autoridades no disponían de suficientes fuerzas de seguridad (y de choque) para reprimirlas. Por fortuna, mientras se amenazaba pour la galerie, primó el buen tino de suponer que la disputa podría convertirse en una patriada de bayonetas contra facones y de fusiles contra carabinas. Era echar nafta al fuego. El incendio bien podría haber llegado hasta un helicóptero.

Con todo, llamó la atención que algunos analistas y dirigentes opositores hayan considerado que existieron diferencias entre las cuatro proclamas que en son de guerra y en sólo una semana, lanzara contra los hombres y mujeres del campo uno de los integrantes del matrimonio presidencial con relación a la medida de fuerza de los ruralistas. Los caminos se despejaron únicamente cuando los revoltosos quisieron. La soberbia presidencial impidió que fuese antes. Creíamos que ese pecado capital era patrimonio exclusivo de otro género.

También se faltó a la verdad cuando se gritó para las tribunas impropias del aplauso fácil que los huelguistas pedían la suspensión de las retenciones. Eso no es cierto. Querían, al principio del conflicto, retrotraer el monto de las mismas a valores anteriores al 11 de marzo. Después, la intransigencia Rosada los llevó por más. Ahora quieren que el dinero que les sacan quede en obras en las provincias, pueblos y ciudades en que viven y trabajan.

Es preocupante que la Presidente cargue las tintas una y otra vez sobre argentinos que, según ella, desean volver a los tiempos de la dictadura militar. Debe tener mucha y buena información. Le corresponde. ¿Pero si se equivoca como en otras cosas o aviesamente le informan mal? Para dilucidar el intríngulis, lo mejor sería que convoque a una consulta popular por sí o por no de más dictadura (militar). Pero, sería crucial que en aras de la excelencia institucional y democrática que tanto se proclama, veedores internacionales que no pertenezcan a la OEA fiscalicen en ese acto eleccionario la existencia de las dos boletas en el cuarto de votación, porque de lamentables experiencias recientes bastante se ha conocido.

Por el momento, sin negros nubarrones a la vista por los próximos treinta días, como viajera incansable, la Presidente llegará una vez más a París sin asistir a misa; Sarkozy tendrá en estas tierras su trencito bala que costará más de cuatro mil millones de dólares y que financiarán las próximas generaciones de argentinos, en particular por que nunca tendrán oportunidad de viajar en él. Otro Yaciretá.
SALINAS BOHIL
CORREO DE BS AS

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