viernes, 20 de marzo de 2009

COPARTICIPACIÓN DE LA VIOLENCIA


Perspectiva Políticas - 20-Mar-09 - EditoriaL

por Gabriela Pousa
Una vez más, los Kirchner dan otra vuelta de tuerca, y al avance del campo en el Congreso Nacional, le hacen un jaque mate. Sin embargo, esta nueva provocación a los ruralistas, le da un protagonismo decisivo a otro sector: la ciudadanía.

Esta vez, las elecciones cambian 180 grados sin que importe demasiado si se harán en Junio o en Octubre. Si hasta ahora se creía que habría un plebiscito del "proyecto" kirchnerista, con esta renovada afrenta que implica hacer coparticipable las retenciones, lo que habrá será un plebiscito que defina qué clase de sociedad es la argentina.

Las burlas han sido demasiadas, han abusado -más que cualquier otro gobierno- de los decretos de necesidad y urgencia (DNU) y han mentido sistemáticamente hasta enredarse a sí mismos con esa suerte de hilo de falsa Ariadna. Ahora, en vez de conducirse a la salida del laberinto se han adentrado hasta paralizarse en la ignominia.

En esa soledad de bizarrías, el matrimonio presidencial apela a artilugios maquiavélicos, y al mismo tiempo, conspira contra su propia fuerza. La debilidad que los mantiene todavía en el escenario político se asemeja a una superficie de arenas movedizas. ¿Cuánto puede resistirse sobre la misma?

Volviendo a la anterior premisa, la ciudadanía entra a escena como protagonista. No por las marchas y reclamos que organiza, no por las quejas a puertas cerradas, ni siquiera por esa posibilidad que se le otorga -casi como una dádiva, en lugar de un derecho en el seno de cualquier democracia- a sufragar y elegir; pese a que no encuentre en el mercado de la dirigencia aquello que demanda con insistencia.
Se irá a las urnas en fecha arbitraria ya no para determinar si los Kirchner han obrado con pericia o si no hay nada que "enamore" en la política.

A esta altura de las circunstancias, se irá a las urnas a plebiscitar si los ciudadanos han aprendido o no, a lo largo de los años. En el cuarto oscuro definirán si el rol de inmaduro perpetuo le viene a pie juntillas, si acaso hay un afán de mártir autoproclamado en su modo de concebir la vida, o si por el contrario, hay un paso adelante para salir de tan larga porfía.

Un triunfo de los Kirchner aunque sea en ese bastión tan manoseado pero, simultanea y paradójicamente, tan deseado como es el conurbano bonaerense arrojará luz sobre la idiosincrasia argentina. Pondrá en evidencia si el clientelismo tan criticado puede más que la decencia. Y no se trata de justificar con la miseria. Hay personas de una dignidad exquisita en medio de carencias infinitas.

Pretender justificar la delincuenci, la ignorancia o la compulsión al deleznable "voto cadena" porque se adolece de lo esencial, y las necesidades básicas están insatisfechas, es menospreciar la pobreza.

Ser pobre no es una enfermedad, es o debiera ser una condición coyuntural. Ahora bien, si a esa pobreza no se la sabe leer como una creación permanente del poder para asirse de ella cual si fuera su presa, entonces seguiremos escuchando que hay delincuencia e inseguridad 'por obra y gracia' de las villas miseria. Una falacia más y van.

Esa prédica lejos de justificar, segrega. Sin duda, la droga hace mella en esa franja social con desgarradoras consecuencias, pero de allí a generalizar o a estigmatizar aduciendo que los pobres son los únicos que delinquen en la sociedad es cooperar a que la violencia siga expandiéndose sin miras de retroceder un ápice siquiera.

Hay tanta honradez en la carencia como pueda haberla en la riqueza. Y cualquiera podrá hacer un repaso interno de su agenda para verificar que hay avaricia que deriva muchas veces en una seguidilla de violencia. Violencia en diferentes manifestaciones que proviene de aquellos que más tienen aunque cause sorpresa. Porque a veces, la abundancia ciega. La acumulación tapa el ángulo de visión y quita perspectiva, dibuja una realidad de microclima.

No es novedad, aunque sea fácil silenciar, que en los colegios más caros de la ciudad surgen, mcuhas veces, casos de violencia manifiesta e incluso de delincuencia que nada tienen que "envidiar" a los que se suceden en ámbitos donde la moneda corriente es la marginalidad. La educación ciertamente es esencial, pero más aún lo es la formación personal; y ésta no requiere recursos materiales en abundancia para obtenerla.

En barrios marginales hay ejemplos de dignidad que no se los encuentra fácilmente en muchos barrios privados o en los centros urbanos más desarrollados. Los roles no están tan manoseados, el padre es padre, y el hijo sabe que le debe obediencia sin que esto implique servidumbre. Muchas veces, la familia se vive en esos sitios con más losanía porque no hay nada que distraiga: en la mesa familiar no se habla de cuánto sale mantener dos o tres autos en la cochera, ni del aumento de la cuota del club social o del gimnasio donde lo que prima es la masa muscular al ejercicio intelectual o a la humanidad (y esto no implica que ambas cosas deban ser contrapuestas)

Los extremos son malos. La obsesión y el otorgar valor a lo que se observa a simple vista sin reparar que hay "del corazón pa' dentro" como reza la copla, suele erigirse como una forma de menoscabo y violencia que puede resultar cruel, al igual que aquella que nos priva -en un atraco- de una cartera o billetera.

Lo dicho amerita una doble lectura, digamos que es capicúa y viceversa. Es decir, hay gente de abultada fortuna con valores y conducta que debería ser ejemplo para la sociedad toda. Y también hay pobres que constituyen paradigmas de honradez. Cuidado con las generalizaciones que hacen mella, y confunden hasta al dios de la clarividencia.

Pero retomando el hilo conductor de la nota, este nuevo anuncio "sorpresivo" de la Presidente ha confirmado una vez más, cuál es la cuna de la violencia: desde la cima de la pirámide se destila un odio incomprensible, y éste se va deslizando por las laderas hacia la base entera. De allí que salir a la calle sea, hoy por hoy, adentrarse en una jungla donde todo puede suceder sin que asombre siquiera.

Desde ese conducirse como si el otro fuese el enemigo y la política una guerra, el gobierno ha redoblado su apuesta. Confirmaron el "estilo K". No pueden escapar de ese molde que es sinónimo de mediocridad. Fiel a sí mismos, no están dispuestos a ceder un ápice porque eso es, para ellos, la esencia de la victoria. De lo que adolezco me lleno la boca.

Los gritos no confunden -o no debieran confundir más- al grueso social. Gritan por propia sordera.

Esta vez, la coparticipación tramposa que decretan, hiere el corazón mismo de una batalla gratuita que se está librando hace más de un año en esta tierra: argentinos versus argentinos en todas las áreas como si el país fuese un gran 'rin' en lugar de una geografía donde convivir en armonía.

Y con esta actitud, no hay forma de evitar que se trastoquen los comicios, y del voto salga una radiografía de nosotros mismos. Porque, si bien se mira se verá que se dirime en la votación la dignidad de la ciudadanía. Si con todo lo que se ha visto y oído en los últimos seis años no basta para 'darse cuenta', y por un electrodoméstico que ya se sabe pasajero o un plan social que también se descubre como una subordinación mísera, se vota al artífice de la violencia que experimentamos estos días, está claro que la hipótesis tanta veces escuchada no es tan falsa. "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece", 0 que se le asemeja.

Y aceptarlo, digerirlo será el costo de la libertad que, consecuentemente, se pierda.

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