domingo, 15 de marzo de 2009


CRONICAS DE LA REPUBLICA
Kirchner busca acortar el sufrimiento

por Eugenio Paillet
Julio De Vido puede jactarse de conocer a Néstor Kirchner como pocos. Son compañeros de ruta desde hace casi veinte años, en la lejana Río Gallegos. Como en el truco, se manejan por señas. El ministro, casi con exclusividad, es convocado por el ex presidente para largas charlas de intimidad, en Olivos ahora y en el despacho de la Casa Rosada hasta el año pasado. Un privilegio que no tienen otros hombres del gobierno y del entorno, salvo, en ocasiones, otro incondicional de la primera época, como Carlos Zannini, y a veces Héctor Icazuriaga, el jefe de los espías oficiales, que está donde está no por ese detalle, sino porque se sienta y escucha.

Para más datos, Kirchner y De Vido se tratan mutuamente por sus apodos familiares, esos que casi nadie conoce en el gabinete y ninguno fuera del gobierno. "Llamalo al Odio", pide Néstor a su vocero. "Comunicame con el Ruso", le ordena Julio a su secretaria. Reflejan dos personalidades inequívocas: un pésimo carácter hasta para la hora de dormir la siesta, y una obsesión casi de almacenero por contar las monedas en los bolsillos. De Vido relata que Kirchner no ha perdido la costumbre de llamar al tesorero todos los días para saber cuánta plata hay en la caja. Lo hacía cuando era intendente de su ciudad natal, y lo hace ahora pese a que ya no es más presidente. Tampoco ha cambiado la libretita negra de tapa dura en la que anota esas cifras.

La imagen de Kirchner que De Vido ha transmitido entre sus colaboradores en las últimas charlas bien podría servir para empezar a entender la decisión de apuro, y asentada en negros presagios, que tomó el santacruceño de adelantar las elecciones para el 28 de junio. "El Ruso se la pasa sentado horas enteras en su oficina rodeado de papeles, de encuestas, anota todo el tiempo la plata que hay, la plata que le piden los intendentes, para cuánto tiempo alcanza", lo pintó de cuerpo entero, en uno de esos relatos de última hora, en rueda de colaboradores.

Ese y otros indicios permiten afirmar que Kirchner habló con aquellos íntimos en los días que siguieron a la derrota en Catamarca y les dijo que la plata alcanza hasta junio. Después, es altamente probable que todo se vuelva inmanejable. La impresión de que si no hacían esta jugada de adelantar las elecciones, los enemigos y la realidad "nos comen vivos", fue esparcida también por el ministro de Planificación entre su equipo de asesores.

Kirchner dijo en Chubut que se trata de defender la gobernabilidad. Pero antes, en aquellos análisis en los aposentos de Olivos, habría vuelto a blandir la amenaza de abandonar todo y volverse a Santa Cruz si una derrota en las urnas marca a fuego la administración de su mujer.

Por esa razón fue que Florencio Randazzo no necesitó dos interpretaciones para saber de qué le hablaba su jefe cuando le dijo en Olivos: "Vamos a jugar a todo o nada".

Esa apuesta incluye su propia candidatura a diputado nacional por Buenos Aires. Kirchner ha visto casi con desesperación, en las últimas semanas, cómo los niveles de imagen y de intención de voto de él y de Cristina han ido cayendo encuesta tras encuesta. En especial en el Gran Buenos Aires, donde hoy debe resignarse a compartir sitial con Francisco De Narváez. Casi una ofensa para un hombre que manejó a su antojo, repleta la billetera y rebosante de autoritarismo, las cosas del gobierno, del partido y del país en los últimos cinco años. El avance del malhumor social por la descomunal ola de inseguridad, y el discurso entre soberbio y autista de los gobiernos de Cristina Fernández y de Daniel Scioli para minimizar hasta la irritación esa realidad, hicieron estragos en esos sondeos. Ya se ha dicho en estas páginas que NK echó a su encuestador de cabecera porque le llevó una de esas encuestas. Pero no puede disolver la SIDE, que también se ha encargado de acercarle sólo malas noticias.

Su intención de voto en Buenos Aires también alcanza para llegar a junio. Todo lo que viene después sería un largo sufrimiento para el ex presidente y el gobierno de su mujer. "Ahorremos el sufrimiento de esos cuatro meses. En junio podemos ganar; en octubre no sé, todo será incógnita", transmitió como último consejo uno de los operadores del kirchnerismo. Octubre muy probablemente hubiese consagrado lo que toda esa maraña de papeles que Kirchner despliega sobre las alfombras de su oficina venía presagiando.

Tampoco hay garantías de que la derrota no sobrevenga en junio. Pero las cartas han sido echadas y Kirchner jugará a cara o cruz la única chance que le queda.

La presidenta terminó por decir a los argentinos lo que los argentinos ya presentían, pero el gobierno se empecinaba en ocultar, como si se pudiese tapar el sol con la mano. Los pedazos de la pavorosa crisis mundial caerán sobre la Argentina. Su grave descripción de los tiempos que vienen bien podría formar parte de los grandes fallidos de la política y los políticos. "Si así son las cosas, votemos cuanto antes para evitar que en octubre nos destrocen", elaboraría como ulterior mensaje cualquier alumno de la carrera de psicología.

Como si hubiesen descubierto la pólvora, en los largos conciliábulos de Olivos de estos días se dijo que la llegada de lo peor de la crisis a la Argentina impactará con más fuerza en el segundo semestre de 2009. Vendrá acompañada de la pérdida de miles de empleos, reclamos más o menos violentos de sindicatos y piqueteros por aumentos salariales o de planes sociales, aumento de los índices de pobreza y marginalidad, endurecimiento del conflicto con el campo por parte de las organizaciones rurales y de la oposición cada vez más numerosa en el Congreso, y protestas o puebladas por la ola de inseguridad. La mayoría de los empresarios ya resolvió frenar cualquier proyecto mientras no se conozca la verdadera dimensión de la crisis. No habrá inversiones externas, como no las hay en ninguna parte del mundo.

Kirchner --ésta sería la frutilla del postre que apuró el adelantamiento-- sabe por las suyas, pero también por el panorama que le han traído desde afuera, que en medio de semejante cuadro el país no tendrá otra salida que volver al Fondo Monetario Internacional para conseguir la única línea de crédito que todavía hay disponible para la Argentina en el exterior. Son 15 mil millones de dólares que le permitirían al gobierno cancelar su deuda de 2009 y la de buena parte del año siguiente. Claro que para eso debería aceptar otra vez la llegada de los técnicos del organismo a Buenos Aires para realizar los monitoreos previos. Carlos Fernández ya habría tendido discretos contactos para que el organismo de Washington mande a su primera misión en agosto. Se cuenta que Kirchner descartó con palabras irreproducibles esa idea. "Si ya veníamos comprometidos para octubre, y encima no podemos disimular que volvemos al Fondo después de jactarnos de habernos ido, era políticamente imposible de levantar", dijo el viernes un operador oficial, convencido de que el Congreso aprobará el proyecto para votar el 28 de junio.

¿Lo aprobará? En la Casa Rosada dicen que ha sido tal vez la mejor noticia del viernes, después de la propia primicia del adelantamiento de las elecciones, comprobar que la oposición quedó partida en dos luego de escuchar a Cristina. Y que opositores como De Narváez, Felipe Solá, Mauricio Macri y hasta la casa de Lomas de Zamora representada por Chiche Duhalde, votarán a favor, aunque denuncien las verdaderas intenciones del matrimonio, que es evitar una derrota cantada en octubre, o lancen rayos y centellas desde sus bancas.

Entre la euforia oficial de ese día, se colaron dos probanzas que hicieron fruncir el ceño de Randazzo y del propio Kirchner. La primera es que el oficialismo no tiene el número para imponer un tratamiento sobre tablas sin pasar por las comisiones respectivas. Esto demora los tiempos y coloca al proyecto de ley a las puertas del precipicio: para que quede oficializada la fecha del 28 de junio, la ley debe salir del Parlamento tres meses antes. En rigor, debería ser sancionada como último plazo el jueves 26 de marzo, para darle tiempo al Ejecutivo a promulgarla y publicarla en el Boletín Oficial del viernes 27. Son menos de dos semanas.

Las cuentas que llevaron a Olivos Miguel Pichetto y Agustín Rossi aseguran que, en el peor de los casos, Diputados podría darle media sanción el miércoles o jueves de esta semana. Y que el Senado haría lo suyo justo antes de aquel plazo. Aquí está la segunda mala noticia. Julio Cobos ha decidido extender hasta límites a veces innecesarios su enfrentamiento con los Kirchner y ya avisó que no está de acuerdo con el cambio. Obvio: si le tocara desempatar como ocurrió con la resolución 125, lo hará otra vez con su célebre voto no positivo. "Es un bravucón, y no va a desempatar porque tengo los 37 votos que nos hacen falta", le dijo Pichetto a Kirchner el viernes por la tarde, cuando éste lo llamó desde El Calafate con el comunicado de Cobos en la mano.

Hay quienes dicen que, en verdad, en el Senado el Frente para la Victoria no tiene 37 votos sino 36, y que eso habilitaría otra vez, como en un mal sueño, el arbitraje del mendocino. Ocurre que Pichetto cuenta entre el quórum propio a Ramón Saadi, quien ya anunció su decisión de irse del bloque kirchnerista tras el sainete de Catamarca. Si Ramoncito se mantiene en sus trece, a Kirchner le faltaría un voto, y se expondría al desempate de Cobos. Así de claro, aunque en el gobierno intenten adjudicar sólo a conspiraciones del periodismo enemigo estas cuentas y estos pronósticos.

Como en cada acto de su vida política, Kirchner promete venganza apenas se disipe la humareda contra quienes en el gabinete se opusieron al adelantamiento de las elecciones, por considerar que es un acto de debilidad haber corrido detrás de los pasos de Macri. La estudiada condescendencia con la que el jefe del gobierno porteño saludó el viernes una jugada que efectivamente lo corre desde atrás, incrementó la ira del santacruceño. El trascendido de apuro recogido por esas horas, que dice que Kirchner mandará a Sergio Massa al cuarto lugar en la lista de candidatos a diputados por la provincia, detrás de él mismo, de Pepe Scioli y de Graciela Ocaña, a quien Hugo Moyano pidió que se la quitaran de encima, sería un indicio de ese castigo en ciernes.

No hay señales de arrepentimiento o preocupación alguna en el kirchnerismo por el nuevo apaleamiento que le han propinado a la Argentina y a sus paupérrimos niveles de previsibilidad, reglas de juego claras y seguridad jurídica. "Con ustedes no se puede firmar nunca más nada, porque después borran todo de un plumazo", le reprochó a este periodista un ejecutivo de una multinacional norteamericana que llamó para confirmar si era verdad lo del adelantamiento de las elecciones.


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