viernes, 17 de septiembre de 2010

MONTOCRACIA


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Montocracia kirchnerista

La insurgencia setentista rediviva y ubicada estratégicamente en las cuevas del poder, maneja las instituciones del País cual consejeros “tras la corona” como poder oculto. La pregunta clave, la incógnita acuciante es: ¿puede la Nación sobrevivir a este lento envenenamiento?

Por Jorge Omar Alonso



“Todo el que no esté incluido está excluido, todo el que no está conmigo está contra mí”-
Hannah Arendt “Los orígenes del totalitarismo”

La democracia como garantía de buen gobierno, de orden social y equilibrio es ultrajada con espurios ardides por una banda de saqueadores mendaces, que se burlan de la sociedad argentina y del espíritu de la Constitución.

La montocracia kirchnerista ha arruinado a la Nación con su proyecto autoritario, dejándola desvalida y con las instituciones en franca disolución.

La insurgencia setentista rediviva y ubicada estratégicamente en las cuevas del poder, maneja las instituciones del País cual consejeros “tras la corona” como poder oculto.

La pregunta clave, la incógnita acuciante es: ¿puede la Nación sobrevivir a este lento envenenamiento? ¿Dónde está la oposición? ¿Donde estuvieron sus dirigentes? ¿Están despertando de sus egoístas disensiones y de luchas estériles?

José Antonio Primo de Rivera ante la crisis que sacudió a España en la Guerra Civil, fustigaba a la partidocracia por su “insolidaridad colectiva”, su insensibilidad y egoísmo y clamaba porque todos se sientan miembros de una comunidad seria y completa, llamando a la unidad de los españoles.

Hoy es necesario llamar a la unidad contra la rapiña y la corrupción instalada en el País. Pero esta tarea no la han de llevar a cabo los mismos rostros de pasados desastres, los que gobernaron por espacio de casi sesenta años; tampoco con los apoltronados en sus pupitres del Congreso, gritando y hablando a un tiempo y cambiando de divisa, como aquellos que integraban el genuflexo senado romano que ante el emperador Tiberio le preguntaban: “Dinos César que porción del gobierno quieres reservarte para ti”, porque sabían que no podrían sobrevivir sin su amparo.

De esta forma actúan nuestros travestidos dirigentes al amparo del déspota de mirada sesgada que actuando detrás del telón institucional, maneja los hilos del gran guiñol de la política argentina.

No será con las mismas caras de la tragedia argentina que se reconstituirá la Nación, ni con los mismos dirigentes de las palabras vacías, de idénticos aspavientos y fórmulas apolilladas; porque la democracia es transformación en su condición natural, es dinámica, mientras el despotismo es estático, siempre igual a sí mismo.

Escribió Vicente Massot (“La excepcionalidad argentina”), que las naciones que, si no perecen: “si pueden desfallecer, perder sus fuerzas y terminar siendo presas de una decadencia aguda”.

Argentina está en franca decadencia: sin principios morales y con lo ético en retirada; la educación en trágico retroceso; sin justicia y entregado el territorio a la acción demoledora de bandas de criminales. Como dijera Martínez Estrada: “un País encanallado hasta el punto de que para vivir es preciso pactar con mafias invisibles de estafadores y tahúres” (“¿Qué es esto?”).-
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