sábado, 19 de abril de 2008

MAQUILLAJE ROTO

Se resquebraja el maquillaje de la presidente

La caída de Cristina Kirchner en las encuestas amenaza con transformarse en tendencia. La polarización, que antes dio frutos, ahora juega en contra. El dilema de los radicales K.

Las mediciones revelan un descenso importante de la imagen de Cristina Fernández. Ni siquiera el levantamiento de los piquetes detuvo la caída, que amenaza con transformarse en tendencia.
La razón, dice la socióloga Graciela Römer, es que la reprobación de las clases medias es previa al estallido de los productores agrarios: “Votaron continuidad pero a la vez querían cambios, de figuras y de estilo. Eso no ocurrió, sufrieron el impacto inflacionario de la canasta de la clase media y la lógica polarizante tampoco es afín a estos sectores.

La dinámica ‘amigo-enemigo’ le fue funcional a Kirchner durante la salida de la crisis de 2001 porque los actores (los militares, por ejemplo) concentraban el consenso negativo de un importante sector de la sociedad.

Esta polarización de hoy no sólo no concentra, sino que divide”. Römer observa que, en el caso de Néstor Kirchner, la fatiga de materiales también existe, pero es mucho menor.

La brecha en las encuestas alienta a los más recalcitrantes seguidores del ex presidente a imaginar que frente a una crisis institucional, es éste quien debe asumir el rol de piloto de tormentas, la jefatura de Gabinete. Se trata de una hipótesis extrema y todavía inaceptable para el matrimonio, que se niega a formalizar la figura del regente.

En la cabeza de Eduardo Duhalde, paradójicamente, bulle la misma idea: lanzar una invitación –un desafío– a blanquear, de una vez por todas, el “doble comando”.

El tándem Fernández-Kirchner ha purgado del refranero oficial aquello de que lo cortés no quita lo valiente e interpreta con ligereza la aparente quietud de la pradera.

Minimiza la preocupación de los dirigentes agrarios, temerosos de que una brisa avive los rescoldos que quedan, allí donde se produjeron los piquetes.

De hecho, perciben la inquietud de las bases, dispuestas a promover paros parciales para presionar a sus negociadores, que, según dicen, se hallan bajo el efecto soporífero del “Valium de las comisiones”.

Córdoba es el punto más activo de la vigilia –tiene grano, leche y carne y lo más importante, nunca ganó el kirchnerismo, son los “ruralistas no K”– y amenaza con una movilización para el próximo sábado.

Entretanto, el Gobierno hace guantes con otro adversario: el grupo Clarín, desleal, afirma, durante su cobertura del conflicto agrario. ¿Cuál es la verdadera razón del encono con el multimedio?

La respuesta –más allá de la rumoreada, contumaz, negativa de Héctor Magnetto a vender parte de su paquete accionario a un integrante de la “burguesía K”– es que los Kirchner saben que se acaba el romance con la opinión pública y, antes que a sus propios errores, prefieren atribuir el drenaje a la conspiración de la prensa.
La filosofía amasada en Santa Cruz, entre la piedra y el viento, exige adhesiones absolutas y cree ciegamente que se acaba siendo rehén de aquellos con quienes se pacta.

En sintonía con la doctrina, para ellos “el mejor enemigo es el enemigo muerto”.

La impronta camorrera de la que no pudo –o no quiso– desprenderse la gestión de Cristina Fernández acabó con el sueño de los transversales.

El golpe final lo asestó Néstor Kirchner con su discurso pejotizante en el Centro de Galicia: no hay destino para los que se colocaron fuera del paraíso.

Hace dos semanas, los radicales K de Capital y provincia de Buenos Aires se reunieron alrededor de las mesas del Club Español, en la calle Bernardo de Irigoyen.

La abrumadora mayoría se pronunció por un regreso al viejo tronco partidario. Las dos negativas partieron de María José Lubertino (presidenta ella también, pero del INADI) y de Gustavo López (titular del Sistema Nacional de Medios Públicos). Miguel Pesce, vicepresidente del Banco Central, prefirió reservar su opinión.

Al mismo tiempo, Julio César Cobos fue emplazado por el ex nosiglista Daniel Bravo y por el marplatense Daniel Katz para que hiciera públicas las disidencias que mantienen con el Gobierno.
De lo contrario, serían ellos quienes las ventilarían, le anunciaron. Cobos guardó silencio y Katz cumplió. Sólo un delgado hilo vincula aún a los jefes comunales de San Pedro, Pergamino, Ramallo y Junín, integrantes del radicalismo “K”, con el Gobierno nacional.

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