martes, 8 de abril de 2008

PEKADO

Alfredo Leuco - perfil - 28-03-2008

El peor de los pecados de los Kirchner fue haber auto-denigrado la
investidura presidencial al delegarla en un lumpel (desarrapado miserable)
como Luís D'Elía, acaso la figura pública de mayor desprestigio social.
Son muy difíciles de suturar las heridas profundas que esos
comportamientos dejan en la conciencia colectiva. Blindado de impunidad,
más soldado de Hugo Chávez y de Mahmud Ahmadinejad que de Kirchner, D'Elía
reflotó las viejas patotas de tipo mussoliniano. Su declarado odio hacia
los blancos millonarios de Barrio Norte con 4x4 se hace patético si
consideramos que los mismísimos Kirchner son blancos, millonarios, vecinos
de ese barrio y felices poseedores de esas camionetas. Hace algunos meses,
D'Elía dijo que Cristina, Alberto Fernández y Héctor Timerman eran el ala
derecha del Gobierno, y que respondían al Partido Demócrata de los Estados
Unidos y al lobby de Israel. El jueves fue premiado con un lugar de
privilegio en el palco de Parque Norte, donde los K pusieron toda la carne
al asador.
Esto es simbólico. Resume la confusión de un gobierno a la defensiva que
muestra su peor cara lastimándose a sí mismo y pagando altos costos
políticos por convertir en un tsunami un problema con el campo que era un
vaso de agua si se aplicaba sentido común.
Asusta el rosario de torpezas cometidas. Es legítimo preguntarse, a la luz
de lo que pasó, cuál será la reacción de los Kirchner si en el futuro
tuvieran que enfrentar una crisis económica más o menos seria.
Teniendo todo a favor, fueron hasta el borde del precipicio. Así es este
matrimonio: redobla la apuesta y construye casi desde el abismo. Por eso
lograron todo lo contrario a lo que buscaban. Se preguntaban quién estaba
oculto detrás del conflicto sin ver que ellos mismos ayudaban a
multiplicarlo.
Es difícil diagnosticar cuál es la enfermedad que los lleva a hacerse
expulsar de la cancha cuando van ganando 5 a 0 y faltan diez minutos para
el final del partido. Un viejo diputado patagónico los define con una
frase: "Siempre logran por violación lo que pueden conseguir por
seducción".
Recién anteayer buscaron el diálogo y el consenso. Su metodología es
quebrar al que se atreva a desafiarlos y, si es posible, ponerlo de
rodillas hasta la humillación. Algo de eso aplicaron con la protesta
agropecuaria. Aprovecharon el desgaste de gente mansa e inexperta en
combates sociales que no tuvo tácticas y se jugó al todo o nada a fuerza
de bronca y falta de confianza en sus representantes sectoriales. Esa
clase de victorias, arrasadoras como la 4x4 del pingüino Varizat, son
triunfos pírricos que inoculan en los derrotados el veneno del
resentimiento, que puede reaparecer en posturas más exacerbadas o como una
lluvia de votos-castigo.
Tal vez esa lógica de los Kirchner se pueda explicar por dos vertientes:
la generacional-militante y el carácter personal. La primera tiene que ver
con su formación política en los 70. "Ni sectarios ni excluyentes,
Montoneros solamente", solían cantar en los congresos los integrantes de
la Juventud Universitaria Peronista. Los que se definen como vanguardia
revolucionaria siempre sienten que son los elegidos. La metodología
cerrada de la "orga", tan necesaria para preservar la seguridad de todo
grupo político-militar, también contribuye a forjar militantes con
visiones conspirativas, acostumbrados al secretismo y a resolverlo todo
entre poca gente y cuatro paredes, casi en la clandestinidad. Eso muchas
veces los aleja de los problemas reales y de la vida cotidiana de sus
semejantes y empuja a cometer errores de diagnóstico. Y, en algunas
ocasiones, puede llevar a un aislamiento que achica niveles de inserción
social.
Tal vez esa misma cuna lleve a los Kirchner y a varios de los suyos a
tener la palabra "traidor" demasiado a flor de piel. Cualquiera que,
estando con ellos, modifique su pensamiento en algún tema no será portador
de ideas enriquecedoras: es un traidor. Fue lo primero que dijeron del
gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, cuando, producto de la
racionalidad que le impuso la marca personal de los productores
agropecuarios que lo votaron, envió varios mensajes de prudencia y
disposición al diálogo.
Aquel infantilismo revolucionario que sacrificó la vida de tantos jóvenes
reaparece en estos tiempos como una suerte de infantilismo funcionario,
que ojalá no sacrifique el éxito de este modelo económico por moverse a
fuerza de espasmos, de enojos y de actitudes sólo dignas de
arrepentimiento. Elisa Carrió definió esos gestos como de "adolescentes
tardíos".
Miopía. En su gigantesca metida de pata, el Gobierno ha dejado jirones de
su musculatura política. Al obligar a intendentes y gobernadores a que
sostengan posturas equivocadas con subordinación y valor, los Kirchner los
sometieron a un desgaste inesperado a poco de haber sido legitimados
electoralmente. José Alperovich, en Tucumán, perdió dos ministros. También
Sergio Uribarri, en Entre Ríos. Raúl Rivara, ex ministro de Felipe Solá,
se puso del lado del campo. El senador por Córdoba Roberto Urquía, quien
hasta hace unas horas era el preferido de la Presidenta, se quedó del lado
del campo (es el dueño de Aceitera General Deheza). Varios intendentes K y
Radicales K no tuvieron más remedio que diferenciarse de Cristina para que
no se los llevaran puestos sus vecinos chacareros. Por si fuera poco,
lograron el milagro de hacer hablar a Carlos Reutemann, quien superó la
cobardía de muchos y desde su experiencia de hombre de campo aportó una
visión distinta. Tal vez eso reciba el castigo del freezer y de no ser
invitado al santuario de Puerto Madero por un largo tiempo. Hasta Roberto
Lavagna salió a advertir sobre los riesgos de la fractura social,
corriendo el riesgo de ser otra vez marginado. Algunos que habían tomado
distancia de Kirchner, como Luís Juez, apuraron sus pasos hacia la otra
vereda y, en la opinión pública, los números van a reflejar en las
próximas encuestas una caída fuerte de la imagen de Cristina,
profundizando la tendencia de los dos últimos meses.
Néstor Kirchner se metió en la refundación del PJK para ampliar las bases
de sustentación del Gobierno de su esposa y no le estaba yendo mal. Pero
la miopía e impericia para afrontar los reclamos del campo les hicieron
perder mucho de lo que habían logrado.
La crispación oficial, las palabras cargadas de pólvora y el río revuelto
de las operaciones de prensa, las cadenas de mails y mensajes de texto
fueron el caldo de cultivo para algunos nostálgicos de la dictadura
militar que aprovecharon para rapiñar algo de prensa. Es el caso de la
minúscula Cecilia Pando.
Hubo un genuino y pacífico rechazo al estilo intolerante y mandón de los
Kirchner. La historia ya demostró que, cuando los gobiernos no escuchan,
sólo terminan obligando al pueblo a levantar la voz. Y, luego, a golpear
cacerolas. La industrialización del miedo para imponer disciplina tiene
patas cortas.
La altanería está en el ADN de Néstor y Cristina. Puede más que ellos
mismos. En Parque Norte, el jueves, ella quiso hacer una broma distendida
y le salió un reto: "Ya es hora compañeros de que vayan actualizando las
consignas y comprendan que tienen una Presidenta", dijo con excesiva
rigidez facial cuando los muchachos identificados con la gloriosa Jotapé
le reclamaban "huevos" para liberar a la Patria.
Los otros Cristina y Néstor. Norma Morandini es una lúcida diputada que no
perdió su tonada cordobesa ni en el exilio. Sus dos hermanos desaparecidos
estudiaban periodismo conmigo y se llaman igual que el matrimonio
presidencial: Cristina y Néstor. Todos ellos militaban en el peronismo
universitario que seguía a Montoneros. Su madre es de Plaza de Mayo, pero
en Córdoba. Por lo tanto, nadie puede sospechar que Morandini tenga
posturas derechosas o antipopulares. Desde su banca confesó que su corazón
latía con angustia y dolor por lo que estaba pasando, por la pobreza
extrema de los pueblos rurales de Tulumba y Río Seco que aportaban
fortunas al Estado nacional con las retenciones de las que después no
veían ni un centavo. Pero lo más conmovedor fue el final de su discurso.
Sus ojos transmitieron una tristeza sincera al decir: "Ojalá que la
sensatez, la cordura y una palabra que es ajena a la política –el amor al
otro, al cualquiera­– sirvan para que nuestros compañeros del oficialismo
desactiven esa bomba de tiempo que son los matones puestos en nombre del
pueblo. No puede ser que la Justicia esté juzgando a la Triple A, de la
que muchos compañeros han sido víctimas, y hoy tengamos que ver a estos
matones que en nombre del pueblo no garantizan lo único que tenemos que
garantizar: la democracia".
Lo dicho: los Kirchner cometieron el peor de los pecados. Tienen tiempo de
arrepentirse. Es urgente que la Presidenta recupere y lleve a la práctica
su mejor discurso, el que pronunció el día que asumió, cargado de promesas
institucionales y llamados a desterrar el odio. Sería trágico partir la
sociedad a la venezolana. Tirar para siempre por la borda el lastre de la
violencia fratricida es una responsabilidad de todos, pero, ante todo, del
Gobierno. Antes de que sea demasiado tarde para lágrimas

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