domingo, 8 de marzo de 2009

REPUBLICA ESTAFADA


SIEMPRE “LA REPÚBLICA ESTAFADA”

Por el Lic. Claudio Valdez

Hablar de estafa es referirse al acto de “apoderarse del bien ajeno por medio de engaño o artificio”.

Una vieja película que propagandiza la rebelión política, titulada “La República Perdida”, narró las desventuras de militantes extremistas y simpatizantes contraculturales vividas entre los años 1973 y 1983 en nuestra Argentina, período que se consideró superado desde el advenimiento del régimen político electoral que se dio en llamar democrático.

Hoy sabemos con certeza que, salvo el sistema electoral empleado para designar autoridades, el régimen político republicano no logró ser restaurado. Esta aseveración queda ejemplificada por los condicionamientos habituales a “la libertad política” o posibilidad de elegir y resultar elegido; concretamente coartada por normativas, reglamentaciones, acusaciones criminales ajenas a nuestro Código Penal, y aún, presentadas con retroactividad y sobre cosa juzgada, además de restricciones financieras limitadoras a la actividad de oposición para los partidos no festejados por el régimen.

También por condicionamientos debidos a la transgresión del principio de “equilibrio de poderes”, que establece que ningún poder del Estado está facultado para disponer por sobre los restantes y mucho menos para interferir en sus funciones y competencias respectivas. Con frecuencia nos sorprenden las reiteradas acusaciones, denuncias y reclamos del Poder Ejecutivo sobre la actuación del Poder Judicial, quejas del Poder Judicial por la voluntad legislativa y del Poder Legislativo sobre el Poder Judicial, demandándose mutuamente con franca improcedencia debido a la división de poderes republicana.

La violación con impunidad de la “periodicidad en los mandatos” quedó manifiesta por la falta de respeto a los períodos de vigencia votados: gobierno nacional y provinciales los excedieron en hasta casi siete meses después de haber expirado, constituyéndose temporalmente en autoridades “de facto”. Sin duda que las finalidades de estas demoras son inconfesables, debido a que cuando se trata de resultados electorales ninguna anomalía es casual y menos ingenua.

No debería resultar necesario insistir en la prohibición republicana a los cargos hereditarios si no se hubiese instalado, de modo flagrante, una dinastía en la Presidencia de la Nación; decidida por voluntad dictatorial y avalada con un cuestionable y fraudulento plebiscito realizado bajo apariencia de elecciones nacionales. Las nominaciones, los gastos no equitativos de campaña y los espacios mediáticos empleados a costa del erario público, demuestran una discrecionalidad rayana con el delito electoral y fiscal a favor del oficialista partido Frente para la Victoria.

Curiosamente, para esas “elecciones nacionales” el recuento oficioso dio por ganadora a la fórmula oficialista seis minutos después del cierre de mesas y con acertadísimo porcentaje, a pesar de que en Capital Federal desde el cierre a las 19 horas, hubo mesas que recién pudieron remitir sus resultados cuatro horas después; ¿y el resto del país?. ¡Grandiosa proyección estadística de la intención de voto, con solo 6 minutos de verificación!.

Como solía decir el presidente Perón: los ingenuos “se tragaron el sapo” y muchos otros oportunistas aprovecharon con discreción la encubierta distribución de dineros públicos inclinando sus voluntades soberanas. Si algo quedó en evidencia para las elecciones que dieron por ganadora a Cristina Fernández de kirchner fue la ausencia de entusiasmo de la ciudadanía, que cumplió una rutina sin mayores expectativas.

Veinticinco años de desaciertos, engaños, oportunismos, perversiones, venganzas y fraudes publicitados como éxitos políticos, permiten creer solo a los necios; incapaces de comprender que habitan “la república estafada”. Estafas que por su magnitud terminan produciendo “quiebra”; pero debe aclararse, como afirman por experiencia los grandes banqueros, que las naciones nunca quiebran. En verdad quienes siempre sufren la quiebra son los simples ciudadanos.

Varias generaciones de argentinos, desde hace décadas, padecemos esta situación de quiebra material y moral, en tanto pervertidos dirigentes prosiguen sus pillerías. Pervertidores y muchos pervertidos gozan con desenfreno sus canalladas y a modo de “racionalización psicológica” las califican de democracia.

Nuestro gobierno “representativo, republicano, federal” viene siendo estafado con continuidad por este tipo de servidores públicos. Ya en 1890 José Manuel Estrada supo advertir: “Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñorearse del país, dilapidar las finanzas, pervertir la administración, chupar su sustancia...”. Felizmente no tuvo que ver en aquel entonces el odio y la venganza promovidos desde la Primera Magistratura, pero sus observaciones le bastaron para concluir: “Eso es la decadencia. Eso es la muerte”.

Jamás resultó tan tétricamente cierta su apreciación como para nuestro siglo XXI en que, no obstante los llamados a una “integración transversal progresista” y a una solidaridad compulsiva, prevalecen los discursos que estimulan antagonismos internos y externos. Nada se orienta a “constituir la unión nacional” sino, más bien, a mantener “la república estafada”.
FTE. CRÓNICA Y ANALÍSIS

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