la catástrofe última del kirchnerato setentista
Adiós a La Biela, bienvenidos al Palacio Duhau
Se terminó. No, caballeros, no hablo del gobierno de la Presidenta Ignorante. ¿Qué mérito habría en anunciar lo que ya es de dominio público? Que a la cerda la arrastran los glaciares del olvido ya se sabe. Se sabe, incluso, hasta demasiado. Lo que se terminó, caballeros, es La Biela.
(La camisa de seda apenas se arruga cuando las uñas esmaltadas de Cipriano, que no se permite ninguno de sus dulces ladridos ante las demás voces del staff, rozan el cuerpo frágil de su amo).
Bienvenidos al Palacio Duhau. El nuevo ámbito en el que habremos de actuar contra el Kirchnerato. Nuestro primer paso, caballeros, me ha sido indicado anoche por mamá. Fue cuando cenábamos unas exquisitas angulas –es un pecado no probar un plato de Julien Piguet a diario–. Hemos de refundar una nueva institucionalidad que nos represente. Un soporte cívico que vehiculice nuestras ideas políticas de manera coherente y ordenada. La columna moral que necesita la república. Los invito a inscribirse conmigo, caballeros, en una organización que mi padre presidió orgullosamente. Tradición, Familia y Propiedad.
(El Ángel Rubio y el Miembro Más Lacerado del Staff sorben su té de hierbas de la mano, maravillados con la nueva escenografía. Dos jóvenes adonis –cuyos nombres permanecen tan ocultos como en exhibición están sus lúbricos brazos con bronceado tropical– festejan la propuesta. Apenas unos segundos después, preguntan de qué están hablando. “La Belleza se basta a sí misma: no abran más sus bocas”, ruega con desdén Mavrakis).
Las trampas de la fe setentista
Como Sor Juana, la Presidenta Ignoranta es una víctima de las trampas de la fe. No habremos de tener con ella, caballeros, el decoro estético que prodigaba Octavio Paz a la mexicana. Trampas de la fe setentistas, son las que se tendieron con éxito alrededor de la Presidenta Ignoranta. A la que, con lástima, caballeros, hasta creo que podría empezar a ser necesario llamar, por piedad, en todo caso, sencillamente Cristinita.
(Los adonis se miran entre sí. Se lanzan después algún beso. Nada saben ni nada les importa saber. Cipriano, sin embargo, se acerca al más alto de los adonis. Y se deja acariciar, solícito).
Las trampas de la fe. Fe setentista, decía. Un imaginario político de la retrospección, que Cristinita empezó a pagar por cuotas, de hecho, meses antes de asumir su propio fracaso presidencial. Desde el momento, por ejemplo, en que optó por construir un “relato merecedor” de la Argentina política, sin embargo, desde su propia teatralización histórica de lo que debía ser una Dama Peronista. Quiso, la pobre, aspirar a la reencarnación presuntamente intelectualizada de una cincuentista Eva Perón. Pero terminó, de inmediato, hundida en una representación, ante la opinión pública, apenas paródica, de Estela Martínez. También conocida como una setentista Isabelita.
(Cipriano goza bajo los dedos recios del adonis de piel aceitunada que lo acaricia con cariño. Él mismo frota su cabeza blanca y perfumada bajo la mano tibia y espaciosa del joven. El amo de Cipriano habla, pero el cuadro no escapa a sus ojos envidiosos).
Castings: Alberto F. como I. Luder
Cristinita, drenada de todo poder propio, co-gobierna. Se disfraza de princesa, gesticula, viaja. Como la setentista Isabelita, que jugó a ser peronista, la setentista Cristinita, que jugó a ser montonera, vive un gobierno de los Otros. A manera de un malabárico Ítalo Argentino Luder, como interino permanente, Cristinita tiene, también, un módico Alberto Fernández. Hombre que hasta vulnera, en la desesperación de mantener a flote aquello que nunca pudo flotar, los últimos pocos puntos de “imagen” que le restan, detrás del bótox y del fracaso, al despojo final del Kirchnerato. Hemos insistido hasta el hartazgo, caballeros, en nuestra advertencia política: no se puede gobernar para el futuro, desde el presente, si la mirada se enclava en el pasado. A la larga -o a la corta-, quien intenta avanzar mirando sólo el retrovisor, se estrella. Colapsa. Se cae.
(Cipriano lanza un ladrido elegante, profundo. La mano que todavía lo palpa le devuelve una sonrisa).
Castings: Lorenzo Miguel como Hugo Moyano
A Cristinita la rodean, también, los poderes más impresentables del peronismo. Aquellos poderes impresentables que, para risa del contubernio peronista que se prepara para gobernar tras su caída -que no es, en un plazo no mayor a los seis meses, misterio para nadie-, se le habían atribuido con esquizofrénica diligencia al malvado de turno. El duhaldismo. ¿Recuerdan ustedes, caballeros, cuando la señora, por entonces con la mitad de bótox en la cara, acusaba al señor Eduardo Duhalde de escaparse del casting de El Padrino? ¡Cuando hoy ella es el casting apocalípticamente inevitable de Titanic!
(La sonrisa a Cipriano no pasa desapercibida a la mirada insidiosa de la voz eufórica en el restaurante del Palacio Duhau).
Si a Isabelita, entonces, la escoltaba el halo mafioso del sindicalista Lorenzo Miguel, a Cristinita, también, la escolta el halo mafioso del sindicalista Hugo Moyano. Paródica, grotesca y degradada, la gestión de CFK, la presidenta que no fue, tiene un último componente en el innegable paralelismo setentista. No me refiero ya al desgaste acabado del derechohumanismo. Porque hasta las Accionistas de Plaza de Mayo se han dividido ya. Bastó ver una cabeza empañolada en el Rosario que le perteneció al Campo para confirmar que no hay chequera que, a la larga, caballeros, sirva para tapar el sol. Me refiero, como ustedes se estarán ya imaginando, al lopezreguismo que representa Néstor Kirchner ante su propia esposa. Esa mujer que obra con obediencia los mandatos de un civil oscuro. Casi delincuencial.
(Cipriano advierte la mirada severa de su amo. Pero la mano amable que lo acaricia también lo retiene. El amo interrumpe sus palabras. El adonis, ajeno a toda la escena, insiste en acariciar. Es su único don. El don que lo ubicó esta noche en el centro de una mesa exquisitamente servida. Cipriano, a sus pies, bajo la mirada del amo, duda).
Castings: Néstor Kirchner como López Rega
Néstor Kirchner es el López Rega de la triste Cristinita. Es él, no ella, quien imparte las directivas de gobierno. En la Argentina paralizada de las patotas paramilitares a subsidio fijo y la democracia demacrada, un hombre al que nadie votó vuelve a regir la voluntad de una dama absurda, enferma, incapaz.
¿Será él –y no ella- quien pague las consecuencias del derrumbe del gobierno que creyó concentrar más poder desde del retorno de “la democracia”, ese abuso del subsidio? Si el mutismo angustiado de Cristinita puede leerse como signo, ese debe ser el signo de quien intenta explicar que las cuestiones de Estado ya no le pertenecen. Porque nunca le pertenecieron. El silencio, caballeros, también es un signo.
El vacío de poder del lopezreguismo kirchnerista, de todos modos, habrá de pagarse caro. Lo semiológico será anécdota. En la aspereza concreta de la realpolitik, sin institucionalidad, sin plan económico, sin la capacidad para la resolución de conflictos ni el planeamiento estratégico de un país a futuro, la insistente fuga de divisas al exterior termina de convertir el mayo de 2008 en algo muy parecido al febrero de 1976. Quien intenta avanzar mirando sólo el retrovisor, caballeros, se estrella. Colapsa. Se cae.
(La silla se corre con violencia, apenas la estricta cantidad para no caer al suelo. Mavrakis recoge a Cipriano con furia. Lo ubica entre sus brazos, impúdicamente celoso. Despide a sus adonis, que no volverán a ser vistos por mucho tiempo).
Etiquetas: Cristinita, Kirchner, Palacio Duhau, Poder, Realpolitik argentina, setentismo, Staff
# posted by Mavrakis @ 3:31 AM
miércoles, 28 de mayo de 2008
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