LOS AVENTUREROS DEL BAR DE LA ESQUINA
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (27/5/2008)
Llevan setenta y seis días con el país en vilo.
Pero no están en un conflicto armado con Sudáfrica, ni en una catástrofe como la de Myanmar. Ni siquiera en medio de una epidemia de fiebre amarilla.
Tienen solamente un conflicto con el sector agropecuario provocado por la evidente mediocridad de sus improvisaciones y manejado al mejor estilo de Hugo Chávez, a quien no saben siquiera copiarlo en el gesto.
Un clima casi hecho a propósito para que todo huya. Para que huyan los inversores, los turistas, la confianza, las expectativas, las posibilidades… y también la esperanza.
Para enseñorear e instalar entre nosotros el error irreversible.
Todos los líderes políticos argentinos, sin excepción hasta los más ilustres y honestos cometieron algún error que marcó el comienzo de su ruina y su deceso político definitivo. No hubo excepciones en esto.
Hay errores de los que es muy difícil escapar y aunque una Presidente los cometa al amparo de condiciones transitorias y absolutamente ilegítimas de suma del poder público. Siempre le llega la hora de las “composiciones”.
Este matrimonio de aventureros ecuatoguineanos no se ha privado de nada.
La arrogancia sin causa, la visión del que piensa diferente como enemigo y la agresividad sombría, han formado parte hasta ahora del equipaje retórico de esta dupla mesiánica, agresiva y acomplejada de la que todavía no se sabe cual hueco oscuro de la historia del país los ha de albergar bajo una piedra en el futuro.
Las herramientas elegidas por ellos siguen siendo las que usaron 16 años : confrontación, traición, postergación, improvisación, simulación y mentira.
Con el campo, creyendo que están enfrentando al gremio de los canillitas eligieron ahora la victimización como un nuevo estilo dudosamente eficaz en términos políticos. Van por todo ahora.
Les importa un bledo el país en estado de exasperación.
Caben dudas sobre quien ha de ser el que reprima en el acto final de la comedia, como que, renunciada la potestad de la coerción para el control del orden público, no tendrán a la gendarmería para cruzar la “línea del primer muerto”. Sólo les quedan las milicias populares de Luis D’ Elía o los delincuentes comunes que dependen de su mafioso personal, Hugo Moyano.
Subestiman los cinco factores esenciales del conflicto :
Calidad de fuerzas, cantidad, motivación, reservas morales y apoyo de la gente
Los acusan de golpistas, en una nueva parábola de la ridiculez.
Caminan en zig zag presentando también otro flanco débil que va a llevarlos a su tumba política más temprano que tarde :
La fijación obsesiva con un pasado que les atrae como el vacío a un enfermo de vértigo.
Esa actitud viene a complementar su ciega guerra a todo, buscando todavía más cantidad de enemigos en el pasado, desenterrando cadáveres y haciendo cualquier cabriola de demagogia perversa en un resentido plan de excursiones retrospectivas que les permiten desviar la atención del público y también burlar, cuando se les antoja, el control parlamentario.
Porque, obsérvese que si las retenciones son un impuesto y no las ha tratado el Congreso de la Nación, entonces siguen haciendo papel picado con las hojas de la Constitución y arrojándolas por las ventanas de Palacio.
La razón tiene una lógica que la política no siempre puede atender, porque el poder es caprichoso y porque la explotación de los sentimientos políticos tiende a calentar siempre los problemas, haciendo imposible que se den las condiciones óptimas para las soluciones racionales.
Se ha dicho aquí, varias veces, algo que decía Séneca :
"No corre tanto riesgo un emperador licencioso o de dudosa honestidad y conducta casquivana como aquél que pontifica la ética desde el ágora y que luego se descubre que no tiene ningún respaldo o peor que eso, que sus actos son inversos a su prédica".
"Tiene siempre más probabilidades éste último, de terminar sus días colgado de un farol en manos de una turbamulta desencantada".
"El desencanto y la indignación súbita, son mucho más disparadores de la vindicta pública que el cansancio habitual del pueblo sobre todo lo reprochable de un gobierno que ya ha convertido eso en acostumbramiento colectivo."
Tienen un agujero financiero como el cráter del Chaitén.
Y alguien tenía que pagarlo. Eligieron a los que más los habían votado.
La encerrona ética no le deja a este Gobierno margen alguno para trastabillar frente a este tipo de cuestionamientos hechos a la esencia de su pontificado habitual devenido hoy en sacralización de la mentira .
Se puede imaginar acaso a este matrimonio con los medios de comunicación en contra y con los buitres del "sobrevuelo" al acecho, escudriñando con paciencia su debilidad en ciernes y adelantándose a ser los primeros en llegar a tomar ventajas de su deceso político. A comer sus vísceras.
Se puede imaginar la reacción de ambos frente a una catástrofe descomunal, frente a un colapso energético de envergadura, o frente a un obligado aumento descomunal de las tarifas de servicios, de los fletes y del transporte promovido por el fatal incremento de los precios de los combustibles.
Se puede imaginar, su ocaso, sorprendidos y absortos ante la reacción de sus mercenarios, que cuando los vean apenas tambalear, no van a tardar mucho en "abrirse" y desconocerlos como un perro dóbermann, tan pronto como vean que las heridas ya les hacen perder demasiada “sangre política” como para sostenerse por mucho más tiempo.
Se puede imaginar, su propia noche, cuando le llegue la oscuridad, como le ha llegado a miles como ellos, cegados ante la realidad y no queriendo darle la razón a otra cosa que no sea a su absurda selectividad moral, a su ética de un solo ojo y su efímera comparsa de teatralización ideológica de los setenta.
Verlos a ambos en la oscuridad, tratando presurosos de identificar las causas de su propio cataclismo político, buscando culpas, como a ambos les gusta, en cualquier sombra que se menea y en cualquier crítico que haya osado ejercer la libertad de la palabra.
Imaginársela a ella en medio de una rabieta desesperada o suplicando a la sociedad que la ayude como lo ha venido haciendo hasta hoy en todos sus atriles con público alquilado o llevado a empujones. Y diciendo que todavía, aunque ya nadie lo crea, son ellos dos, los paradigmas de la virtud.
La mejor prueba de vitalidad de un régimen político es su capacidad de adaptación sin fracturas, a los cambios que se proponga hacer, pero los cambios no pueden estar enfilados sólo a consolidar el propio poder. Y todo el resto no puede ser producto de la aventura y de la simple improvisación.
No se puede, definitivamente, ser un aventurero en el uso del poder.
Lo que no se sabe hacer al principio, menos se podrá hacer al final, manoteando lo que sea.
Los debates territoriales que propuso este matrimonio fueron siempre envenenados. Pusieron en juego, como fichas, las sobras del poder y el odioso juego de la diferenciación entre “nosotros” y “los otros”.
La gente quiere soluciones a problemas concretos y además unas referencias que les hagan sentirse apoyados en tiempos de vértigo.
El político aventurero, en cambio, sólo quiere poder.
El conflicto es esencial a la democracia.
Y como comprendió Freud, mejor que Marx, los conflictos no se superan entre aventureros. Ellos ignoran las formas de convivir y administrar un conflicto.
El aventurero viene al mundo con una fantasía anómalamente atrofiada, y en eso consiste todo su destino.
Es incapaz de representarse su propio futuro.
Mira al porvenir, aún al más inmediato, y no ve nada.
Por eso carece de vocación.
La vocación, el argumento de nuestra existencia es, en verdad, una trama tejida por la imaginación. Si el aventurero fuera sólo esto, no haría nada, su vida sería paralítica.
Pero esa misma incapacidad para representarse el porvenir impide que se desarrollen los frenos a su impulsividad, la cual, abandonada a sí misma, crece. Esto sí que es el aventurero : un impulsivo.
No reflexiona, por cuanto reflexionar no es sino imaginar con detalle el futuro, vivir de antemano.
La osadía del aventurero procede en muy buena medida de que no logra representarse los peligros y, muy especialmente, su propia suerte del día siguiente. La impulsividad es, pues, la que crea mecánicamente los destinos del aventurero.
Su vida es la serie espasmódica de disparos automáticos que sus impulsos ejecutan cada mañana.
Le pasa igual que a la langosta. Esta es una infeliz, un personaje impredecible. Un ejemplo de ser viviente sin plan.
Se halla en un lugar de la pradera sin designio alguno, pero, de pronto, no sabe lo que le pasa y se le dispara el resorte loco de la sinrazón del salto.
Y allá va… por los aires… sin saber a donde va, hasta caer en un paraje imprevisto. Y una vez allí, no tiene más remedio que afrontar su nueva "no buscada" situación.
Del mismo modo, estos dos aventureros, comienzan por ejecutar una acción impremeditada, no importa cuál.
Esta acción los pone a ambos en un brete y afrontan el brete.
Nada más. Y así… sucesivamente.
En ellos, lo primero no es reflexionar, sino al revés, hacer algo, (sea lo que sea). Luego (y sólo luego) averiguan qué es lo que ha acontecido.
El ejemplo de la langosta es injusto acaso, por cuanto no se conoce que alguna de ellas salte por los aires y caiga tontamente entre las llamas de un incendio.
Digamos que parecen saber, al menos, hacia qué zona pueden saltar con menos peligro. Este par de aventureros, en cambio, saltan a la bartola.
Y nos llevan a todos “puestos”.
Son… los aventureros del barrio. Los del bar de la esquina .
Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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