lunes, 20 de junio de 2011

KRUJEN




Crisis preelectoral, Madres y Abuelas expuestas, el escándalo Inadi. Cristina, otra vez, depende del PJ.

Por Alfredo Leuco



Pase de facturas

Madonna Rachid con querubin Morgado

Está crujiendo el matrimonio de conveniencia entre Cristina Fernández y el progresismo. Como en toda pareja, la responsabilidad de las grietas que han aparecido es de ambos. Se pasan facturas mutuamente. La Presidenta no puede entender cómo es posible que, después de ocho años de actuación de una maquinaria de prebendas millonarias y de propaganda, su reelección siga dependiendo casi en exclusiva del pejotismo que tantas veces despreció.

El mapa electoral es contundente. Casi un teorema: allí donde hay candidatos de matriz progresista crecen las posibilidades de perder y, por el contrario, donde manda el peronismo, el triunfo estaría garantizado. De un lado hay que ubicar las dificultades que están padeciendo tanto Daniel Filmus en Capital como Agustín Rossi en Santa Fe. Ni hablar de Córdoba, donde el progresismo puede consagrar un gobernador llamado Luis Juez y el kirchnerismo se debate entre guatemala y guatepeor, es decir, entre no tener candidato o apoyar a un símbolo del otro bando: José Manuel de la Sota.

La excepción que confirma la regla es Sergio Urribarri en Entre Ríos. Pero los ejemplos de justicialistas que fingen cristinismo hasta el 23 de octubre son abrumadores, empezando por Daniel Scioli que, al igual que Jorge Capitanich, son cuadros permanentes de todos los peronismos, desde Menem a Cristina pasando por Duhalde y Néstor. La historia se repite como comedia con las caricaturas de los “eternos” Gildo Insfrán y José Luis Gioja o el respaldo saadista en Catamarca o menemista en La Rioja.

Feudalismo en estado puro. Y el peor escenario aparece en la provincia que los Kirchner manejaron como si fuera propia durante tanto tiempo. Puede caer en manos del radical Eduardo Costa (que ya ganó en 2009) o mostrar la fractura expuesta entre el gobernador Daniel Peralta, otro pejotista derechoso, y el disfraz progresista de Rudy Ulloa que padeció la misma enfermedad de sus patrones: el enriquecimiento súbito.

El fenómeno se repite calcado entre los intendentes bonaerenses. Se dejan poner de prepo candidatos de La Cámpora y negocian bajo cuerda con Duhalde o Francisco de Narváez o con el mismísimo Scioli. Sienten que la única forma de responder al sometimiento es traicionar en defensa propia. Salvo que algún periodista militante se atreva a decir que Raúl Otacehé, Hugo Curto, Mario Ishii o Julio Pereyra se formaron en las lecturas de Gramsci. No lo descarto. Hay algunos conversos que han hecho un posgrado en explicar lo inexplicable, empezando por la fortuna que ganan y por la flojedad de sus papeles en el pago de los impuestos.

¿En dónde fallaron los Kirchner? ¿Cuáles son los motivos que les impidieron tener éxito en inocular progresismo bien pensante en las venas del peronismo silvestre? Primero, la sobreactuación. El haber alardeado de lo que no fueron ni hicieron. Era más sencillo y productivo decir la verdad que inventar un relato heroico de sí mismos. Los cimientos fueron de barro. Néstor hubiese ganado más solidez reconociendo lo que sí fue: un animal político sagaz, un administrador eficiente, un caudillo provincial típico que resolvió (siguiendo el manual de instrucciones peronista) interpretar los vientos keynesianos y centroizquierdistas que soplan en América latina. Esa falacia original intentó encubrir los negocios sucios. Ahora que se está corriendo ese velo, aparece la verdadera cara de una corrupción que desilusiona y desmoraliza. Por eso tiembla tanto la estructura cuando las vigas maestras de Hebe y Estela se debilitan. Concretaron el sueño de Alfredo Astiz y del terrorismo de Estado: sentar a Bonafini en el banquillo de los acusados. Y todo por culpa de la bulimia por el dinero de Sergio Schoklender pero también por el mecanismo de cooptación que aplicó Néstor Kirchner en todos los planos y, también, con las Madres de la Plaza. Carlotto, de intachable actuación previa, también cayó en la trampa de colocarse la camiseta K y de ser funcional al oficialismo al transformar la búsqueda legítima y necesaria de la identidad de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble en un ataque partidario. Si se prueba que Marcela y Felipe no son hijos de desaparecidos, otra vez la exageración del gesto los habrá dejado pedaleando en el aire y el costo político lo pagará la respetable entidad de las Abuelas. Y la Presidenta, que el 24 de marzo del año pasado, en la ESMA, arriesgó su investidura cuando violó el principio de inocencia y la división de poderes al acusar a la dueña de Clarín de “apropiadora”, casi como una expresión de deseo.

La guerra de los roces del Inadi también expresó como vómito una metodología perversa de reclutamiento y de conducción desde el Estado. Florencio Randazzo quiso zafar del atolladero elogiando a la Presidenta por su decisión de intervenir el organismo que lucha contra la discriminación. Dijo que ni Morgado ni Rachid “eran las personas adecuadas para el cargo”, como si las hubiera designado Héctor Magnetto. La revista Barcelona lo puso en clave de chicana humorística: “Nace el opoficialismo. Fuego Amigo. ¿Por qué Hebe, Morgado y Rachid hacen mejor campaña contra el Gobierno que Ricardito Alfonsín, Elisa Carrió, Mauricio Macri y Fracisco de Narváez?”.

No hubo lugar para el humor durante la entrega del Premio “Rodolfo Walsh” que Hebe recibió sin la compañía de ningún funcionario. Nadie se atrevió a desafiar la orden de Cristina que batió todos los récords al no pronunciar ni una sola palabra del “Schoklendergate”. Y aquí aparece la otra razón por la que el progresismo K casi no tiene candidatos ganadores y ningún heredero de la altísima intención de votos que tiene la Presidenta. El verticalismo y la mano de hierro con los que el matrimonio Kirchner han conducido a su gente es tan concentrado que no permite que crezca ningún dirigente ni florezca ninguna flor. Tienen tan poco espacio para expresarse con autonomía sin ser castigados como Héctor Timerman o Hugo Yasky que nadie puede destacarse. De hecho los que más lo lograron, Filmus y Rossi, fueron combatidos desde la cima del poder por sus “rebeldías” y en ningún caso fueron los candidatos preferidos por Cristina.

Un intelectual que supo votar al peronismo, ayer, antes de almorzar con Juan Cruz, el escritor adjunto a la dirección del diario El País de Madrid, me dijo que “el kirchnerismo sin el peronismo es el Frepaso”. Tal vez eso explique el fracaso de un concubinato sin amor.

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