jueves, 24 de marzo de 2011
DERECHOS TORCIDOS
Derechos... torcidos
Todo el mundo mira con espanto la tragedia del Japón; azotado por un terremoto aterrador, con poblaciones enteras arrasadas por el mar, más los reactores atómicos enloquecidos. Lo que lleva a reflexionar sobre varias cosas que ha hecho el hombre, empezando, por ahora, con el recuerdo del gran crimen de guerra que no recuerda la humanidad y los subsiguientes atentados que se están ocultando día a día. ¡Esa bomba atómica echada con el mayor sigilo sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945!... Y después de semejante sevicia, otra igual sobre Nagasaki. Casualmente, las dos ciudades de mayor concentración católica en el Japón. Deliberadamente inmoladas por orden del presidente norteamericano Harry S. Truman, cuando la guerra estaba prácticamente concluida con la derrota del Eje.
En cuanto a los posteriores crímenes de "lesa humanidad", mucha gente ignora los ensayos de explosiones atómicas que antes se divulgaban: por ejemplo, en los atolones de Bikini y de Mururoa. Incluso, la desaprensión inhumana llegó a denominar "bikinis" a las prendas de la desnudez explosiva puesta de moda. Y el primer ministro francés Alain Juppé, en un momento, se permitió sugerir la reconversión turística de Mururoa, cuando terminara la última tanda de experiencias nucleares. "Se podría instalar un club Mediterranée" (lugar de recreo establecido por una corporación en diversas zonas exóticas del planeta), dijo, alegremente, desde París, mientras sus legionarios seguían vertiendo hormigón y alquitrán sobre las grietas de hasta tres kilómetros de longitud y medio metro de anchura en el atolón carcomido por 148 pozos de casi un kilómetro de profundidad, donde se almacena la ponzoña de otras tantas explosiones nucleares". "Los habitantes de la Polinesia consideran que se han convertido en gente desechable", concluía el relato, como un epitafio para los derechos humanos ("El País", 27/8/95).
Tupé de Juppé. Con repetida ligereza, el mismo Alain Juppé (actual canciller de Francia) acaba de propulsar el bombardeo a Libia cumpliendo la resolución del Consejo de Seguridad internacional, al iniciarse la "Guerra del Club Mediterráneo", como curiosamente la denomina "Asia Times" (19/3/11). Y con creciente preocupación se teme ahora que la antigua fantasía del ministro, trastrocada en guerra humanitaria, pueda terminar en un cataclismo colosal y sin fin.
Todavía hoy se pregunta la gente qué hizo y qué hace al respecto el Tribunal Penal Internacional, en tantos casos patentes; como los inauditos abusos de Cuba, por sólo un ejemplo. Y ahora, tras escuchar la enérgica determinación del fiscal (fogueado en la represión de los represores del terrorismo, abstracción hecha de la violación terrorista de los DD.HH. en la Argentina), dispuesto a fulminar con toda la fuerza de la ley al líder libio Muamar El Gadafi. Pareciera que algo impide ver las noticias, como lo prueba el desconocimiento de impresionantes violaciones de los derechos humanos perpetradas aquí, en perjuicio de ciudadanos encarcelados sin condena; ya denunciadas ante la Corte Suprema de Justicia de la Argentina por la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.
Juan E. Olmedo Alba Posse es profesor universitario; reside en Buenos Aires.
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