sábado, 19 de marzo de 2011

A TODO O NADA



Envalentonado por el triunfo de Lucía Corpcacci en Catamarca, el núcleo K más duro plantea la necesidad de no ser "tibios" e ir con todas sus fuerzas por "todo" el poder a nivel nacional. Sus recetas mediáticas de acercamiento a la juventud y la clase media hablando sobre el rompimiento con la ortodoxia peronista, pero a la vez arreglar por atrás con la vieja política, como sucedió en tierra catamarqueña con Ramón Saadi y la tropa que conduce Luis Barrionuevo, no hacen más que resaltar un modelo de construcción política que puede terminar en un rotundo fracaso

La Argentina es un país que no parece aprender de los errores del pasado, cayendo en los mismos una y otra vez, sin que se haga nada para detener una decadencia. La aparición nuevamente en la escena política de un personaje como Ramón Saadi, muestra a las claras que en vez de avanzar y mirar hacia el futuro, lo único que se hace es retroceder y quedar al borde del abismo.



El kirchnerismo, que desde su presentación en sociedad en el año 2003 se ha presentado como la renovación de la clase dirigente naciona l y de ser los exponentes centrales de una nueva forma de hacer política, terminan emparentados con lo peor y más rancio de la vieja política, tal como se ha podido ver en las últimas horas con los apoyos que viene recibiendo la Jefa de Estado para su reelección.



Los viejos animales políticos, que vienen desarrollando una carrera desde hace años, indican que desde el gobierno nacional y su entorno, se defiende a Ramón Saadi como “método para seguir defendiendo esta forma de hacer política, que es la misma de siempre, que es hablar por izquierda, pero terminar cerrando todo con la derecha”.



Más allá de que se quiera endulzar los oídos de la juventud kirchnerista con palabras de “rompimiento” con la vieja ortodoxia Justicialista, la realidad muestra que la unidad de acción del oficialismo con los Barones del conurbano bonaerense, así como con los caudillos provinciales en el interior del país, sigue más viva que nunca, y que la misma se ha afianzado notablemente para intentar catapultar a la reelección a la presidenta Cristina Fernández.



La unidad de acción y las sociedades políticas que ha construido el kirchnerismo en el último tiempo con personajes como Carlos Menem, Ramón Saadi, Luis Barrionuevo, Gildo Insfrán, Luis Beder Herrera, José Luis Gioja, Amado Boudou, Hugo Curto, Aníbal Fernández, Juan José Mussi, Alberto Descalzo, Julián Domínguez, Carlos Reutemann, Jorge Obeid, entre otros, da una idea que de nueva política hay poco, y sí mucho de aquello que desde los atriles el propio gobierno se encarga de destrozar en forma cotidiana.



El proyecto de la tan mentada transversalidad, así como también el de la Concertación Plural , estallaron por el aire con el voto “no positivo” de Julio Cobos en el Senado de la Nación , por lo que el kirchnerismo ha tenido que buscar refugio en el Partido Justicialista, bastión para mantenerse en lo más alto del poder por parte del núcleo más duro del ofi cialismo, de ahí la urgencia mostrada por la Jefa de Estado para ser catapultada como la líder del principal partido político de la Argentina.



La fuga dirigencial que ha sufrido en todo este tiempo el oficialismo proveniente de las filas del progresismo ha sido muy grande, más que nada ante estos hechos de mantener una fuerte alianza política con lo más vetusto de la clase dirigente y por seguir manteniendo un orden económico injusto, donde los únicos beneficiados son unos pocos amigos del poder y la enorme mayoría se ve dañado por los efectos económicos de un plan que no ha variado en demasía del impuesto en los años ’90.



Son pocos ya los hombres del oficialismo que quedan para defender un régimen de alianzas políticas del kirchnerismo que poco tiene que ver con la renovación generacional que pide a gritos la sociedad en sus reclamos por una nueva forma de hacer política, y que dejan desorientados a una parte del electorado K que cree ciertamente en el discurso de progreso y cambio que suele decir el Ejecutivo en sus actos de campaña.



Lo que la Cámpora prefiere olvidar



El sector más kirchnerista y que defiende hasta lo imposible del gobierno, es sin dudas la agrupación juvenil La Cámpora , que conduce el hijo presidencial Máximo Kirchner, y que se ha catapultado a la fama por ser más “papista que el Papa” y por ocupar puestos esenciales en la gestión K, desde donde hace una actividad partidaria muy fuerte en defensa del modelo oficial.



La trinchera juvenil del kirchnerismo llega a límites insospechados, como por ejemplo apoyar al ministro de Economía Amado Boudou en su candidatura a jefe de gobierno po rteño, un hombre con fuerte pasado neoliberal en las juventudes de la Ucedé desde donde defendía a rajatabla las políticas menemistas, presentándolo al nuevo hombre fuerte del gabinete K como la renovación que tanto necesita el PJ de cara al futuro.



Pero lo que más llama la atención es la defensa extrema que ha hecho La Cámpora de Lucía Corpacci en Catamarca y de sus declaraciones defendiendo la labor del ex gobernador Ramón Saadi, dejando de lado toda la prédica de cambio y transformación en los que suele caer esta agrupación, conjuntamente con los miembros de Carta Abierta, otra de las manifestaciones ultra K que han quedado en una posición retrógrada, luego de las vergonzantes declaraciones de sus integrantes pidiendo censurar a Mario Vargas Llosa para que no abra la nueva edición de la Feria del Libro.



Las mentes memoriosas recuerdan que este apoyo que ha hecho la juventud K de los Saadi no es algo nuevo en la política nacional, ya que justamente los Montoneros en los años ’70, tenían como uno de sus aliados centrales en la política nacional, al padre de Ramón, el histórico dirigente justicialista Vicente Leónidas Saadi, quien marchó de la mano junto con los jóvenes revolucionarios de esos años, ganándose el cariño de la “juventud maravillosa”.



Basta ver hasta qué grado fue la unión entre el fundador de la dinastía Saadi con la guerrillera peronista, que al momento de su muerte, una de las principales coronas que estaban alrededor del féretro era justamente de la los Montoneros, que agradecían de esa manera el salvaguardo que dio el “Viejo” (como le decían en la jerga de la época a Vicente Saadi) a muchos de los militantes de la agrupación que comandaba Mario Firmenich.



El resguardo hecho por los hombres ligados al oficialismo de Ramón Saadi, llegando incluso en palabras de Corpacci decir que el crimen de María Soledad Morales fue un “crimen pasional” y que tuvo relevancia en los medios, habiéndose hecho del mismo una “fábula”, construyéndose en opinión de la recientemente elegida mandataria catamarqueña, “la primera acción mediática que se llevó a cabo en la República Argentina ”.



En vez de salir a repudiar esta clase de declaraciones, el kirchnerismo, principalmente su parte más “progresista, nacional y popular”, ha guardado un silencio stampa que repercute en los oídos de aquellos que vienen luchando hace años en el país por la defensa de los Derechos Humanos, como por ejemplo la religiosa Marta Pelloni, quien evaluó que al respaldar la candidatura de Corpacci, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio su "apoyo" a la "corrupción" del gobierno de Saadi.



Más que pensar en una renovación, este apoyo de la juventud K a Corpacci y a todo lo que representa el saadismo en Catamarca, hace recordar a los pasados años ’70, donde en un mismo lugar convivían la izquierda y la derecha peronista, donde los negocios comunes y las transacciones entre ambos sectores eran monedas corrientes, y donde los “perejiles”, es decir, aquellos que peleaban por un ideal, quedaron bajo la mira asesina de las fuerzas armadas que quebraron a toda una generación en base a muerte y fuego.



La frase “has lo que yo digo pero no lo que hago”, es algo que define muy bien al gobierno kirchnerista que viene manejando los destinos de la Nación desde mayo del 2003. Mientras que en los atriles y programas televisivos adictos al poder, se enmarca un discurso enormemente agresivo hacia los grandes capitales financieros y organismos económicos, en la práctica, el gobierno nacional no ha hecho más que aceitar los vínculos con estos intereses, yendo totalmente a contramano del discurso preparado para “calmar” a buena parte de los militantes K, principalmente la juventud y las organizaciones sociales.



Este doble accionar del gobierno, tan típico de la clase dirigente nacional, no hace más que dejar en claro el do ble discurso del kirchnerismo, que dice trabajar por la concordia y la unificación de los argentinos, y por el otro lado le atribuye distintas culpas sobre los males de la Nación a los que no comparten su ideología o maniobrar político.



El lenguaje público del gobierno intentando mantener detrás de sí a todo un arco progresista que lo viene acompañando desde su llegada al poder en el 2003, se viene descascarando con acciones que nada tienen que ver con un discurso nacional y de centroizquierda, sino que está más emparentado con la derecha clásica, la misma que gobernó en los ’90 en el país y que Néstor Kirchner desde el gobierno de Santa Cruz acompañó siendo uno de los alumnos dilectos del ex todopoderoso ministro de Economía, Domingo Cavallo, quien solía ponerlo como uno de los ejemplos a seguir por el resto de los mandatarios provinciales de la Argentina.



Este declamar progresismo que tiene el kirchnerismo, pero arreglar con lo peor del conservadurismo nacional, lleva a su propio armado político al borde de la destrucción y el estallido, ya que convivir a su interior posturas tan diferentes unas de otras, hace que todo esté en un estado de ebullición permanente, donde ante la menor chispa, el mismo puede estallar por el aire.



Una nueva muestra del doble discurso kirchnerista que apuesta a la formación de la nueva política, pero mientras tanto convive y dirige a la vieja política que representan los viejos barones del conurbano bonaerense y caudillos del interior del país, y que se suman a una serie de factores que lo han llevado a dejar de personificar el ideario progresista que tanto anhelan representar, para ser los principales exponentes de un neoconservadurismo disfrazado de popular.
CNA

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