viernes, 22 de febrero de 2008

IGLESIA...............

Iglesia, basura, vos sos la dictadura...
Sin ánimo de polemizar ni de dar lecciones de teología o de pastoral sino a título de simple periodista de provincia voy a dar mi opinión sobre el abuso de la Catedral de Buenos Aires realizado por Hebe de Bonafini.
Porque pareciera que desde este portal se inició la controversia lo que no es cierto y es cierto a la vez.
Por Juan Carlos Sánchez

El aserto anterior no es cierto del todo porque quien entró con el baño improvisado a cuestas a la Catedral fue la buena de Hebe y quien escribió a PyD fue el responsable de prensa del Arzobispado de Buenos Aires. Antes y sobre todo a partir de lo último se desató la catarata de notas y comentarios publicados en este medio y en otros colegas, lo que hace que sea en parte cierto que estamos en medio de otro lío. No importa, estamos acostumbrados. Estimula y sienta bien.
Vamos al tema.

Qué hizo una vez dentro de la Catedral la Madre de Todos, la buena de Hebe, es consecuencia de lo que importa, y esto es para que entró.

Hebe es lo menos parecido a una beata que he conocido después de cierta prostituta amada, deslenguada ella, ladrona de vueltos y sucia, antes de su conversión. Porque –y la anécdota tiene que ser contada para dar contexto a este texto- alguna vez la prostibularia señora entró a la Iglesia de Santo Domingo (Ntra. Sra. del Rosario de Santa Fe) y a lo San Pablo recibió una cachetada de Gracia tumbativa que la bajó del caballo (que para este caso eran tropillas de distinto pelo).
Puesta la cosa sobre la mesa, aquella doña de frondoso prontuario de indecencias logró encontrar el camino definitivo y vivió santamente compensando así lo satánico anterior. Doña Hebe, ¿recibió la misma Gracia?
¿La buscó?
Los templos católicos -o de cualquier confesión religiosa- tienen diversos usos. Como Casa del Padre son considerados sagrados, dedicados al culto y esto para ponerlos en su contexto. Circunstancialmente pueden ser usados como centro de reunión, de debate o de alojamiento de víctimas ante catástrofes pero siempre cuidando el debido decoro y respetando a sus comunes usuarios: Dios que es el dueño de casa y los fieles creyentes que concurren a él para alabar, orar y celebrar los Misterios. Cualquier otro destino altera su naturaleza y finalidad y agrede los sentimientos de los propios. Es una irrespetuosidad y un agravio.

Por cierto que no puede seleccionarse a quienes ingresan. Digámoslo de otra manera: Dios no se reserva el derecho de admisión, llama a todos, invita al banquete a todos y entra el que acepta y quiere. Pero los católicos no somos Dios y tenemos el derecho y el deber de cuidar de Su Casa.
Así mi querida amiga prostibularia citada arriba fue perdida para los hombres y ganada por y para Dios gracias a su ingreso casual a un templo. Esta buena conversa tenía un dolor, una queja, una carencia que presentar ante el Señor y entró para protestar o peticionar, nunca se sabrá y cuando salió era otra mujer, la original, la del sueño de Dios para con ella cuando la creó. Dios también tiene un sueño para Hebe y si Jesús se paseara por las calles de Buenos Aires como otrora lo hizo por Jerusalem seguramente se invitaría a comer a la Universidad de las Madres y le brindaría a Hebe la oportunidad de enjugar sus pies con sus lágrimas y secarlos con su pañuelo.
Con esto quiero decir que no tengo -nadie lo tiene- el cristonómetro y que no puedo juzgar a mi hermana Hebe por más ganas que tengo de coincidir públicamente con quienes dicen que ella es… lo que la autocensura me impide escribir aquí.

Dejo el orden eclesial de la conjetura y paso al terreno político.
Aquí la cosa empeora para mi gusto ético y estético. Hebe usó la Casa del Señor y de todos los fieles para sus fines terrenales, para un negocio fuerte y sólido tal es el inmobiliario que desarrollan las Madres entre tantos otros.
Eligió la Catedral para su protesta monetaria quizá porque sería noticia, cosa que logró ciertamente con éxito; quizá porque está mal acostumbrada -mal educada sería mejor decir- a agredir los sentimientos mas caros de la gente; quizá porque supuso que Macri o quien sea se aterrorizaría ante la invasión de un solar consagrado -separado- al culto. No importa, lo usó indebidamente. Según el Ordinario técnicamente no hubo sacrilegio, sí hubo mal uso y agravio. Su sola presencia con fines publicitarios o extorsivos sin deseo de conversión (arrepentimiento y retorno al redil común mediante el sacramento de la Reconciliación) es un agravio.
La buena de Hebe que ingresó a la Catedral es la misma que pidió la condenación eterna en el Infierno de Juan Pablo II o la que portó carteles del tipo del título de esta nota. ¿Qué quiso hacer dentro del templo? Comerciar, y Jesús lanzó afuera a los mercaderes que convirtieron su Casa en cueva de ladrones. ¿Que el reclamo de Hebe era justo y no robaba a nadie? No es cierto, nos robó la paz y la concordia al engendrar el desencuentro -lo podemos leer en distintas notas en este diario digital- entre hermanos.
Que en este asunto de pelearnos entre nosotros somos especiales los cristianos no es novedad, la historia así lo dice; desde aquél episodio del Evangelio en el cual discutían sobre el lugar que les correspondería a cada discípulo junto al Trono en adelante nos vivimos peleando y reconciliando y así seguiremos.

Hebe usó malamente la Catedral para obtener un beneficio económico por medio del escándalo público, del fervor mediático que su acto generaría.
Y lo hizo entre otras supuestas razones porque creció políticamente en un medio político que le facilitó ese desarrollo gracias a un ex presidente publicano (publicanii, recaudadores de impuestos para Roma), una presidenta indigente espiritual y una corte farandulesca y adquirida. Hebe complace al poder y el poder la alienta y le permite cualquier salida de madre (pese a ser una Madre y la madre de todos).


Cosas del Derecho Canónico

Al pie de esa nota hay algunas definiciones y cánones. Desde ellos cada uno sacara sus propias conclusiones, yo saco las mías.
Queda al sano criterio del Ordinario evaluar si hubo ofensa y su tipificación y esta fue hecha. La advertencia pastoral -que agradezco- fue recibida en la redacción del diario digital del que soy editor responsable. Pero casi dos décadas de estudios teológicos y afines y de reflexión si bien pueden no haberme dado sabiduría si me categorizan para disentir. Estoy en mi derecho en uso de la libertad de los hijos de Dios y por fundamentarme en el Magisterio y en la Sagrada Teología (de la cual emerge del Derecho Canónico y los cánones abajo citados). Y disiento sin desmerecer el juicio del Ordinario.

No hace falta que me extienda en el tema, los cánones hablan por sí solos, solamente quiero agregar que amar al enemigo y poner la otra mejilla es una invitación personal que no implica permitir el agravio o el desprecio o el mal uso de aquello que pertenece a Dios y a la comunidad. De mi mejilla soy dueño y puedo escuchar o no el consejo de la Palabra; de las cosas de Dios y de mis hermanos soy responsable y debo cuidarlas y defenderlas de ser necesario.
Tanto, que es obligación arbitrar las medidas de seguridad necesarias para que no se profane o se desacralice el lugar destinado al culto.


El clima social

“Calentitos los panchos…” se escucha gritar por allí y no es cancha de fútbol.
Hay clima de hartazgo y no es bueno salvo por el hecho de que el laicado -al menos hasta hoy solamente laicos salieron al frente y dos judíos- esté asumiendo sus responsabilidades propias como Pueblo de Dios y miembros según sus carismas.
Admito que hoy en día es muy difícil ser Cardenal Primado u obispo o cura en la Argentina con un gobierno de extremos: Capitalista de derecha para el consumo personal y la acumulación de dinero y socialista o marxista en el atril y el circo. Lograr espacios de convivencia resulta milagroso y bien, para milagros está Dios. La jerarquía eclesiástica tiene obligaciones administrativas que complican las relaciones con el poder pero… Siempre primero están las cosas de Dios y luego las de los hombres aunque estas sean universidades, escuelas, comedores públicos, viviendas o salud. Poner el presupuesto encima del Evangelio tapándolo desacraliza la actividad pastoral y misionera y la relativiza. Los límites son precisos y exigentes en la Buena Noticia: No se puede servir a dos señores… Si quieres seguirme da todo lo que tienes a los pobres… Mi Casa es casa de oración y ustedes la convirtieron en cueva de ladrones… Y hay más.
Cuando se confunde coincidir con renunciar, algo se ha perdido, alguien se ha extraviado. La convivencia, necesariamente para los creyentes, tiene su fundamento en Dios, Él es la unidad, en Él es la unidad. Esto no es fundamentalismo como término peyorativo, es Evangelio, que como fundamento es el mejor de todos.

La comunidad se está cansando de ser basureada, manipulada, agredida, agraviada. Del hartazgo pueden surgir conductas extremas no deseables y no evangélicas. Darle marco es una de las tareas de los pastores, contener, orientar, enseñar. Si en ellos hay tibieza, que no se advierte en muchas otras Conferencias Episcopales latinoamericanas o del mundo, el asunto puede salirse de madre y en un país crispado oficialmente como argumento de la construcción del poder político y que hace de la violencia un culto, las consecuencias serán de lamentar.
O bien la falta de compromiso seguirá ahuyentando fieles hacia otras comunidades o sectas o iglesias, las parroquias se verán cada vez más vacías y los pastores -¿dónde están los pastores que las ovejas deambulan?- deberán dar cuenta de los talentos que les fueron dados y del fruto obtenido de ellos. Aquí se aplica también la parábola.


Un toque personal

No quiero perder la oportunidad de contarles que habría hecho yo si la Casa de mi Padre estuviese a mi cargo o si la buena de Hebe hubiese entrado con iguales intenciones a mi casa paterna.
Hubiese buscado la escoba de mango más sólido, la mas nueva y mirando a la buena de Hebe con respeto y humildad a los ojos se la habría ofrecido amorosamente diciéndole: “¡Volá mamá…!” Si ella argumentase necesidades íntimas le habría señalado los yuyos de la plaza de enfrente. Y si insistiese, bueno… por algo eso del mango de la escoba… Anastomosis rectoanocefálica.


Para pensar:

Definiciones según el diccionario eclesiástico y de la lengua.

PROFANACION. (Del lat. profanus, fuera del templo). (DE)
1. Acción sacrílega que atenta contra el carácter sagrado de una persona, de una cosa o de un lugar consagrado a Dios.

Profanación (DL)
f. Trato irrespetuoso o uso profano de lo sagrado:
Deshonra, uso indigno de lo que se considera respetable.


SACRILEGIO. (Del lat. sacrum, sagrado, y lego, coger, quitar, robar). (DE)
Acción que consiste en violar el carácter sagrado de una cosa, de un lugar o de una persona, tratándolos como cosas, lugares o personas profanos (Cf. Profanación).

Sacrilegio (DL)
m. Profanación e irreverencia con lo sagrado o lo que se tiene por sagrado:
(Entrar calzado en una mezquita se considera un sacrilegio.)


TEMPLO. (DE) Lugar sagrado destinado al culto, comúnmente llamado ´iglesia´.


Algunos cánones del Código de Derecho Canónico.

1205 Son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúrgicos.

1210 En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar.

1211 Los lugares sagrados quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, revisten tal gravedad y son tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos.

1214 Por iglesia se entiende un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública, del culto divino.

1220 § 1. Procuren todos aquellos a quienes corresponde, que en las iglesias haya la limpieza y pulcritud que convienen a la casa de Dios, y evítese en ellas cualquier cosa que no esté en consonancia con la santidad del lugar.
§ 2. Para proteger los bienes sagrados y preciosos, deben emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de seguridad.


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21 Feb 08

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