El proceso electoral de 2007 resultó un hito por donde se lo vea. Un hito si atendemos a sus resultados, que echaron por la borda la política tradicional, la novedad, en la jefatura de gobierno capitalina, con un político opositor. Un hito si reparamos en el nivel de ausentismo, que alcanzó niveles suficientes como para que los institutos políticos reflexionen profundamente sobre esa mayoría silenciosa que ha perdido su fe en el sistema. Un hito si recogemos la manera en que el Partido Frente por la Victoria, en la vieja historia de "yerba mala nunca muere", saltó como el ave fénix -la más oportunista de las aves, diría Homero- para convertirse en la primera fuerza del país.
La moraleja de las elecciones legislativas y municipales, sin embargo, no termina en el campo estrictamente político. Más allá de la repartición de escaños en el congreso y de la de intendencias en todo el territorio, 2007 dejó sentada, de manera clara y dolorosa, la incapacidad de los medios de comunicación argentinos para adoptar una posición seria y profesional respecto de la cosa pública y cómo se lo maneja.
No se trata de satanizar -vieja costumbre de nuestros abuelos y de nuestros padres- a las empresas de comunicación masiva, ni de poner en sus manos obligaciones que no les competen. Se trata de juzgar, a la luz del papel fiscalizador y del carácter de tribuna pública inherentes a la prensa, según la tradición democrática occidental.
Si bien no cuento con estadísticas oficiales, es un lugar común que la población se decanta, al momento de informarse, por la televisión. La radio continúa como un medio poderoso en un país donde el alfabetismo no deja de ser una especie rara, pero la pantalla chica cobra cada vez más favoritismo entre nuestros compatriotas. Por ende, el papel de las telenoticias debe ser privilegiado al momento de revisar la actuación periodística en la coyuntura electoral.
El otro modo en que la campaña política dijo presente en la agenda de los telenoticieros fue el "repaso", no el análisis, de las plataformas electorales. Particular mención merece el "debate" organizado por el Canal de Cable TN, que no tuvo empacho en invitar, en un primer momento, a los principales competidores por la jefatura capitalina, Macri - Filmus. Algo es algo, pero los primeros candidatos por la candidatura presidencial, mutis por el foro. Acostumbrados a presenciar, por ejemplo, los clásicos debates presidenciales estadounidenses, a dos políticos serios capitalizando la magia de la imagen y con sus líneas aprendidas al pie de la letra, en un ambiente de respeto mutuo y, por supuesto, con un verdadero mediador conduciendo la discusión, no podemos menos que avergonzarnos de su ausencia.
Nuestros periodistas se precian, entre otras cosas, de tener olfato, pero durante muchos reportajes se dejaron escapar cuestiones realmente importantes. Luego, una vez escrutado buen porcentaje de la votación, y cuando las proyecciones otorgaban una considerable cuota de poder al FPV, los empleados de la Telecorporación Argentina consumaron su casamiento con la complicidad. Pero no todo son flores para la gente de la radio. La brecha generacional, ese abismo que separa a los "pioneros" -autodidactas formados en la calle y graduados en las componendas y en el "sálvese quien pueda" de la competencia- de los nuevos comunicadores -formados en alguno de las tantos institutos privados del país, condenados a graduarse en el "sálvese quien pueda" de la globalización y de la falsa competencia estilo estadounidense- es más evidente y patética en el mundo de la radio que en el de la prensa escrita o la televisión.
Como consecuencia de ese salto quántico entre los consagrados y los monaguillos del micrófono, la lucha por trabajar de manera independiente, de espaldas al coqueteo de la política y a la seducción de la menta y el soborno, no pasó de la primera trinchera. Radios reconocidas, con una larga experiencia "en las lides de la democracia", cayeron rápidamente en la manipulación, sobre todo del Partido FPV, con tan poca honra que incluso los espacios culturales o deportivos sirvieron para transmitir mensajes que muy poco tenían que ver con el autor de un gol en el campeonato local.
Finalmente, el papel de la prensa escrita osciló entre el asombro y la vergüenza. Antes, durante y después de la campaña, ninguna empresa de comunicación despertó tantas adhesiones y críticas como El Diario Clarín. La Prensa Gráfica, más "sabia", hizo tabla rasa de los otros candidatos, y sirvió literalmente como trampolín a la fotogénica imagen de Cristina. El fenómeno registrado en la empresa de la familia Noble no debe, empero, ser leído con ligereza. Si lo atendemos con detenimiento, nos sirve para mantener la tesis de que, en la lucha por volver menos violento el cambio generacional, en las filas del periodismo argentino, es necesario esperar todavía dolorosos coletazos de la camada de los autodidactas.
No cabe duda que la incongruencia de la que hablo, esa que se respira día con día en las redacciones de los telenoticieros, las noticias radiales y los periódicos , salta a la vista con mayor intensidad en momentos tan importantes como una campaña electoral, sobre todo cuando está en juego, como lo estuvo en la pasada campaña, la continuidad del Partido FPV, de su forma de ver al país, de su peculiar estilo de "hacer patria". Empero, queda la duda, esa que sólo el tiempo aclarará. ¿Será necesario que los propietarios de los medios masivos de comunicación cambien su ideario, mudando las ideas, los estereotipos y los fantasmas que los han estimulado durante tanto tiempo, para que los periodistas alcancen, de una vez por todas, el nivel de profesionalismo que demanda la Argentina?
Por último, es imperativo hacerse otra pregunta, pero no axiológica ni filosófica, sino estrictamente profesional. ¿Cuándo dejarán los periodistas, jóvenes y viejos por igual, de seguir al pie de la letra las directrices de la empresa, aun cuando pasen por encima de su compromiso con el público y, para ponernos cursis, con la verdad? En efecto, existe una brecha generacional, y parece que los vicios están anquilosados, convertidos, de tanto ejercitarlos, en costumbre, en la parte más vieja de la balanza. Pero, si es difícil que un empresario poderoso decida, por iluminación divina, reconocer sus errores y pensar en su compromiso para con el país, y si es difícil esperar más de hombres y mujeres que durante treinta años se la han pasado "haciendo la plancha", con todo lo que ello -póngase a temblar- suponga, ¿cómo, si no estableciendo verdaderas trincheras en las salas de redacción, puede una nueva generación, o al menos esa parte de una nueva generación que está consciente de sus obligaciones profesionales e históricas, comenzar el camino?
Lastimosamente, el proceso electoral de Octubre de 2007 no supuso un hito para el periodismo argentino. Tal vez en el 2009. Tal vez, sólo tal vez...
Hugo Sirio
Febrero 28 de 2008
Escobar - Buenos Aires - Argentina
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