martes, 9 de septiembre de 2008

ELOGIO..................

ELOGIO AL ESCEPTICISMO MILITANTE
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (9/9/2008)


El Club de París, que se me perdone, tiene nombre de burdel.

De lenocinio, si se me apura. Digamos, de lupanar.

La señora, que parece ser la única dueña de las reservas del Banco Central, como si este fuera otro burdel de la misma cadena, dispuso que le hagan un delivery de fondos.

No es fácil saber si vamos a terminar viendo que se cumple este anuncio, por cuanto el trámite puede resultarle bastante comprometido.
Es simple : Pagando de ese modo extravagante… está mintiendo.
Por lo pronto, ya se ha visto que el mundo entero, no nos cree.

Nos han dicho los médicos, que los optimistas viven más.
Pero es muy difícil ser optimista si uno es un incrédulo absoluto.
La Organización Mundial de la Salud debe tener enfocada a la Argentina como un caso de muy particular estudio. Ya deben saberlo : aquí nos vamos a morir todos antes de lo normal. No es fácil ser optimista.

Ya se dijo en estas líneas : ser muy mal pensado, ser desconfiado y ser incrédulo en la Argentina se ha convertido en uno de los primeros deberes del ciudadano.

Como un mecanismo de defensa mínimo, es obligatorio convencerse que nos están mintiendo mañana tarde y noche desde el gobierno y saber que estamos aquí, en manos de un pequeño grupo de farsantes enciclopédicos cuya escrupulosidad ha sido fulminada hasta en sus propias familias.

Hay que dudar en todo de ellos. Empezando por la yunta.

Sospechar de todos sus actos, de sus dichos y de sus intenciones, es una obligación.

Casi como un reflejo natural de supervivencia en una jungla, en la cual, ellos despedazan todo y uno huye cada día, sabiendo que además, probablemente, sea sólo una huída hacia adelante, tan inútil que, en algún momento, caeremos en las garras de otro, con mayor poder depredador, acaso mucho más despiadado.

Estamos todos obligados pues, a una especie de escepticismo militante.

Habría que remontarse, seguramente, mucho más de una centuria para encontrar una saga política honesta y decente de algún dirigente argentino.

Hay que estar loco de remate para creerles. El optimismo es una gran ensoñación si uno camina, en este raro país, con miles de prevenciones, luego de haber transitado toda una vida repleta de traiciones y mentiras perpetradas por la misma dirigencia política. Sin el menor escrúpulo, se pasean por el Calafate para decidir las cosas con la mentalidad de quien tiene la suma del poder público. Deciden porque son el Estado.

No es de paranoico suponer, cada mañana, que lo normal ha de ser que intenten engañarnos una y otra vez, que nos van a mentir en forma burlona y que simultáneamente se van a postular para que la ciudadanía les crea y les convalide cualquier libreto que se les antoje declamar.
La sensación de un engaño burdo, ya es certeza.

Y no sólo lo es, por ver a este par de infames abrazados en el humo de la hipocresía, sino por constatar que tienen también un Poder Legislativo corrompido hasta los tuétanos e impune de toda impunidad, como “pintado al óleo”. ¿ El último empate famoso, fue acaso conciencia o miedo ?

¿ O es que alguien por ventura ha creído que aquí ya se terminó el sometimiento con “caja” o la discrecionalidad conferida en bandeja, con unos superpoderes napoleónicos que siguen prorrogando “ad infinitum” ?.

No hay democracia sin partidos… y no hay partidos sin honestidad.
Y así, no hay Estado.

Este poder político es un burdel.

Y en ese contexto, los tres poderes integran una comparsa prostituida.


También el judicial, que luce, con muy honrosas excepciones, hierático, mudo y vendido ante cualquier estímulo del ejecutivo.
Sancionador riguroso e implacable solamente de los punguistas y de los ladrones de gallinas, pero tuitivo y munificente con los criminales de alto vuelo, especialmente si algo tienen que ver con la dirigencia política.

No puede haber Estado, en suma, cuando la jefatura de ese Estado se lo ha propuesto deliberadamente. El Estado son las instituciones de la República. Pero el poder ejecutivo, que debe velar por ellas, es justamente el peor mentiroso, fabulador e inoperante. Un enfermo de demagogia.

Todos los miembros del burdel operan desde adentro y desde afuera como unos perfectos propiciadores del anarquismo.
Actúan como arquitectos de la implosión social como si estuvieran empeñados, día y noche, en descubrir algún daño nuevo que pueda ser hecho a las instituciones de la República.

Casi todo es una burla. Una enorme puñalada a la ilusión y una danza de máscaras venecianas que van cayendo una por una y que convierten a los optimistas en unos imbéciles alegres, para decirlo con un eufemismo.
Cualquier optimista natural, ingresa rápido en un territorio de desencantos donde encuentra de inmediato la más increíble paradoja que consagra el mérito a la manufactura del mal.

Se supone que hay aquí muy pocas cosas que puedan ocurrir que nos salven de la anomia terrible que transitamos. Del andrajo moral que campea.

Y del individualismo tan alevoso en el que se ha embarcado toda nuestra sociedad …en su loca huída hacia adelante.
O peor que eso, en su desdén, en su indolencia, en su resignación .

Acaso hay mucho de irresponsabilidad consciente, en ese “sálvese quien pueda” que nos deja una sordina fotográfica cada día, con idénticas imágenes y con discursos repetidos, de una ética de baldío sin sentido alguno del discernimiento entre lo que es el bien y lo que es el mal.





Ser incrédulo y sospechar, es pues un imperativo de supervivencia.
Un deber cívico.

Hay que pensar mal, en suma, de esta casta maligna, por cuanto es la mejor manera de auto inyectarse así algún antídoto social contra el acostumbramiento resignado, contra la enorme mansedumbre civil frente al descarrilamiento interminable que se nos ofrece hoy a todos, como paisaje cotidiano, desde el pináculo del poder.

Hay que ser escéptico, para estar a tiro de la realidad y para no sufrir más desencantos de los que ya se han sufrido.

Por cuanto en esta verdadera bacanal del populismo, los espacios los hemos ido dejando abandonados para que los ocupen estos mitómanos, los mercaderes de la infamia y de la deshonra, los parásitos de la escoria social y los ineptos estructurales que forman hoy un formidable ejército de partisanos de la oportunidad.

Camaleones, que viven envenenándose mutuamente y luego enviándose flores a sus velorios, o antes que eso, visitando los aposentos de agonía como lo hace ella con Alfonsín, a quien desprecia con toda su alma.

Especímenes que son incapaces de la reacción de nobleza más elemental, incapaces de reconocer su propia impericia, e incapaces también para crear un hueco ético, corriéndose a un costado y dándole la mínima esperanza a quienes, como ciudadanos, les han confiado mandato. Viven aferrados a un timón que en realidad es manejado por el oleaje… y no por ellos.

Mutantes, cuya desesperación caótica no los deja pensar nada más que en cuestiones personalísimas, primarias y muy efectistas, pero jamás en el plan más sencillo, ni siquiera para poder determinar su propio destino.

Ninguna función cubierta por esta ralea de carteristas podrá sobrevivir.
Y lo normal es que las funciones las ejerza cualquiera, aún con la más insuficiente preparación.

Es la consecuencia de la multiplicación de la audacia de los partisanos de la política frente a la impavidez de todos :


Cualquier individuo puede, sin mucha demencia, aspirar a cualquier puesto en este país de fantasía, porque la sociedad se ha habituado a no exigir la menor competencia.

Y todos estos sátrapas florentinos, se proponen compensar su ineptitud, de la que son conscientes, adoptando un gesto convencional, insincero, para convencer con eso al entorno, y hacerles creer que son efectivamente lo que representan. Y así, de paso, mientras procuran convencer a los demás, intentan convencerse a sí mismos.

Pero les cabe el juicio de la historia y el veredicto de la soledad que acaso deba producirse más pronto que tarde y frente a tribunales de verdad, de nuestra época. Con las fuerzas morales de singularidad imperfecta pero implacable que quizás pervivan en las instituciones del sistema republicano.

No por su ambición política, que si fuera sana no se deslegitimaría desde ninguna posición de poder, sino por sus graves culpas en el debilitamiento de los restos de la estructura nacional.

No por su carencia de sabiduría y prudencia, que es pura ignorancia, sino por su deshonestidad y su conciencia más absoluta de ser unos inmorales

No por sus caminos siempre errados, que son obra de su ceguera, sino por su engaño inaudito edificado en el lucro cesante del poder correctivo que tienen y que no ejercen.

No por fulminarle imbécilmente los negocios al país, sino por su clara intención de apuntar todo hacia sus propios proyectos personales para seguir en la villanía del negocio particular.

No por quitarnos un poco de la vida carcomiéndonos el optimismo con sus mentiras infantiles, lo cual deviene de su gran limitación intelectual, sino por habernos convertido a todos en enfermos de la peor incredulidad por ser los destinatarios predilectos de su malicia .


Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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