domingo, 25 de enero de 2009

LA MEDIOKRIDAD SE CONSOLIDA


Río Negro - 25-Ene-09 - Opinión
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Editorial


Hace cierto tiempo era frecuente oír decir a voceros del gobierno de turno que la Argentina tenía el futuro garantizado debido a la "calidad humana" de sus habitantes. Aunque a veces el optimismo así manifestado pareció inspirarse en nada más que prejuicios raciales, era posible reivindicarlo con alusiones a las supuestas bondades de nuestro sistema educativo. Por desgracia, se trataba de un mito. Desde bien antes de la terrible crisis sociopolítica que desembocó en el Proceso militar, la educación argentina ha estado rodando cuesta abajo. Parecería que cada generación está peor preparada que la anterior para enfrentar los desafíos planteados por una época en que la clave del progreso consiste precisamente en "el conocimiento", o sea, en la capacidad de los integrantes de una sociedad para aprender a entender lo que está sucediendo en el mundo. Por cierto, no exagera demasiado el ex rector de la Universidad de Buenos Aires, Guillermo Jaim Etcheverry, cuando afirma, en un largo artículo que se publicó en el periódico porteño "Perfil", que en nuestro país la educación está entre las peores del planeta. El suyo no es un juicio meramente subjetivo, ya que se basa en los resultados de una serie de estudios comparativos internacionales. Según éstos, mientras que sólo el 5% de los finlandeses y el 11 de los australianos "no tienen capacidades de lectura", en la Argentina los así calificados constituyen el 58% de los escolarizados, una cifra decididamente mayor que la registrada por los mexicanos, chilenos y españoles. Para los con "elevadas capacidades de lectura", apenas el 0,9% de los jóvenes argentinos alcanza dicho nivel, pero en Finlandia lo hace el 17% y en Australia el 11. Huelga decir que en el ámbito de la ciencia y la matemática, materias que nunca han figurado en un lugar prominente en nuestros colegios, las diferencias con los países desarrollados son aún más abismales aunque, lo que para algunos será un consuelo, el desempeño de los jóvenes de otros países latinoamericanos es igualmente lamentable y el de España y Portugal no es muy superior.

Los motivos del desastre pueden discutirse. No ha ayudado en absoluto la cultura del paro que se ha hecho rutinario entre los docentes. Tampoco han contribuido a mejorar la calidad de la educación las esporádicas rebeliones escolares en las que tanto alumnos como padres piden una mayor "democratización", o sea, que los maestros dejen de procurar obligarlos a estudiar. Conforme a Jaim Etcheverry, un especialista que desde hace décadas milita en favor de una reforma integral del sistema educativo para que se ponga a la altura de los de países más avanzados, la causa fundamental del deterioro llamativo de la educación en nuestro país es la indiferencia de casi todos hacia el tema. "Aunque le asignamos gran importancia en el discurso cotidiano, anunciando que ingresamos a la ´sociedad de conocimiento´, en los hechos concretos demostramos una escasa preocupación?". Tiene razón. En países como Corea, China y el Japón, hasta los padres de familia más pobres están obsesionados por la educación de sus hijos y son capaces de hacer un esfuerzo tremendo para asegurar que no pierdan terreno frente a sus coetáneos. Dan por descontado que en última instancia lo que cuenta es la voluntad de cada uno y que por lo tanto es deber de todos los padres hacer cuanto sea necesario para que sus hijos aprendan, mientras que éstos entiendan que les corresponde retribuir los sacrificios estudiando. Por supuesto que aquí la situación es muy distinta. Se habla mucho del "derecho" de los jóvenes de familias pobres a recibir una buena educación, insinuando así que quienes fracasan son víctimas inocentes de la injusticia social, pero muy poco de la falta de voluntad de buena parte de la población de aprovechar las oportunidades existentes. Como subraya Etcheverry, "educarse resulta un trabajo difícil, complejo, que hace uno sobre uno mismo" y, "en esencia, es una labor personal que demanda esforzado trabajo". Puede entenderse, pues, que en una sociedad tan facilista como la actual la educación se haya visto postergada, pero a menos que nos despertemos del sopor en que hemos caído la mayoría abrumadora de los habitantes del país no tendrá ninguna posibilidad de disfrutar de un futuro digno

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