viernes, 11 de junio de 2010
NO SE PUEDE
Por Alberto Asseff (*)
No podemos. Es la sensación que nos embarga como colectivo nacional. ¿Nacional...?
Enumerando sin un orden de prioridades, no se puede gozar de seguridad, de institucionalidad, de perspectivas de progreso social, de reducción de las adicciones, de mejoras en la educación - ¿por qué en lugar de 'fútbol para todos' no se promueve la consigna 'educación para todos'?. No se puede rehabilitar los ferrocarriles, descentralizar y refederalizar el país, estimular la libre iniciativa de los argentinos, imprimirle celeridad a los procesos judiciales, equipar tecnológicamente a nuestra defensa - aérea, terrestre y marítima -, explorar los yacimientos polimetálicos submarinos, limitar el pandemonium del tránsito por saturadas avenidas y por callejuelas apenas preparadas para los carruajes del s.XIX. No se puede tener un Servicio de Inteligencia profesional que vele por la seguridad e intereses nacionales, establecer una carrera administrativa que inhume al acomodo, cuidar la buena nutrición - ¡cuántas enfermedades prevendríamos! - pensar y planear a largo plazo. No se puede transformar la cultura de la trampa a la ley por su respeto, ni actuar con seriedad y credibilidad, organizar ni una vacunación masiva. No se puede preservar a nuestros próceres del vendaval profanador - ¿idolatrar a los padres fundadores es un escarnio?.
Antes de empezar cualquier faena ya está a flor de labio y de piel la derrumbante idea de que no podemos.
No se puede levantar el debate para que las gentes de nuestro país tonifiquen el ánimo. ¿Qué es lo que se agita cotidianamente? Si una afamada animadora de almuerzos puede usar el Colón para uno de sus encuentros, si es posible fijar horarios para las cargas y descargas en el macrocentro, si los contendientes de la interna partidaria en el primer Estado argentino son más o menos hijos del ex presidente Alfonsín - no se conoce una sola propuesta de esos candidatos - y tantísimos otros temas que nos bajan la voluntad y la esperanza hasta el zócalo.
Hace ya bastante tiempo que lo único que se analiza en materia de educación es si las escuelas tienen o no gas. Parece muy pequeño. En salud pública ni siquiera se menta el asunto de los turnos que muchas veces se difieren por meses. En el agro la cuestión ya no se centra en una estrategia para acrecentar y diversificar la producción, sino sobre el rol de la ONCCA, es decir más regulacionismo y, de la mano de su ineficaz intervención, más corrupción.
Salvo el ex Secretario de Transporte y los sorprendentemente prósperos jóvenes ex secretarios privados de los presidentes Kirchner, la colosal corrupción que putrefacciona y empobrece en todos los planos, comenzando por el moral, parece imparable, inabordable. La impunidad va ganando no por goleada, sino por paliza. No se puede en este asunto vertebral.
No se puede reformar la política, las obras sociales, el régimen de cooperativas y mutuales. No se puede domeñar a la violencia en el fútbol ni establecer un sistema responsable de libertad vigilada post-condena.
La reforma política sancionada en diciembre fue una hipócrita caricatura de la auténtica e indispensable. Tipo embudo para lograr imponer una candidatura re-re, en vez de un saneamiento verdadero del sistema apuntando a la mayor representatividad y participación cívica.
Las obras sociales son más pus que servicio. Pululan, pero eso no significa que los afiliados dispongan de más y mejores prestaciones. Con el gasto actual se podría disfrutar de una calidad tres veces superior.
Las cooperativas y mutuales son grandiosas ideas que podrían resolver centenas de problemas sociales, laborales y productivos. Empero, se las viene bastardeando de modo que hasta causa vergüenza ajena. Es más la falsificación en ese ámbito que la genuina organización en aras de facilitar el crédito, la producción y los servicios. Con un papel y una lapicera se 'arman' cooperativas en las mesas de cafés y se obtienen subsidios del Ministerio de Acción Social. El clientelismo es un cáncer que va carcomiendo la cultura del trabajo.
Lo del fútbol no tiene ni perdón ni excusas. Han vuelto espurio al primer deporte, ese que convoca multitudes. El peligro que esto apareja es proporcional a su popularidad. No se puede impedir el viaje a Sudáfrica de los violentos. El resultado, el papelón de que los deporten.
Lo inconcebible hace unos años se está dando. Ahora la Argentina hasta está acechada por la ingobernabilidad. No se trata de malas administraciones, sino de la imposibilidad de gobernar en un océano de conflictos. Nuestro país tenía una integración social casi perfecta. No es que todo fuese armónico e ideal, pero por lo menos disfrutábamos de la ausencia de diferendos religiosos y étnicos. En el terreno de las clases sociales, si bien se estimuló desde siempre la lucha, el país maduró a pesar de sus malos apóstoles y casi licuó la pugna clasista. El peón y el patrón comiendo juntos el asado quizás sea un emblema del aserto.
Hoy resucitan todos los rencores y resentimientos, Los que estaban sepultados en el quinto infierno ahora reaparecen. Desde la 'nación mapuche' hasta la 'oligarquía vacuna' pasando por civiles o militares, agro o industria, estado o privados y decenas de falsos dilemas que dividen y debilitan anacrónicamente. No se puede comprender cómo se deleitan con revivir algo que por ventura habíamos enterrado.
No se puede custodiar el mar, nuestra 'pampa mojada'. Por eso está diezmada la merluza y desaprovechado el petróleo que atesora su sublecho. No se puede tener radares. Ni siquiera tenemos buques polares no obstante ejercer jurisdicción soberana sobre un millón de tierras blancas y otro tanto de aguas heladas.
No puede gastar bien ni tornar funcional a la inmensa burocracia. Plata abunda, pero servicios e infraestructura escasean. Exuberante cantidad de oficinas llenas de empleados, pero los habitantes siguen flagelados por todas las necesidades insatisfechas.
Quizás, el máximo contraste lo provean los organismos dedicados al Menor y la Familia. Escritorios hay muchísimos, pero la familia cada día está más triturada y astillada y muchos menores atrapados por el amenazante ocio cuando no por el alcohol, la droga y el delito. No todos los chicos, por supuesto, pero sí un preocupante número de ellos. ¿No se puede dejar los escritorios e ir a la calle en busca del problema y al encuentro de la solución?
No se puede buscar excelencia en la universidad, protestar sin cortes ni piquetes, ni vivir en armonía con los valores morales.
La Argentina - poderosa en perspectivas teóricas - está exhausta. Por eso esta paradoja que nos peculiariza de ser altaneros, pero subestimarnos. Lo peor de lo peor. Necesitamos un nuevo amanecer. No se trata de refundar otra cosa que la confianza en nosotros mismos. Así, la ecuación es simple: Se puede todo lo que hoy no se puede. Se puede porque es ineludible. Hay que torcerle el brazo a esta sombría idea de que aquí el futuro no tiene porvenir.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Alberto Asseff - Dirigente del PNC UNIR (Unión para la Integración y el Resurgimiento)
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