El cambio más difícil
Hugo Martini
Es probable que en la Argentina muchas cosas cambien: que la gente pueda circular libremente por la calle, que la seguridad mejore, que una persona contratada por tiempo determinado se presente al día siguiente del vencimiento de ese contrato diciendo que tiene “estabilidad” y que un juez le diga que tiene razón.
Es probable, también, que termine un largo ciclo histórico de autoridades consideradas geniales por el imaginario colectivo, cuya única virtud es tener “caja”, quienes infaliblemente terminan procesados cuando se quedan sin recursos.
Estos cambios dependen de actos de autoridad, de aptitud en la instrumentació n de las medidas y de un adecuado manejo de los tiempos políticos. Pero son de más fácil solución porque son obvios y los que se oponen dan la batalla de frente.
Mejorar la calidad de la educación llevará más tiempo porque la resistencia al cambio es una actitud encubierta. Como con tantas cosas en la Argentina la mejor manera de equivocarse es dejarse guiar por lo que los dirigentes dicen y no por lo que hacen. Al tope de la “preocupación” de esa dirigencia está “mejorar la educación”. Están casi todos conmovidos, hasta las lágrimas, como con la defensa de los jubilados.
Mariano Narodowski, ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, declaró que el gobierno que integra quiere capacitar a los docentes en vacaciones de invierno, empezando el próximo 14 de julio. El plan cubre solo una de las dos semanas de vacaciones y no afecta las vacaciones de verano que el personal docente tiene, como mínimo, durante el mes de enero completo. El objetivo es que los alumnos no pierdan días de clase y la capacitación será optativa.
El anunció provocó la inmediata reacción de UTE/CTERA, el gremio docente más numeroso de la ciudad. Eduardo López –su secretario general- se opuso indicando “que la capacitación deber hacerse en servicio, es decir, durante el horario de clase, con los chicos en el aula, pero eso requiere una inversión y es más fácil hacer un show de capacitación en el receso invernal”.
El inefable secretario general no describe si en el cuadro que propone los profesores recibirán su capacitación frente a sus alumnos, que eventualmente podrían discutirla, o lo harán en aulas separadas sin explicar que harán los alumnos mientras tanto.
La cuestión de fondo es que un docente argentino debería estar dispuesto a capacitarse, en cualquier tiempo y lugar, en lugar de empezar a discutir cuál es la mejor época del año para mejorar su formación profesional.
¿Por qué?
Porque la Argentina como país ha perdido la calidad de su educación, la mejor ventaja competitiva con relación a otros países en vías de desarrollo, desde finales del siglo XIX hasta gran parte del siglo XX.
Esta decadencia puede cuantificarse. En la última medición de la que participó realizada en el año 2006 del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) dependiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), resultó que nuestros estudiantes –entre 57 países- figuraron en el puesto 52 en matemáticas, 51 en ciencias y 53 en lectura y comprensión de textos. El secretario de CTERA debería comprender que es imposible que, si alguien no entiende lo que lee, pueda agregar valor a cualquier otra disciplina que estudie.
La realidad dice que será mucho más lento el cambio cultural sobre lo que no se admite que existe (la crisis de la educación) que sobre los problemas que se ven (los piquetes, por ejemplo). Sin embargo, esa crisis oculta hace posible y alimenta a todas las demás.
El problema es que los que se oponen a la capacitación docente fosilizan la posibilidad de un cambio. O sea, proponen mantener un país igual al de hoy. La pregunta es cuántos son los que quieren cambiar.
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