Las autoridades nacionales, el papel de los intendentes y el municipalismo democrático Mientras los políticos tradicionales y los “nuevos” asimilados a la cultura política dominante -algunos llamados nuevos partidos no son más que un repetición de los viejos de los cuales se separaron- son aprobados por sólo el 12 por ciento de los ciudadanos, los buenos intendentes pueden sentirse orgullosos de una aprobación electoral que supere el 55 o 60 por ciento. Son dos procesos políticos paralelos. De un lado los representantes de la clase política decadente que desprecia el municipalismo y que se siente todopoderosa. Y, de otro lado, un movimiento descentralizado nacional expresado en gobernantes provinciales y distritales democráticos que se esfuerzan en promover el desarrollo de sus pueblos. Sin embargo, algunos gobernadores y los políticos tradicionales que actúan por años en los Gobiernos Locales, consideran a éstos parte de las categorías menores. Y, algunos, siguen utilizando a las municipalidades como trampolín para llegar al Congreso Provincial o Nacional , encerrándose en viejos métodos sectarios, autoritarios y verticales, que practican el autismo y el solipsismo. Para ellos, su meta, son las “ligas mayores”. Esa es la visión de la cultura política tradicional, que considera a las municipalidades un simple peldaño o trampolín que les podría permitir alcanzar “las alturas del poder”. Ese estilo tradicional en las municipalidades busca la obra física, la infraestructura, la obra espectacular y no la labor silenciosa y paciente de promover el desarrollo, fortaleciendo la democracia, la participación, el diálogo y la educación, la salud, la seguridad, y, con ello, el capital social y humano. Las municipalidades, lo sabemos, son el primer estamento de la democracia. En todos los países democráticos avanzados, el municipalismo es expresión clara del grado de desarrollo del país y la democracia. Es, asimismo, el primer peldaño del que debería ser el camino obligatorio para el desarrollo de política. Las municipalidades, son una realidad gravitante en el mundo democrático y en nuestro país. Postergadas. Infra valoradas. No entendidas por los espíritus aventureros, las municipalidades y intendentes democráticos, son la expresión real del Estado en un territorio nacional extraordinariamente diverso geográfica, cultural, política, económica, social, racial y étnica. En las municipalidades tienen que hacer frente a esa extraordinaria diversidad. La gran modernización democrática del país es y será resultado del fortalecimiento de las regiones provinciales y distritales. Esta modernización es y será posible gracias a un sistema de democracia representativa fortalecido con importantes mecanismos de participación ciudadana. Así, mientras los políticos tradicionales han “cerrado” la política, los gobernantes democráticos promueven la participación ciudadana para discutir los Planes de Desarrollo Concertados y los Presupuestos Participativos, practican la Rendición de Cuentas y convocan a elecciones directas y secretas para elegir a los representantes de los Consejos Escolares y Deliberante, a los delegados municipales, entre otros. Los intendentes democráticos dialogan con sus vecinos, concertan las obras y rinden cuentas. ¿Es entendible, entonces, que los políticos tradicionales y los nuevos-asimilados, presentes en el Congreso pongan obstáculos para que los intendentes puedan peticionar en el Congreso de la Nación? Es perfectamente entendible, pues es desde las municipalidades democráticas, desde donde se puede renovar, modernizar y democratizar la política, poniendo punto final a la improvisación, la vanidad, perpetuidad de los políticos, dándole un vuelco a la política argentina. Será preciso insistir en la profundización de la descentralización, como la gran reforma capaz de acercar el Estado y la política a los ciudadanos; el camino para democratizar el país y formar nuevos líderes comprometidos con el país, con sus pueblos y con el desarrollo. El municipalismo democrático -ajeno y lejano a la política municipal de los partidos tradicionales- asume, entonces, la tarea de convertirse en el actual proceso electoral, en una fuente de unidad, de construcción de una nueva cultura política, reflejando con su práctica constructiva, democrática y solidaria que es posible construir nuevos liderazgos en la Argentina. El municipalismo democrático, entonces, es una alternativa real para la modernización del país. La clave en Argentina es la renovación de una clase política decadente, inconsciente de su desconexión del espíritu de cambio que anima a los argentinos. Casi el 90 por ciento de los argentinos no se sienten representados por los viejos partidos y los ¿nuevos? asimilados a la vieja cultura política. Los intendentes que están por la renovación democrática, deberían coordinar entre ellos para sentar las bases de un verdadero cambio en la conducción política del país. Por ello es importante promover y fortalecer un movimiento municipalista que milite en la democracia, la descentralización, la participación, la transparencia y un auténtico compromiso con el país.
Hugo Sirio
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